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Columna
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La crisis alimentaria

La crisis alimentaria que se está extendiendo por el mundo no debería constituir ninguna sorpresa. Era perfectamente predecible desde hace bastantes meses. Ante la actual situación, que adquiere mayor dramatismo en los países en vías de desarrollo importadores de alimentos, deben adoptarse medidas de efectos inmediatos que actúen sobre las causas principales de esta crisis. La primera medida es aumentar la ayuda para alimentar a las poblaciones en riesgo, como está demandando la FAO.

Pero el resto de propuestas ya se enfrentarán con opiniones divididas, debido al actual debate sobre las causas desencadenantes de la escasez de productos agrarios y alimentos. Por ejemplo, se argumenta que las malas cosechas en algunos países han contribuido al desequilibrio oferta/demanda. Este es un suceso que siempre afectó a la agricultura y que no puede ser corregido. No obstante, no hay que confundirse, la cosecha mundial de cereales en 2007 ha sido récord histórico, como lo va a ser según las previsiones la de 2008.

El incremento del consumo alimentario por parte de una población mundial en aumento, cada día más urbanizada y con mayor renta, debido al fuerte crecimiento económico que se está produciendo en muchos países, es un hecho a constatar. Es lógico que así ocurra y poco se puede hacer al respecto a corto plazo. En España, desde la época de López Rodó sabemos que el aumento de la renta per cápita en poblaciones con elevada propensión al consumo de alimentos fomenta fuertes incrementos en la demanda, así como cambios en los hábitos alimentarios. Se tiende a consumir más productos lácteos, más carnes, etcétera. Esas poblaciones tienen derecho a comer más y mejor.

Por otra parte, la agricultura siempre ha sido un sector con cierta rigidez estructural. La oferta no se acomoda a corto plazo a cambios súbitos en la demanda, ya que el crecimiento de la producción requiere un uso de recursos no siempre disponibles (tierra, agua, capital humano, tecnología…). Por ejemplo, los nuevos regadíos para evitar la servidumbre climatológica requieren muchos años y una planificación muy detallada. ¿Qué nos queda? ¿Qué otras causas han podido influir en la actual situación?

La especulación en los mercados de materias primas es evidente que está contribuyendo al alza de precios. Las expectativas de los operadores en los mercados han sido desatadas por el frágil equilibrio oferta/demanda de los últimos años. Pero ¿cuál ha sido la gota que ha colmado el vaso, precipitando los acontecimientos? En mi opinión, los mandatos de EE UU y de la UE en materia de utilización de biocarburantes, que aseguran a los operadores una demanda adicional a la alimentaria, de cereales y aceites vegetales, progresiva y creciente a lo largo de toda la próxima década. Este sí que es un factor sobre el que es posible actuar políticamente y, probablemente, de efectos inmediatos sobre la especulación en los mercados.

Puede hacerse la prueba, estableciendo una moratoria de cinco años en la estrategia europea de biocarburantes que, al mismo tiempo, permitiría al presidente de la Comisión Europea finalizar esos famosos estudios para comprobar los efectos medioambientales y de ahorro de gases de efecto invernadero que ha anunciado. Los han encargado ahora, cuando la crisis alimentaria ya ha estallado y cuando los expertos de la Agencia Europea de Medio Ambiente han alertado contra las medidas adoptadas.

De Brasil y de EE UU no cabe esperar nada. Eso sí, Brasil, paladín del libre comercio mundial, acaba de adoptar medidas intervencionistas y restrictivas sobre las exportaciones de arroz. Por su parte, EE UU celebra el enriquecimiento de sus grandes productores de soja y de maíz, en pleno año electoral. En 2008, un 30% de la producción de maíz de EE UU se dedicará a producir bioetanol, siendo el primer exportador mundial de maíz con el 69% de la cuota mundial de este mercado.

Por último resta analizar las causas que han provocado la fuerte disminución de stocks. En la UE se conocen sobradamente, ya que lleva más de una década luchando para que desaparezcan las existencias de productos agrarios. Los costes financieros de mantener stocks de seguridad alimentaria son muy elevados. Por esa razón también China y la India han adoptado políticas de reducción en las existencias de arroz. También EE UU. Y además, con el beneplácito de la Organización Mundial de Comercio que, ya desde tiempos de la Ronda Uruguay, ha considerado los stocks públicos como una de las mayores distorsiones de los mercados libres, haciendo oídos sordos al refrán popular de que 'con las cosas de comer no se juega'.

Carlos Tió. Catedrático de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid

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