La zona euro toma la iniciativa
Ha costado, pero se ha conseguido. Después de semanas de iniciativas tan parciales como fallidas y pérdidas de tiempo, los países de la zona euro han decidido plantar cara de manera conjunta al mayor vendaval financiero de las últimas décadas. Y lo han hecho con una histórica cita, porque por primera vez en 10 años de unión monetaria los países del euro se reúnen al máximo nivel para pactar una intervención conjunta en los mercados financieros. Con independencia de la eficacia de las medidas acordadas, que está por ver y esperemos sea la mayor posible, el encuentro puede demostrar que la zona euro ha alcanzado su mayoría de edad política. Y lo hace a la vez que EE UU, el G-7, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial tomaban igualmente medidas excepcionales para afrontar la crisis.
Los Quince del Eurogrupo han acordado un plan preciso, flexible y ajustado a las diferencias de los miembros que conviven en la eurozona. En la estela del plan del Reino Unido para el mercado británico, la zona euro se compromete a recapitalizar los bancos que atraviesen dificultades y a garantizar los préstamos en el mercado interbancario para reactivar la economía. Cada país decidirá por su cuenta las dosis de cada medicina. Pero la aplicación simultánea y coordinada de los remedios debe contribuir a superar una coyuntura de excepcional dificultad. Aunque no sea igual en todos, como reflejó ayer en Washington el vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes, al descartar la compra por España de acciones de los bancos porque las entidades financieras españolas no tienen dificultades de recapitalización.
Con el acuerdo de París, Europa asume su parte de responsabilidad en la solución de la crisis. Y lo hace, sumando simbólicamente los esfuerzos del euro y de la libra esterlina. Londres parece haber comprendido que el BCE y Bruselas no son sus enemigos, sino sus aliados. Y al primer ministro, Gordon Brown, no le quedó ayer más remedio que acudir a París unas horas antes de la cumbre del Eurogrupo para explicar el inminente rescate por el Tesoro británico de los grandes bancos británicos. El tiempo dirá si esta coordinación entre ambas orillas del Canal de la Mancha es temporal y sólo por la crisis o la antesala de un acercamiento definitivo del Reino Unido al euro. Lo que está ya claro es que ningún socio europeo puede enfrentarse en solitario a una crisis tan globalizada. Y que las fórmulas al margen de la UE, como la improvisada minicumbre del mal llamado G-4 (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia) del fin de semana pasado, tampoco sirven para nada.
Por suerte, y aunque sea forzado por las circunstancias, de aquel formato fallido ha surgido, a propuesta del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, la novedosa iniciativa de un Eurogrupo de primeros ministros. Era una vieja aspiración francesa, que siempre ha querido un contrapeso político poderoso a la autoridad monetaria del BCE. Las circunstancia excepcionales que viven los mercados han permitido al presidente francés, Nicolas Sarkozy, aprovechar la ocasión. Si el pacto de París tiene éxito, la reunión quizá sirva de precedente y modelo para el definitivo salto hacia un gobierno económico de la zona euro. La gravísima crisis originada en EE UU habría tenido así al menos un efecto positivo.