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Tribuna
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Claves de la crisis financiera e intervención

Muchas son las razones que han propiciado la aparición de la crisis financiera y también las que han impedido su solución. El autor considera, frente a los que opinan que hay que dejar actuar al mercado, que la situación requiere la intervención sin prejuicios

En algún momento reciente la situación del sistema financiero mundial ha podido ser caracterizada como de riesgo de melt down, a la Chernobil, dónde en vez de hormigón los Bancos Centrales echan liquidez con la esperanza de frenar la contaminación; por el momento sin mucho éxito. Un sistema financiero aparentemente sólido, con mercados de capital funcionando con niveles de eficiencia, liquidez y estabilidad desconocidos, facilitando un crecimiento del crédito capaz de soportar una expansión sin precedentes de la actividad económica mundial, ha pasado en meses a una situación próxima al colapso, con efectos devastadores sobre la actividad real.

No podemos fijar nuestra atención exclusivamente en los elementos del sistema evidentemente negativos. Entre estos, sin duda, las malas prácticas bancarias, cuyo epítome son las subprime americanas. También sin duda, los fallos de regulación que han permitido el florecimiento de vehículos sin soporte de capital, totalmente dependientes de la permanente expansión y liquidez de los mercados. Tampoco nos olvidemos de la generalizada infravaloración del riesgo, aunque siendo la confianza madre del descuido, Gracián dixit, habrá que atribuir parte de la culpa a las políticas de liquidez ilimitada y tipos de interés reales negativos.

Estos elementos sirven para entender el estallido de la crisis, pero son insuficientes para explicar su profundidad, su duración y la dificultad para salir de ella. Pongamos también a examen elementos 'positivos' que puedan estar jugando a la contra.

Los conductores de 'operación salida' saben que la Guardia Civil cancela carriles de adelantamiento en los momentos de mayor tráfico, pues a partir de una determinada intensidad perjudican la fluidez. Piensen también en las medidas de seguridad de instalaciones públicas; diseñadas para proteger; pueden ser una trampa mortal en situaciones de pánico. Pues también el sistema financiero tiene elementos pensados para su mayor eficiencia y seguridad que pueden ser un problema ante una crisis extraordinaria.

Quién puede criticar las bondades de las aseguradoras monoline, especialistas en análisis de riesgos, paraguas protector que permitía acceder al mercado a muchos emisores. Qué decir de las agencias de calificación, siempre alerta para tranquilidad de los inversores. Cómo puede ser inoportuno que las normas de solvencia pivoten alrededor de las opiniones de las calificadoras. Qué pega se puede poner a normas contables que exigen valoración a precio de mercado. Cómo criticar que fondos de inversión y pensiones garanticen liquidez inmediata. Qué puede decirse de la prudencia de aquellos gestores que sólo invierten en activos triple A y deshacen cartera sin atención al precio al perder dicho nivel. Cómo criticar al supervisor bancario cuando impone prudencia en el crecimiento del crédito. Quién se atreve a sugerir intervenciones que puedan poner en entredicho el liberalismo sobre el que se ha construido el sistema financiero (¿) y convocar irresponsablemente al fantasma del mal llamado 'riesgo moral'.

Efectivamente, quién pensó que la mera sospecha de revisión de la calificación de las monoline pondría el sistema al borde del colapso. Pero sí podíamos haber recordado que las agencias de calificación, especialistas en llegar tarde y sobrerreaccionar, causarían doble daño alimentando una espiral de recalificación depreciación de activos. Esperen sobresaltos a diario en los meses venideros. También deberíamos haber notado que la regulación no debería hacer bailar a los mercados al ritmo del tercer decimal de las probabilidades de fallido elucubradas por las agencias. Respecto al paradigma del rigor contable -el fair value-, tradúzcase por precio de mercado cuando éste exista; qué atrevimiento pensar que si éste desaparece el 'rigor' del principio 'las cosas valen lo que los demás están dispuestos a dar por ellas' se transforma en arbitrariedad, con daños colaterales y, además, en criterio sin recambio. Y cómo hacemos para sortear el abismo entre inversiones ilíquidas y de muy largo plazo (inmobiliario, infraestructuras) y la ausencia de incentivos a comprometer ahorro a plazo. Parece haber quebrado la viabilidad de un sistema de desintermediación, más allá de los balances bancarios, fundamentado en instituciones de inversión colectiva y títulos respaldados por activos.

¿Qué hacer? Una opción es dejar todo como está, pues antes o después el tráfico se normalizará y los espectadores saldrán del estadio. Que sufran las consecuencias; la culpa es suya. La otra es aceptar que las situaciones extraordinarias requieren intervenciones extraordinarias y que interviniendo, como no, se puede uno equivocar.

De hacerse, las intervenciones deberían buscar la estabilización del precio de los mejores activos; facilitar al sistema bancario la absorción de sus excesos fuera de balance; incentivar la sustitución del riesgo promotor inmobiliario por riesgo propietario final; explicitar a las agencias de calificación la diferencia entre deuda y equity, cuando se trata de entidades de crédito, y evitar que el sistema bancario se haga daño colectivamente a través de políticas individuales de corta mira.

José Antonio Trujillo del Valle. Intermoney Titulización SGFT

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