'La descentralización explica el dinamismo de España'
Lo que más desea Felipe González es disponer de 'nueve meses libres' para poner orden en ese inmenso archivo de más de 24.000 folios que tiene escritos. En gran parte son la historia contemporánea de España y su papel en Europa. Pero por ahora no va a tener tiempo. Como presidente del Comité de Sabios, ha recibido de los jefes de Estado y de Gobierno un difícil encargo: elaborar el informe que marque el rumbo futuro a la Unión Europea. En esta entrevista, en la que rompe una lanza por la descentralización, desgrana su visión de España y de Europa
Presidente del Gobierno entre 1982 y 1996, forma con el Rey y Adolfo Suárez el trípode fundamental para entender estos 30 Años de Economía en Democracia. Felipe González (Sevilla, 1942) es un conocedor profundo de España, pero su proyección internacional, y especialmente europea, crece con los años. Viaja continuamente -'caliento poco el sillón', dice de pie ante su mesa de despacho- y, desde su experiencia, despliega el ímpetu inconformista del que sabe que siempre hay cosas por mejorar. En su opinión, la Unión Europea ha perdido impulso y está convencido de que la revolución tecnológica es la llave para que el Viejo Continente pueda recuperar su peso en el mundo. Le angustia que quienes decidan no comprendan de verdad el fenómeno de la globalización.
Los españoles iniciamos en 1978 un sueño con la Constitución, ¿en qué medida se ha cumplido?
En gran medida, a pesar del ambiente actual. Nadie puede negar que España ha tenido en estos 30 años el periodo de mayor éxito de modernización, crecimiento, de redistribución de ingresos España ha tenido éxito en este ciclo histórico como nunca lo había tenido en la edad contemporánea.
Estamos soportando lo que podríamos llamar, en términos suaves, una pérdida relativa de relevancia de Europa'
Ante la desaceleración, España tiene instrumentos de respuesta macroeconómicos, empresariales y financieros mejores que otros países'
Aspiro a que algún día haya un núcleo de cinco o seis dirigentes capaces de coordinarse con la Comisión Europea y el Consejo para marcar la pauta'
La presencia de las empresas españolas en América Latina ha tenido un déficit de acompañamiento estratégico'
Hay quien opina que el Estado de las autonomías ha traído problemas difíciles de resolver, como la exacerbación de los nacionalismos o la ruptura de la unidad de mercado. ¿Ha sido una buena idea el Estado de las autonomías?
El saldo de la descentralización ha sido tan bueno que explica el dinamismo especial de la economía española y de su proceso productivo. Tenemos problemas de coordinación que hay que mejorar, pero no de redistribución del poder. Porque nada de ésta ha mermado la relevancia del poder central. Se ha redistribuido mucho, pero en procesos electorales como el del pasado marzo vemos cómo el poder central sigue siendo para la percepción de los ciudadanos, y creo que para la realidad, más relevante que el local o el autonómico.
Describa en pocas palabras las diferencias entre la España de hace 30 años y la actual.
La España de hace 30 años estaba sometida a gravísimas tensiones involucionistas, amenaza de terrorismo y falta de expectativas de quienes defendían el estatus que estábamos superando, pero también a una fortísima corriente de esperanza, que ha sido por fortuna mayoritaria y es la que nos ha impulsado hasta hoy.
Casi la mitad de esos 30 años de economía en democracia estuvo usted al frente del Gobierno, ¿hay algo de lo que esté verdaderamente satisfecho?
De lo que más satisfecho estoy es de que durante esa etapa los españoles se reconciliaron con su pasaporte; es decir, con su identidad. La gente se sentía a gusto en su propia piel. Pero temo que eso no queda para siempre, y que hay que cuidarlo permanentemente. Ahora se ha descuidado, y hay cierta confusión en ese terreno. Todo lo demás igual. Yo llegué con 4.500 dólares de renta per cápita y salí con 15.000 y estamos en 30.000.
Dígame los pilares de estas tres décadas.
Que los españoles creyeron en sí mismos, y el dinamismo de nuestra economía, que se explica porque los actores económicos fundamentales se lo creyeron. Creyeron que podían hacer cosas que no habían ocurrido nunca, algo que se hacía fuera, pero que nosotros no sabíamos. Y eso nos permite tener hoy, por poner un solo ejemplo, el mejor sistema financiero del mundo. El mejor de mundo. Y nos permite tener hoy empresas en algunos sectores de tecnología punta de las más dinámicas del mundo.
La economía española se ha transformado en estos 30 años en una de las más abiertas
De las más dinámicas
Con empresas que son líderes en diferentes sectores
Eso es. Fíjese usted que los actores empresariales han sido absolutamente decisivos. Que han sido capaces de generar riqueza Igual que nosotros de distribuir parte de esa riqueza, para que haya una mayor cohesión social. Pero han sido capaces de generar riqueza como nunca antes se podía sospechar. Un ejemplo que me llama la atención: si hace 30 años alguien hubiera dicho 'Galicia va a ser el rey del mambo en la moda en el mundo', le hubieran contestado 'usted está borracho, o le ha dado un ataque de locura'. Bueno, hoy vemos lo que Galicia significa en el mundo en la moda y la industria relacionada con la moda.
Hablaba antes de la evolución de la renta per cápita, pero como contrapunto da la impresión de que el peso de España como país no equivale al de su economía. ¿A qué se debe esto?
Cierto, no equivale. Tenemos un peso relativo mucho mayor del que hemos tenido nunca, pero estamos soportando algo que podríamos llamar, en términos suaves, una pérdida relativa de relevancia de Europa. A pesar de que, en términos relativos, nos ha ido mejor que a los países centrales de Europa que a Francia, que a Alemania, mejor que a Italia y de que nos libramos un poco de esa decadencia relativa de Europa por nuestra presencia en América Latina. Pero Europa en su conjunto ha perdido claramente relevancia a partir de 1989. Y ésa es una de mis preocupaciones para el informe que me han encargado del Grupo de Reflexión sobre el Futuro de Europa o Comité de Sabios, para cuya presidencia fue elegido por los jefes de Estado y de Gobierno de la UE en diciembre pasado. Padecemos la caída de relevancia de Europa, que, cuando desaparece la Unión Soviética, no es el interland de seguridad en las relaciones Este-Oeste. Padecemos esa caída, que se vio claramente tras el drama de las Torres Gemelas. Y también la pérdida por inadaptación a la economía de la globalización; es decir, por falta de adaptación a la revolución tecnológica. La pérdida de relevancia de Europa también la padecemos nosotros. No es un fenómeno específicamente español.
Tras 14 años de crecimiento ininterrumpido, la economía se ha empezado a desacelerar seriamente. Usted vivió desde el poder la única recesión en estos 30 años, a principios de los noventa, que según algunos le llevó al final a la derrota electoral. No digo que sea el caso, pero ¿qué aviso para navegantes le sugiere?
Lo primero que hay que comprender es que hay una crisis financiera internacional, que yo creo que va a durar. No años, pero este año lo vamos a pasar mal. Y si esa crisis financiera no se ataca rápidamente afectará a la economía productiva. Nosotros tenemos la especificidad de la construcción además, pero tenemos el mejor sistema financiero del mundo, y unas cuentas públicas que en términos comparativos no tiene ningún país de la OCDE Tenemos también un problema de déficit comercial y de balanza de pagos, no quiero ocultar nada. Pero, ante esta situación, nuestros instrumentos de respuesta, tanto macroeconómicos como el dinamismo del mundo empresarial y financiero, son mejores y mayores que los de otros países. No creo que vayamos a una recesión mundial. La autonomía que han ganado algunos países emergentes es de tal naturaleza que no dependen de esto. Pero nosotros tenemos que reconocer que existe el problema e identificar todas las medidas de impulso que hay que poner en marcha y recuperar un dinamismo económico que afecte al empleo, que afecte a la masa salarial y que afecte a la actividad. España está en mejores condiciones que sus vecinos, y desde luego que los amigos norteamericanos, para reaccionar. Tenemos que reaccionar con una política económica inteligente y aprovechando los recursos de que disponemos.
