¿Solución política o económica a la crisis?
Los psicólogos J. M. Darley y B. Latane propusieron en 1968 la teoría de dilución de la responsabilidad para explicar la parálisis en la acción que afecta a quienes presencian una situación crítica. Es necesario, según estos investigadores, que se produzcan cinco condiciones para que respondamos individualmente a esas situaciones: percibir que algo inusual está sucediendo; valorar que se trata de una emergencia; decidir que es preciso hacer algo de inmediato; atribuirse a uno mismo, o a otra persona, la responsabilidad de hacerlo, y dar una respuesta, en el primer caso, o comprobar que se efectúa, en el segundo. Decían, además, que si en cualquiera de estas fases se introduce el menor elemento de ambigüedad, el bloqueo en la reacción está asegurado.
La globalización de las telecomunicaciones nos permite acceder a información y a las evidencias suficientes de lo que está ocurriendo y por qué. Está claro que detrás de la crisis financiera de hace un año y la subida de los tipos, así como del alza de los precios del petróleo y de los alimentos, existe una dilución de la responsabilidad. En contra de lo que pueda parecer, y de lo que en ocasiones se transmite, las subidas no han sido por causas meramente económicas. Han tenido más peso las políticas.
Es un hecho que la subida del precio del petróleo es consecuencia de una decisión en su día geoestratégica; pero, en definitiva, política. Es cierto que la demanda de los países emergentes, sobre todo China, explica la fuerte demanda, pero algunos analistas sostienen que un ataque a Irán, y esa sería una decisión principalmente política, podría hacer que el precio del petróleo se disparara hasta superar los 200 dólares.
Gran parte de la demanda que ha empujado al sector de la construcción ha procedido de no residentes en España
Asimismo, los precios de los alimentos han subido por el incremento de la producción de biocombustible, según sostiene en un reciente informe el Banco Mundial. Asegura que no es un fenómeno temporal, sino que se va a mantener a medio plazo, hasta 2015, con un nivel de precios superiores a los de 2004. La preocupación por el precio del petróleo, la seguridad energética y el cambio climático han animado a los Gobiernos de Estados Unidos, Brasil, Tailandia, India y China a adoptar, contando con el respaldo de organizaciones no gubernamentales, medidas pro activas para animar a la producción y uso de biocombustibles. Esa es una decisión en la que pesa más la política.
Sabemos que una gestión deficiente en la concesión de créditos desató la crisis en Estados Unidos y se extendió por todo el mundo. La Reserva Federal aprobó una reforma el pasado 15 de julio que, entre otras cuestiones, prohíbe a las entidades hipotecarias conceder préstamos sin tener constancia de los ingresos de sus clientes y futuro acreedor. Esto confirma que la crisis financiera que surge en Estados Unidos y contamina al resto de países y mercados tiene origen en una cuestión política: una regulación inadecuada y una dilución de la responsabilidad. A nadie le pareció ni inusual ni una emergencia.
España no es ajena a la crisis. Pero, a pesar de que los hechos son tan claros, quienes tienen la capacidad de crear opinión en el ámbito internacional no recuerdan, al interpretar la situación de la economía española, que una gran parte de la demanda que ha empujado al sector de la construcción ha procedido de no residentes en nuestro país y en torno a ello se ha generado un negocio dentro y fuera de nuestras fronteras, que son las de la UE.
La llamada burbuja inmobiliaria, o el aumento de precios injustificado por sus fundamentos económicos, no es una característica de nuestro país. Irlanda, Reino Unido, Holanda, Francia, Australia, Noruega, Dinamarca y Bélgica han superado a España y han tenido precios entre un 20% y un 30% por encima de lo normal entre 1997 y 2007.
Además, en ese periodo el número de alemanes empadronados en España creció un 172% y el de británicos un 328%, y las transacciones de viviendas realizadas por extranjeros en Alicante, Tenerife, Murcia o Málaga representaron entre un 30% y un 23% del total. Sin embargo, desde donde se ha contribuido a formar ese exceso se han ocupado también de crear la percepción al inversor de que ha sido una circunstancia local.
Tampoco se dice que son las entidades financieras que no tienen sede en España las que también apelan a la financiación del Banco Central Europeo desde nuestro país; práctica, por otra parte, normal en un sistema financiero, pero que puestos a precisar es conveniente que sea de forma clara.
En la creación de percepciones hay que reconocer que, como país, podíamos haberlo hecho mejor. A este respecto hay que recordar que pensamos y decidimos no sólo de forma racional, sino también recurriendo a reglas de andar por casa (heurísticos, dicho técnicamente) y esto significa que lo habitual en el ser humano es que demos respuestas rápidas basadas en la facilidad con que la información viene a la mente. Otros han sido más activos que nosotros en facilitar versiones que les convenían.
Por tanto, si esto es así, la solución estará en el ámbito de la política y menos en el de la economía. Esto implica que aquellos a quienes lo que ocurría no les parecía inusual, ni una emergencia, ni que hubiera sido necesario hacer nada de inmediato, deberían exigir a la otra parte responsable, es decir, a quienes ni siquiera se plantearon la pregunta ¿yo puedo hacer algo?, que respondan cuanto antes para evitar que otros acarreen con las consecuencias.
Al final, se producirá un fenómeno social que se ha empezado ya a constatar en los dos últimos años, un giro completo en el cambio de valores. En lugar de dar importancia a cuestiones que tienen que ver con la realización personal, se van a primar las relacionadas con la seguridad. Por lo que, casi con toda probabilidad, la seguridad será un valor primordial, en especial en el ámbito económico, y una dura competencia va a surgir por ofrecer ese valor. En esto, las percepciones del público están de nuestra parte porque, en materia de heurísticos, la experiencia personal siempre cuenta más que lo que se conoce a través de una tercera persona.
Carlos Balado García. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA