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Columna
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La regla 6+5 de la FIFA

Fue una gran noche la del 12 de mayo de 2007 en el Santiago Bernabéu y yo estuve allí. Un Real Madrid que no había convencido durante la temporada llegaba con la posibilidad de acostarse ese sábado como líder de Primera si ganaba al Espanyol. Al descanso, el Real Madrid perdía 1-3 y fue una de las carreras del brasileño de siempre la que nos hizo creer que era posible y un argentino el que, igual que este año, consiguió la victoria en el último minuto. Todos y cada uno de los 80.000 espectadores éramos conscientes de haber asistido a un gran espectáculo.

Parece, sin embargo, que la FIFA no está de acuerdo sobre dónde radica la competitividad en el fútbol. Aprobó el pasado 30 de mayo la regla 6+5 por la que al comienzo de cada partido los clubes no podrán alinear más de cinco jugadores extranjeros, incluyendo aquí a jugadores comunitarios. No se establecen, sin embargo, restricciones al número de jugadores extranjeros que los clubes pueden contratar, ni sobre los cambios que podrán realizar los entrenadores -lo que permitirá a un equipo terminar con una alineación de 3+8- y en todo caso se implementará progresivamente, llegando al 6+5 en la temporada 2012/2013.

La Comisión Europea no está de acuerdo con esta regla, pues la considera contraria al Derecho comunitario, por aquello de limitar la libre circulación de trabajadores. De hecho, la UEFA propone una regla algo menos discriminatoria, la regla de los canteranos. Esta es una compleja norma que exige a los clubes inscribir en las competiciones un número mínimo de jugadores que, con independencia de su nacionalidad, hayan pertenecido a las categorías inferiores del club o de otro club del mismo país durante al menos tres temporadas.

No obstante, la FIFA defiende la medida para mantener la competitividad en el fútbol, que entiende radica en mantener la representatividad de los equipos. Beckenbauer, en apoyo de la medida, insinuó que la eliminación de Inglaterra de la Eurocopa 2008 estaba relacionada con el gran número de jugadores extranjeros que militan en los equipos ingleses. No soy inglés, pero ya me gustaría haberlo sido el 21 de mayo cuando dos equipos ingleses, el Manchester United y el Chelsea, se disputaron la Champions League, con hasta siete jugadores tendidos en el césped con calambres después de un derroche físico propio de los grandes y con una agónica tanda de penaltis en la que un inglés llamado Terry falló un penalti que pudo ser decisivo para el Chelsea y un holandés llamado Van Der Sar dio la gloria al Manchester United.

En el trasfondo de esta medida radican argumentos que no son ajenos a otros sectores, como el cine. Ante una eventual falta de calidad del producto nacional que aleja a los espectadores, se adoptan medidas que terminan por penalizar al producto extranjero, pero sin atraerles de nuevo.

El otro argumento, y que también se encuentra bajo la regla de los canteranos de la UEFA, la necesidad de asegurar el retorno de las inversiones realizadas por los clubes en la formación de los jugadores, tampoco convence. En primer lugar, porque para eso está el derecho de traspaso. En segundo lugar, porque no se puede pretender convertir a los clubes de formación en competitivos limitando a los clubes que, gracias a un modelo de negocio como el del Real Madrid, el Chelsea o el Manchester United, son exitosos y por ello son los únicos que pueden ofrecer a los jugadores contratos millonarios y a los espectadores regalar partidos espectaculares como la final de la Champions o el partido del Real Madrid contra el Espanyol.

De hecho, el Real Madrid acabó ganando la Liga en otro partido lleno de emoción, con dos goles del canterano sevillista Reyes y uno del marfileño Diarra, y lo hizo el mismo día que José Tomas, antes de triunfar en Las Ventas, volvía a la Monumental y, fijando las zapatillas a la arena y arrimándose al toro como los grandes, nos puso a todos en pie, pero tanto como lo hizo Cayetano Rivera, más elegante si cabe, alternando naturales y redondos y matando recibiendo. Y yo también estuve allí, disfrutando de la competitividad de dos toreos, que es lo que hace el espectáculo, también en el fútbol.

Raimundo Ortega Bueno. Profesor de Derecho de la Competencia en la Universidad Carlos III de Madrid. Abogado de Jones Day.

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