En este cuadro que dibuja, la inmigración aparece como una gran oportunidad, pero ¿necesita ajustes?
Sí. Necesita ajustes, pero no brutales. Tenemos con el flujo migratorio un impacto indiscutiblemente muy positivo en el crecimiento, en la sostenibilidad de la Seguridad Social, en la pirámide poblacional. No hemos tenido, o no tenemos por el momento, problemas graves de integración, probablemente por el tipo de colectivo de inmigrantes, como están teniendo Francia y otros países europeos. Tenemos que prevenirlos, y comprender que cuando se tiene un mercado interior sin fronteras hace falta coordinar una política migratoria común; si no, simplemente no hay arreglo. Algunos países estarán más apretados por flujos migratorios de una naturaleza y otros de otra, pero sólo haciendo una política migratoria común vamos a obtener resultados eficientes. El emigrante que está en el territorio Schengen no tiene fronteras. El problema, más que de demagogia electoral, es de desafío de la Unión Europea.
¿Se refiere al contrato de integración, la propuesta electoral que hizo el PP en la campaña de las anteriores elecciones generales?
Se hablaba entre otras cosas de un contrato que implica la aceptación de las costumbres. En un país tan diverso como el nuestro no hay un código de costumbres. ¿Sabe a qué me recuerda? Al esfuerzo, y lamento decirlo así, de los Reyes Católicos y los sucesivos para perseguir a los conversos moriscos porque no comían carne de cerdo. A eso me refiero. Al 'oiga usted, si ese señor no bebe vino, no está aceptando nuestras costumbres'. Pero, '¿y si es español y no bebe vino?'. 'Ah, no, si es español puede o no beber vino, puede o no comer carne de cerdo'. Así que, espérese. Vamos a tomarnos en serio este problema, no vayamos a crearlo con una gravedad que no existe. Y además es un problema recurrente, porque se crea también con la política territorial por exceso. La emigración es un desafío europeo con sus pros y con sus contras. Si se ve Europa con el Mediterráneo se entiende mejor. En el Mediterráneo Sur existe todo lo que le falta a Europa, desde energía a demografía. Y falta todo lo que le sobra a Europa, que es capital, desarrollo Y al revés.
Ante la polémica de los campeones empresariales nacionales .
No creo en eso
¿O campeones europeos ?
No creo en eso. Vamos a ver. Europa tiene un problema, que viene de un error de diagnóstico en la Agenda de Lisboa diciembre de 2000 que pretendía que entre 2000 y 2010 recuperaría su posición de primera potencia económica y tecnológica del mundo. Si se equivoca el diagnóstico y no se conoce la enfermedad, se hace un tratamiento sintomático que no corresponde, y el gap tecnológico ha aumentado. Lo que tenemos es un problema serio de adaptación a la revolución tecnológica y a la competitividad del siglo XXI, como europeos, ya ni siquiera sólo como españoles.
¿Y su diagnóstico cuál es?
Lo que me angustia de verdad es que Europa siga discutiendo del modelo social sin ligarlo a la capacidad o no de añadir valor del modelo económico europeo. Estamos pasando, inconscientemente, por una crisis que produce una doble fractura: la fractura de la sociedad industrial, por muy avanzada que fuera, pero vieja, que soporta la deslocalización inevitablemente, y la fractura de la inadaptación a la revolución tecnológica porque hay que importar ingenieros de software hindúes para Alemania, que es el país de la ingeniería. Eso hay que ligarlo al gravísimo problema energético que tiene Europa, España incluida, como es natural, y a los desafíos que se han planteado. Si ligamos revolución tecnológica y desafío energético, podemos tener una vía de salida para ese comité que dicen que es de sabios, en el horizonte de 2010.
