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Entre el 'todo petróleo' y el 'mix' de energías renovables

España debe afrontar su dependencia energética del exterior y dar una respuesta a la polémica energía nuclear

Emilio Menéndez era, en 1973, un ingeniero de minas apenas salido de las aulas. Su trabajo de fin de carrera proyectaba la construcción de una estación de fueloil. 'Se decía: el petróleo es el futuro. Se pusieron en marcha en España 11.000 MW de fueloil que resultaron inoperantes. Nadie asimiló la lección que dejó aquella crisis', en referencia al shock petrolero, explica Menéndez, experto en asuntos energéticos y profesor honorífico de la Universidad Autónoma de Madrid.

En 1976 se propulsaron las centrales de carbón y amaneció la opción nuclear. 'Se quiso imponer esta opción sin debate social, y los españoles dijeron que no. Hoy tampoco hay un debate claro sobre qué política energética queremos de cara al futuro, por lo que no hemos aprendido mucho de aquel fracaso', explica.

Más de treinta años después, el debate energético atraviesa un momento de especial tensión. Que el petróleo se acaba ya no es tabú. Los expertos sólo discrepan sobre la fecha, aunque el consenso apunta a que el temido pick oil, el momento a partir del cual las reservas de crudo descenderán sin vuelta atrás, llegará en 2040. Y eso es pasado mañana.

El 'mix' energético en 2030 pasará por la energía nuclear, las renovables y la energía fósil

Mientras, España sigue registrando una elevadísima dependencia del oro negro. El 70% del consumo energético de nuestro país depende del petróleo y del gas. La cifra alcanza el 84% si se tiene en cuenta el carbón. Y casi el 90% depende del exterior. De estas tres materias primas, sólo el carbón puede dar garantías en el suministro. Sus altos y bajos 'sólo' dependen del mercado, mientras casi el 30% de las reservas de petróleo y de gas se encuentran en países geopolíticamente sensibles.

A este contexto ahora se suma el cambio climático, una variable ya ineludible ante un modelo energético insostenible. Europa quiere ser la locomotora de los países ricos en el giro energético. La cumbre de Bali (Indonesia), que en diciembre de 2007 fijó una hoja de ruta para limitar las emisiones de dióxido de carbono de cara a la expiración del Protocolo de Kioto, en 2012, fue testigo de un agrio enfrentamiento entre el club europeo y EE UU.

La Administración Bush sigue atrincherada en su negativa a dar una señal política que fije en el mármol una lucha global de los países desarrollados contra el cambio climático. En aquella cita, el Viejo Continente se comprometió de forma unilateral a reducir sus emisiones en un 20% en 2020, e incluso alcanzar el 30% si el resto de países le siguen.

El objetivo europeo se materializó en enero en la apuesta por un ambicioso paquete energético, que obligará a España a alcanzar el 20% de energías renovables en 2020. Según las últimas prospectivas de energía para el año 2030, un tercio del consumo energético en España pasará por las renovables, un tercio por la energía nuclear y un tercio por las energías fósiles, un mix energético que reduzca las emisiones contaminantes y bregue con el barril de petróleo instalado en los casi 130 dólares. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), 'ninguna tecnología proveerá por sí sola la solución', sino aquellas alternativas que hoy ya están disponibles y pueden contribuir a reducir la demanda energética.

En primer lugar, en los transportes. España ha sufrido un descenso continuado del peso de la industria en el consumo de energía en los últimos veinte años, que ha sido derivado a los transportes y a los servicios.

Según datos de la AIE, la tendencia ha sido mundial. En 1973, el 45,4% del consumo de petróleo se destinaba al transporte, y el 19,8%, a la industria. En 2005, esa relación aumentó al 60,3% y bajó al 9,4%, respectivamente. En España, el 38% de la energía final que se consume va al transporte. En este sentido, los biocarburantes desempeñarán un papel importante, al menos a corto plazo.

Europa se ha fijado como objetivo alcanzar el 10% de este tipo de combustible en el año 2020, y seguramente será el aspecto más polémico de su paquete energético (que en España tendrá un coste del 0,45% del PIB), por sus implicaciones económicas y medioambientales. El uso de este tipo de carburantes, procedentes de la quema que alcohol (bioetanol) y del uso de vegetales (biodiésel), no sólo ha contribuido al incrementado exponencial del precio de los alimentos, sino que además compromete el acceso de los países pobres a alimentos básicos, de ahí que la UE haya supeditado el objetivo del 10% a la disponibilidad de biocarburantes de segunda generación (fabricados con celulosa, por ejemplo), ajenos al abastecimiento alimentario. Por último, un reciente estudio encargado por Bruselas apunta al excesivo consumo de combustibles fósiles en la producción de carburantes 'limpios'.

Más energía eólica y solar

'España debe seguir construyendo parques eólicos y alcanzar en 2030 entre 40.000 y 60.000 MW de energía eólica y 30.000 MW de solar, más del triple de la potencia instalada hoy', según Menéndez.

Por su parte, el carísimo sistema de captura y secuestro de CO2 no podrá comercializarse hasta 2030, y 'sólo si se ponen en marcha las políticas que lo permitan', estima escéptica la AIE. Mientras, avanzan las investigaciones sobre el uso del hidrógeno y de la fusión del átomo. Con el espectacular proyecto internacional ITER se creará el reactor de fusión nuclear, que reproducirá la forma en la que las estrellas y el sol generan cantidades ingentes de energía, que además es limpia.

El debate. Energía nuclear, ¿sí o no?

El debate nuclear atraviesa un momento especialmente delicado en España. Quedó cerrado en falso en los años ochenta, y ahora, con el nuevo Gobierno ya instalado, podría ser el momento idóneo para dar respuesta a la prolongación, o no, de las centrales en funcionamiento.El Ejecutivo de Zapatero asegura que irán cerrando centrales a medida que finalicen su vida útil, algo que en los próximos cuatro años sólo afectaría a la central de Garoña (Burgos). La oposición, el Partido Popular, defiende el mantenimiento de las actuales y prolongar su vida útil. Para los expertos, el debate no se sitúa en esos parámetros. La energía nuclear supone el 18% del consumo eléctrico en España. La decisión de ponerle fin ahora ya no sólo puede tener en cuenta el espinoso asunto de los residuos, el abastecimiento de uranio o los riesgos ligados a la inestabilidad política mundial, sino el calentamiento climático. El cierre del grifo nuclear supondría la vuelta al carbón, según los analistas, ya que las renovables no darían la talla. Significaría, además, emitir 30 millones de toneladas más de dióxido de carbono, es decir, incumplir el Protocolo de Kioto de reducción de emisiones contaminantes. La construcción de una central nuclear supone 12 años, de forma que el debate deberá fraguarse durante la próxima legislatura, de cara al año 2024, cuando todas hayan terminado su vida útil. Y ello insta a que los próximos cuatro años sean tranquilos, a fin de alcanzar el consenso en tan determinante asunto.

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