Ante las 65 horas, ¿ha muerto el modelo europeo?
La ampliación del horario de trabajo hasta 65 horas semanales aprobado por el Consejo de la Unión Europea significa, a la larga, el giro hacia un modelo menos productivo y menos social, según el autor, que se suma al Debate Abierto sobre la nueva Directiva de Tiempo de Trabajo
El Consejo de Ministros de Trabajo de la Unión Europea ha aprobado por mayoría cualificada extender la jornada laboral de 48 a 60 horas y en el caso de determinados colectivos a 65. La medida, apoyada principalmente por los Gobiernos de Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, amenaza directamente derechos sociales de importante tradición en Europa.
Aun cuando se requiere de una segunda lectura en el Parlamento Europeo, es decir, que aún necesita el visto bueno final de esta instancia, conviene recordar dos aspectos centrales para contextualizarla y entender la dimensión de lo que se está poniendo en juego:
España requiere mejorar sus ratios de natalidad, y pensar en jornadas laborales de 12 horas diarias poco contribuirá a resolver el problema
Se proponen (hasta) 65 horas de trabajo presuponiendo que estas horas adicionales tendrán un impacto en la productividad de los países. Sin embargo, hace mucho que está demostrado que pasar más horas en el trabajo no supone incrementar la productividad. De hecho, la única relación consistente que existe entre estas dos variables es inversa, es decir, a más horas de trabajo, menos productividad. Esto ocurre sencillamente porque el aprovechamiento de cada hora es menor a medida pasen éstas.
Un buen ejemplo de esto en Europa es nuestro propio país, España. Según el Euro Índice Laboral, España se ubica a la cola de países europeos en cuanto a productividad se refiere, aun cuando tiene mayor cantidad de horas de trabajo promedio a la semana que la media europea. Para España el reto está en la mejora de su competitividad en el contexto mundial y la productividad es un factor clave para la economía española, especialmente cuando el precio sigue siendo un arma importante de competencia. Mientras la productividad media en los demás países en los últimos cinco años subió un 1,4%, la española bajó un 0,6%, a pesar de horarios más largos.
60 horas de trabajo a la semana, o lo que es lo mismo, 12 horas al día, harían aún más difíciles de resolver situaciones sociales que tienen fuerte vinculación con el mundo laboral y caben resaltar particularmente dos. 1) La conciliación entre la vida familiar y laboral sería complicada, por no de decir imposible de alcanzar, por la cantidad de horas que se dejarían de dedicar a la casa, la familia o las actividades de esparcimiento, y serían especialmente las mujeres el colectivo más afectado debido a que sobre ellas recae la mayor cantidad de tareas del hogar. 2) La población necesita crecer, Europa no es un continente de población joven y particularmente países como España requieren mejorar sus ratios de natalidad para hacer sostenible el crecimiento económico. Pensar en jornadas de 12 horas laborales poco contribuirá a resolver un problema para el que hace mucho se plantean diversas soluciones.
El caso español tiene tintes particulares. Los horarios laborales en España parecen ser un curioso signo de identidad nacional. En España se pasa más tiempo comiendo, se sale más tarde de trabajar y se duerme menos, lo que además de repercutir en la calidad de las relaciones familiares y en la exposición del trabajador a mayores riesgos, también afecta la productividad. El reclamo de algunos colectivos de mejorar la productividad a partir de lo que se llama -y esperemos se siga llamando- horarios europeos para España pasa por la evidente necesidad de transformar costumbres relacionadas con la manera de distribuir el tiempo en el trabajo y por reducir la cultura del presentismo, pero está muy lejos de plantearse como un burdo incremento de la cantidad de horas que se pasa en el trabajo.
La medida de los ministros de Trabajo, que para los parámetros de la OIT se considera excesiva, establece que el trabajador pueda pactar libremente con el empresario la cantidad de horas a trabajar y su aplicación depende en principio de la legislación interna de cada país. Sin embargo, para Europa en su conjunto, significa un giro hacia un modelo no sólo a la larga menos productivo sino, y sobre todo, menos social. Un modelo que vulnera la importante tradición del Derecho laboral europeo y que atenta contra lo que se conoce como calidad de vida, objetivo central del Estado del bienestar que ha diferenciado a la Europa continental de Estados Unidos.
Carlos Emilio Morales. Profesor e investigador de EADA (Escuela de Alta Dirección y Administración)