El mayor hito de España en estas tres décadas es probablemente la integración en la Unión, que usted firmó. ¿Es ésta la UE que quería para España?
Sí y no. Sí, porque si no hubiéramos entrado entonces enero de 1986 y se hubiera retrasado sólo seis o siete años tras la caída del Muro de Berlín noviembre de 1989, hubiéramos tenido problemas infinitos para la ampliación, para el dinamismo europeo. Y no, porque yo prefiero una Europa autocrítica, que sea capaz de darse cuenta a tiempo de que está perdiendo posiciones en la economía global. Eso me angustia, porque creo que el poder que hay que definir para Europa no es el reglamentario para decidir qué agua mineral y cómo la bebemos, o qué queso comer, sino el poder para hacer de Europa una potencia económico-tecnológica.
Usted fue uno de los artífices del euro, de hecho el nombre euro se decidió bajo presidencia española en una cumbre de Madrid, pero ha criticado la falta de convergencia en política económica. ¿Cree que el Banco Central Europeo y la propia UE siguen cojos sin un gobierno económico de la zona euro?
Sí, siguen cojos. Probablemente no va a haber una política económica única, pero tiene que haber políticas económicas comunes más adaptadas. Porque, con una política monetaria única y políticas económicas diversificadas, es inevitable tener choques asimétricos difíciles de gobernar. Los estamos viviendo todos los días.
En cada decisión sobre los tipos de interés.
Eso es. Mientras que no haya una convergencia de políticas económicas vamos a tener un grave problema de desajuste, aunque los beneficios del euro son indiscutibles.
Cuando yo salí del Gobierno, el Gobierno que me sustituyó no creyó necesario mantener una relación especial, que no está en los tratados europeos, con Francia y Alemania, sino que se sumó a Italia. No lo creyó desde el primer día. Y también desaparecieron los mecanismos de enlace con la Comisión Europea, de complicidad en el sentido positivo. Eso fue un error en aquel momento. Y sigo pensando que es un error hoy. Porque Francia y Alemania no pueden pretender que Europa dependa de lo que digan ellas, pero el resto tampoco puede pretender avanzar en el proyecto europeo sin contar con ellas. Siguen siendo condición necesaria, pero claramente insuficiente, para construir Europa. Hace falta que el liderazgo europeo, incluyendo Francia y Alemania, se complemente con políticas más decididas de algunos actores más de Europa. Yo no pretendo que los 27 vayan por la misma senda, no va a ser posible, pero sí aspiro a que algún día haya un núcleo de cinco o seis dirigentes políticos que sean capaces de coordinarse con la Comisión y con el Consejo Europeo para marcar la pauta.
La Europa de las élites se estrelló contra los referendos francés y holandés de 2005. No parece que se pueda seguir construyendo la UE sin entusiasmar a los ciudadanos. ¿Cuál va a ser la aportación del Comité de Sabios para el futuro de Europa que usted preside, especialmente en los campos económico y social?
Los ciudadanos no creen que la Unión Europea esté dando respuesta de verdad a esta sensación que tienen de pérdida de relevancia para su propia vida. Si se traslada a Francia, incluso el triunfo de Nicolas Sarkozy se explica porque el francés, como muchos de los europeos, piensa: 'Francia ya no es lo que fue, y no va a volver a serlo; pero no sabemos lo que va a ser'. Esa angustia, que es existencial, exige una respuesta, que no está viniendo del liderazgo europeo. Con ese comité Grupo de Reflexión para el Futuro de Europa o Comité de Sabios, que sí creo que va a ser independiente, yo pretendo hacer un diagnóstico de por qué falla Europa como potencia económica tecnológica en la economía global, por qué tenemos problemas energéticos muy serios -en no renovables por dependencia y en renovables por falta de I+D+i- y por qué tenemos una red de distribución energética tan mala, tan antigua, tan poco integrada; pretendo dar una respuesta a eso como a los problemas de emigración, de la seguridad y de la política exterior de Europa. Y pretendo convencer a los actores económicos y sociales de que el modelo social europeo, es decir, la cohesión social, depende de la capacidad de añadir valor de la economía europea, que el éxito de la segunda posguerra mundial es que el pacto social era el círculo virtuoso que hizo de Europa una potencia económica industrial de primera magnitud, con un fuerte grado de cohesión social y una gran capacidad de generar mercado.
