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Tribuna
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Crisis financiera, el regreso de Europa

Europa, que venía contemplando impasible el desastre sin que nadie fuera capaz de imponer cierto orden, reaccionó por fin con la convocatoria del Ecofin del 8 de octubre, subraya el autor. Las soluciones coordinadas en el ámbito supranacional son, en su opinión, las únicas eficientes

Es probable que tras el Consejo Europeo del 15 y 16 de octubre se haya conseguido, al menos, aprender algo. Hemos vivido semanas de incertidumbre provocada no sólo por la ausencia de explicaciones y diagnóstico, sino también por la incapacidad demostrada para poner en marcha medidas capaces de reconducir la situación.

Durante estas semanas se ha repetido muchas veces que ya nada será igual. No me cabe ninguna duda de que la ciencia económica debe reflexionar acerca de cómo ha sido posible fallar tanto. Todos los servicios de estudios del mundo prácticamente sin excepción, de entidades financieras, agencias de calificación o bancos centrales; todas las universidades, los analistas de riesgos, los columnistas y periodistas económicos; todos han fallado de un modo u otro.

No es sólo que la deuda de Lehman Brothers, por ejemplo, tuviera una excelente calificación la víspera de su quiebra, no es sólo eso, es todo lo que se ha construido en las últimas décadas. Es ese mundo de ejecutivos bien pagados, escuelas de negocio de élite, círculos exclusivos y gurús millonarios de todo tipo. Sí, y también aquí en España, aunque no haya hipotecas basura, porque debilidades no nos han faltado. Menos mal que, al menos, el Premio Nobel de Economía a recaído en Paul Krugman. No creo que su concesión guarde relación alguna con lo que está pasando, pero más oportuno no puede ser.

En Europa asistimos mudos a la llegada del desastre sin que nadie fuera capaz de imponer cierto orden ni sentido común hasta la convocatoria del Ecofin del 8 de octubre. La reunión en París de los cuatro miembros europeos del G-7 (o G-8, igual da) fue un fiasco, no hubo acuerdos y las Bolsas lo demostraron con creces. La caída del Hypo Real Estate y de Fortis hicieron el resto. Gracias al Ecofin y a la convocatoria del Eurogrupo -a iniciativa española, hay que recordar-, comenzamos a ver la luz. Las soluciones coordinadas, supranacionales, son las únicas eficientes, evitan las indeseables consecuencias de actitudes insolidarias como la de Irlanda cuando convirtió sin aviso previo en ilimitado el límite garantizado de los depósitos bancarios, y son las únicas que transmiten confianza a los mercados.

Además, la teoría económica que tanta gente tan bien pagada parece haber olvidado de repente, enseña que son las únicas eficientes. Y generan confianza, sí, confianza, la misma que transmitirá un apoyo amplio a las medidas adoptadas por el Gobierno en los Consejos de Ministros del viernes 10 de octubre y del lunes 13, y en los Presupuestos. Resultaría incoherente aplaudir la confianza que generan la unidad entorno a decisiones supranacionales mientras domésticamente se trabaja en una línea que, de triunfar, sólo puede generar lo contrario, desconfianza y pérdidas para todos.

El día que Krugman conoció su nuevo galardón la prensa publicaba su último artículo, en el que alababa el plan de Gordon Brown. La socialdemocracia vive, vivimos, un momento importante porque nuestra visión de los mercados, la única compatible con los intereses de los ciudadanos y con la propia supervivencia del mecanismo de mercado como tal, es la única posible. España ha sido probablemente el único país que ha sabido estar a la altura de la circunstancias, no se ha actuado con precipitación ni egoísmo, no hemos exportado problemas, y hemos esperado al momento oportuno para actuar coordinadamente.

Los resultados obtenidos avalan este planteamiento. Hemos avanzado mucho desde hace dos semanas pero no es suficiente. Ni la zona euro, ni Europa, ni el mundo funciona como es debido. Las instituciones del Sistema Monetario Internacional, por llamarlas-llamarlo de alguna manera, brillan por su ausencia. Ni el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni el Banco Mundial (BM) han sido capaces de garantizar ni uno solo de sus objetivos fundacionales -garantizar liquidez internacional, regular flujos de capital, imponer transparencia, asegurar solvencia y medios de pago, supervisar el sistema, regular con sentido común, hacer previsiones-, y si no que se lo expliquen a los islandeses, a los accionistas de entidades financieras, a ahorradores y consumidores, a pymes y familias, a los taxpayers.

En las próximas semanas hay que profundizar en la senda abierta estos días, como ha comenzado a hacer el Consejo Europeo armonizando a nivel europeo normas nacionales de supervisión, regulando la remuneración de los directivos, reforzando el control y supervisión de las agencias de calificación, elaborando reglas europeas sobre la seguridad de los depósitos con el fin de proteger a los ahorradores, reformando las normas contables de las instituciones financieras para que sus balances recojan el valor real de sus activos, continuando con la Agenda de Lisboa, respetando y adaptando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento a las circunstancias actuales, vigilando mejor a las empresas transfronterizas -o sea multinacionales- y apostando por una reforma real y completa del sistema financiero internacional, ¡tantas cosas por hacer!

Mientras, si la calma sigue al Consejo Europeo, aunque no parece fácil, aprovechen y lean a Krugman.

Juan Moscoso del Prado. Portavoz del PSOE en la Comisión Mixta Congreso-Senado para la Unión Europea y doctor en Ciencias Económicas

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