La formación financiera, a debate
Una de las acciones sugeridas reiteradamente por los responsables de la Unión Europea es la de mejorar la formación financiera de los ciudadanos. La educación en esta materia es importante en la medida que contribuye a la adecuada gestión del dinero y del crédito por parte de la población. Por un lado, altos niveles de ahorro contribuyen a la inversión y al crecimiento económico. Por otro, el mayor conocimiento permite comparar las distintas opciones disponibles, evaluar con más precisión los riesgos asumidos y tomar mejores decisiones, evitando situaciones de endeudamiento excesivo. A su vez, clientes más formados demandan productos y servicios de más calidad, lo que estimula una mayor eficacia y transparencia por parte de todo el sistema financiero.
En nuestro país, la encuesta financiera de las familias (EFF), elaborada por el Banco de España, ofrece información pormenorizada sobre la situación patrimonial y las decisiones tomadas por los consumidores nacionales. Las preguntas incluidas dentro de la encuesta están inspirada en modelos similares utilizados en países como Italia (Indagine sui bilanci delle famiglie, IBF) o Estados Unidos (Survey of Consumer Finances, SCF) e incluyen una amplia batería de cuestiones sobre activos, pasivos, rentas, gastos y características socioeconómicas de los hogares españoles.
Según la EFF de 2005, la vivienda es el activo real en el que invierten de forma mayoritaria las familias y representa el 66,1% del valor de los activos reales para el conjunto de los hogares y el 58,9% de los activos totales. Respecto a los activos financieros, destacan por su importancia las cuentas bancarias, que concentran casi el 42% del total, seguidas de la inversión en acciones y fondos de inversión con un 33% y de los planes de pensiones y seguros de vida con un 20%.
Tanto o más importante que la propia educación financiera es el acceso a un buen asesoramiento
Las carteras de inversión mantenidas por los españoles están poco diversificadas e incluyen un número muy pequeño de activos: si se eliminan los más comunes -los depósitos y la vivienda habitual-, sólo quedan dos activos de media.
Por niveles de renta y riqueza, la composición de la cartera financiera es bastante homogénea, salvo en los hogares con mayor nivel de renta, que tienen un mayor porcentaje de sus activos en acciones y fondos de inversión. Por edades, los hogares con cabeza de familia entre 45 y 64 años son los que presentan mayores particularidades: en este grupo, el peso de las acciones, planes de pensiones, seguros de vida y fondos de inversión es muy superior a la media.
En cuanto al pasivo, la deuda de los hogares representa el 9,3% del valor de sus activos y los saldos pendientes por adquisición de vivienda principal constituyen el 56,8% de la deuda de los hogares. Atendiendo al perfil de renta bruta disponible, los grupos de menor renta y nivel educativo son los que presentan peor situación, ya que en los últimos años los ratios de endeudamiento han crecido significativamente en todos los grupos de edad, excepto entre los mayores de 74 años.
Todos estos datos parecen apuntar que el nivel de los conocimientos financieros de la población en general es limitado y que la planificación de las finanzas personales es un aspecto olvidado dentro de las consideraciones necesarias para mantener la calidad de vida a lo largo de todo el ciclo vital.
A tales carencias no son ajenos unos programas de educación escolar tales como los seguidos por una amplia mayoría de la población adulta actual, que prescindían de toda componente financiera. Hoy por hoy, estas personas han de enfrentarse a una creciente oferta comercial por parte de los bancos y de las cajas que contemplan una amplia variedad de servicios y productos financieros (productos de seguros, hedge funds, capital riesgo, productos estructurados, hipotecas inversas, etcétera) con diversidad de comisiones, gastos, rendimientos y plazos de vencimiento. Pero esta ampliación del menú entraña unas mayores dificultades de comprensión, lo que se traduce en expectativas muchas veces inadecuadas sobre el producto y la necesidad de disponer de unos mayores conocimientos técnicos para evaluar los riesgos y rendimientos futuros.
Por otro lado, los cambios demográficos asociados al aumento de la esperanza de vida, las menores tasas de fecundidad y el envejecimiento de la población plantean un reto muy importante: el peso de los sistemas de protección social -y de forma especial el de las pensiones- será cada vez menor en relación con los salarios percibidos durante la etapa activa. En estas circunstancias resulta especialmente relevante promover entre el público un mayor conocimiento de los instrumentos de previsión complementarios.
Evidentemente, y a pesar del buen momento actual de los depósitos bancarios como alternativa de inversión, no es posible compatibilizar los rendimientos de tales depósitos con las mayores necesidades derivadas de los cambios en los sistemas de pensiones. Más temprano que tarde, todos los ciudadanos deberemos migrar nuestro portafolio hacia productos con perfiles de rentabilidad/riesgo más complejos, y que, por lo tanto, requieren también de un nivel de conocimientos superior.
Para resolver esta problemática, en Estados Unidos se creó hace algunos años la Comisión Nacional de Educación y Alfabetización Financiera que coordina la actuación de los diversos reguladores y agencias federales relativas a la información y formación de los inversores. En nuestro país, el Banco de España y de la CNMV han lanzado, hace unas pocas semanas, el Plan de Educación Financiera 2008-2012, con el claro objetivo de mejorar la educación financiera de los ahorradores españoles. Sin duda, constituye una excelente iniciativa.
No obstante, y vista la complejidad de los mercados actuales, tanto o más importante que la propia educación financiera es el acceso a un buen asesoramiento. Se trata de proporcionar a los inversores pautas para que sepan cuando, por las características del producto que están pensando contratar, deben acudir a un asesor financiero -al igual que lo hacen a su médico de cabecera- antes de decidir sobre la operación. Es inútil pretender convertir al ciudadano medio en un experto en finanzas. Lo que debemos conseguir es que esa persona se ponga en manos de un asesor experto antes de decidir una inversión en productos complejos o la asunción de un determinado nivel de endeudamiento.
Altina Sebastián / Sergio R. Torassa. Socios de Diagnóstico & Soluciones