¿Qué papel puede jugar ahí Turquía?
Mi posición fue que Turquía tuviese un estatus especial, con todas las ventajas de la pertenencia a la Unión, incluido el euro si se adaptan, y que no tuviese la carga negativa de un rechazo, por ejemplo, en un referéndum como el que ahora se han planteado en Francia para aceptarla o no. Sin embargo, una vez que se ha aceptado que sea país candidato y que hay que empezar la negociación, creo que hay que cumplir la palabra dada. Pero no tiene fácil solución en los próximos 20 años. Por tanto podemos crear frustraciones acumuladas de parte y parte, cuando se podían haber evitado perfectamente y haber habituado a Europa a convivir con Turquía con un estatus absolutamente especial, privilegiado, que al cabo del tiempo haría que el paso a la plena integración fuera natural.
Usted coincidió en Europa con François Mitterrand, con Helmut Kohl, con Jacques Delors ¿Hacen falta figuras de mayor calibre que las actuales en la UE?
No quiero caer en la tentación de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cuando yo estaba en esa Europa también oía decir que dónde estaban los Konrad Adenauer, los no sé cuantos Esos conflictos generacionales me tocan poco, entre otras cosas porque hay jóvenes muy viejos de mentalidad y viejos que todavía se mantienen atentos. Hay de todo. Lo que sí creo es que se ha perdido impulso en los elementos relevantes de la construcción de Europa. Se discute mucho sobre el reparto del poder, que siempre ha sido uno de los problemas de las reformas institucionales, pero sin definir qué poder necesita Europa para recuperar relevancia. ¿Siguen siendo autopistas o es revolución tecnológica con I+D+i? Y una vez que discutamos qué poder queremos poner en común, veremos cómo se reparte, pero no antes. Por eso el reparto ha sido absolutamente decepcionante para todos los ciudadanos. Le diré algo que parece banal. Haga el ejercicio de leer cualquier resolución del Consejo Europeo. Verá que son 50 puntos de los que por lo menos 40 son 'el Consejo Europeo lamenta ', 'el Consejo Europeo se alegra '. Miren, a mí me da igual el estado de ánimo de ustedes. No les pago para ello. No se les puede ofrecer a los ciudadanos una literatura en la que los líderes europeos dicen si están contentos o si están tristes, sino cómo van a afrontar los problemas.
¿Cómo encaja el modelo de la UE con una globalización que ha dejado pequeños a los Estados, pero también obsoletas a muchas de las instituciones internacionales surgidas tras 1945?
Nos vino Dios a ver con la UE. No se creó pensando en la globalización, sino en los desastres de la Primera y la Segunda Guerra Mundiales, pero de pronto nos encontramos con la sinergia de 500 millones de seres humanos que deberían estar unidos en unos propósitos comunes, y por tanto en el mismo viaje y con el mimo barco. Esto nos da una dimensión que si no tuviéramos tendríamos que construir para ser eficientes en la globalización. Pero la tenemos y no la utilizamos. Esto es lo que me angustia. Ya no es para evitar la guerra, ahora es para competir en una sociedad globalizada y abierta, para disminuir el gap tecnológico con Estados Unidos. Y con China y la India, que aprietan por la otra parte.
Usted es un gran conocedor de América Latina, además es embajador plenipotenciario y extraordinario para la conmemoración del bicentenario de la independencia de las repúblicas iberoamericanas en 2010. ¿Qué le sugieren los avances populistas que se están registrando en algunos Estados?
Son epifenómenos, producto del fracaso de las actitudes fundamentalistas neoconservadoras durante un periodo. Hay un fenómeno de brotes populistas, que no es de izquierdas ni de derechas. Yo los populismos que identifico como de derechas son peores todavía que los de izquierdas. Me preocupan relativamente porque creo que es un epifenómeno. Lo que sí me preocupa -como en Europa, salvando las distancias que son de 25.000 dólares en renta per cápita- es que como los latinoamericanos y los europeos tenemos la misma percepción cultural de cómo va el mundo, sufrimos las mismas dificultades de adaptación a la economía globalizada. Hay que hacer un esfuerzo de diálogo para buscar un eje de centralidad en el que puedan entrar desde Calderón México o Uribe Colombia, hasta Bachelet Chile y Kirchner, Cristina en este caso Argentina, para decir: estos son los déficits que América Latina arrastra históricamente para incorporarse a la economía global con éxito, para desarrollarse como sociedades, para redistribuir ingresos y para mejorar las prestaciones institucionales -en términos de previsibilidad- en el proceso de toma de decisiones y de mayor seguridad física y jurídica. Mi planteamiento, desde el punto de vista intelectual, es fomentar un diálogo con un debate que ofrezca respuestas en las que quepan alternativas de centro derecha y de centro izquierda, que permitan que América Latina no siga siendo la mitad en producto por habitante que la población que representa en el mundo, cosa que no era hace 30 años. Tiene que recuperar posiciones.
¿Y las acusaciones de neoimperialismo a las empresas españolas?
Las empresas españolas están haciendo un enorme esfuerzo en terminales muy sensibles. Han contribuido a una parte no despreciable de la modernización de América Latina y, sin embargo, su presencia ha tenido un déficit de acompañamiento estratégico que hace que se distorsione la opinión pública. Y un defecto más. Como en toda aquella inmensidad cultural se habla la vieja lengua que tenemos, se produce la confusión de creer que se puede hacer exactamente lo mismo en Argentina que en México, o en Chile que en Perú, y no tiene nada que ver. Para eso no estamos entrenados. Porque hay pocos españoles que, de verdad, se interesen por conocer América Latina, mientras hay muchos latinoamericanos que se interesan por conocer España y Europa. Ese desequilibrio lo seguimos manteniendo incluso en nuestro aparato exterior. El capital humano que dedicamos a toda América Latina es el que sería necesario para atender a un solo país como México o Brasil.
¿Cuál sería la mejor noticia de Estados Unidos para España tras las elecciones del próximo noviembre?
Yo creo que van a ganar los demócratas. La gran paradoja es que Barack Obama tendrá más dificultades para vencer a John McCain de las que tendría Hillary Clinton. Eso no quiere decir que no pueda ganar. En uno u otro caso, espero que suponga, y eso sería la buena noticia para España, un cambio sustancial para evitar los dos grandes errores de la Administración saliente. Uno, el de una política exterior muy errática, muy mala, que nos ha llevado a situaciones peores que al comienzo en todos los desafíos y en todas las amenazas. Y dos, en la política interna, en materia económica, por el desequilibrio que Estados Unidos padece en estos momentos y está filtrando al resto de la economía mundial. Es verdaderamente increíble cuando oigo a los grandes amigos de la Administración americana en España hablar de que no estamos haciendo bien las cosas aquí y que mejor lo hubiéramos hecho como George Bush, que debe ser su modelo. Eso va a cambiar, y también cambiará si gana McCain. Yo tengo respeto y amistad por Estados Unidos, pero las torpezas que he vivido en este periodo -hablo de torpezas, no de ideología- nunca las había conocido.
Dos de sus libros publicados llevan en el título la palabra futuro, ¿qué es lo que más le preocupa de ese porvenir?
La falta de comprensión conceptual de los fenómenos que estamos viviendo. Ya veo que todos los políticos hablan ahora en sus discursos de los temas de los que yo venía hablando hace 12 o 14 años, cuando estudié el efecto de la globalización en la política y también en otros campos, pero todavía dudo de que la inmensa mayoría de ellos sepan a qué se están refiriendo. Y eso me inquieta mucho. La revolución tecnológica es una revolución de la comunicación entre todos los seres humanos, por tanto afecta a todas las relaciones. Desde el sistema financiero -que, como estamos viendo, parece un gran casino internacional, y no sé si el crupier va a llegar a decir 'no va más', pero algo habría que decir-, hasta las relaciones comerciales, culturales todo está afectado. Pero igualmente el progreso científico-tecnológico, que produce también un efecto de avance exponencial en la física de partículas, en bioquímica, etcétera. Y esto no se ha entendido suficientemente. Los parámetros con los que movíamos nuestra realidad política de Estados-naciones, incluso de integración europea, ya no sirven para definir las relaciones globales.
La lucha contra ETA. 'Los terroristas deben perder toda esperanza'
La lacra terrorista tiene más años que la democracia en España. ¿Atisba una salida? Sí. No hay que darles cuartel. Tienen que perder toda esperanza de sacar alguna ventaja política de la violencia. Toda la esperanza. ¡Tienen que perder toda la esperanza! El terrorismo está más débil que nunca en su capacidad de acción, aunque mañana nos maten a alguien; más derrotado que nunca, más aislado que nunca Pero es más relevante que nunca por la irresponsabilidad de haberlo introducido en el debate político por la puerta de atrás.
Los empresarios. 'El mejor emprendedor es aquel capaz de hacer una oferta que crea demanda'
Dígame algo que le diría a un joven español que quiera ser empresario Que debe tener autonomía personal significativa, y liderazgo. Y liderazgo es tener capacidad para hacerse cargo del estado de ánimo de los otros; tener capacidad para cambiar ese estado de ánimo con un proyecto en el que se crea de manera no mercenaria; tener capacidad de coordinar equipos humanos, y comprender que el mejor emprendedor que existe no es el que satisface una demanda que ya hay, sino el que es capaz de hacer una oferta que crea demanda.
Las Comunidades Autónomas. 'Es un disparate decir que hay que poner a competir a las autonomías en fiscalidad'
Usted ha alcanzado la sabiduría de conocer lo importante que es hacer las cosas con las manos, ¿qué forma le daría a los próximos 30 años de España? Yo creo que está bien con la forma que tiene. Pero trataría que se comprenda que la descentralización política, que no tiene límites porcentuales, sí los tiene para el mantenimiento de la cohesión entre todos ciudadanos. No es la cantidad de poder que se transfiere lo que importa. Y trataría que se comprenda, sobre todo, que la distribución del poder no es neutra, no es un proceso de suma cero, de lo que te quito a ti me lo quedo yo y estamos a la par No, no. O es un proceso de suma virtuosa en el que todos ganan o es un proceso en el que todos pierden. Ese es el gran problema. Decir que a costa del poder central yo me fortalezco No, 'a costa de', no. Usted se fortalece al tiempo que lo hace el poder central y a la inversa. No suma cero. O perdemos, y entonces perdemos todos, o ganamos todos. Por eso me inquieta oír a veces que hay que poner a competir a unas autonomías con otras en la fiscalidad básica. Es un disparate. Llega la armonización fiscal básica de Europa, con el mercado interior sin fronteras, y aquí llevo hasta 12 años oyendo que hay que poner a competir en fiscalidad unas autonomías con otras. Es una falta de comprensión de cómo funciona la cosa, incluso por gente muy inteligente, que me aterra.