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Debate abierto
Tribuna
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Derivados, el nuevo idioma financiero

No deja de ser curioso que los objetivos últimos de cualquier producto financiero, por sofisticado que sea su diseño, son los mismos que los de cualquier ciudadano de a pie: batir al euríbor, ganar más que la inflación y hacerlo de la manera más tranquila posible, es decir, descorrelacionadamente. Las respuestas que la ingeniería financiera ha ofrecido masivamente al gran público (particulares y profesionales), bajo las etiquetas de fondos monetarios dinámicos o de retorno absoluto, en su mayoría han decepcionado. ¿Debemos entonces renunciar a poder ganar más que lo que me cuesta la hipoteca o estamos condenados a perder poder adquisitivo si no arriesgamos? ¿Cómo?

El error se ha gestado por pensar que un fondo de retorno absoluto es un vehículo para recolectar cupones o conseguir un diferencial de rentabilidad extra, a base de asumir riesgo crediticio en vehículos de dudosa transparencia y aparente baja volatilidad. Los verdaderos productos de rentabilidad absoluta no son así. Dotan a los gestores de instrumentos para poder ganar dinero cuando estalla la crisis subprime (con posiciones cortas sobre el ABX subprime index o vía Itraxx-crossover), permiten obtener rentabilidad con el rumor de un incremento de la probabilidad de quiebra de un banco (comprando protección vía credit default swaps) o pueden lograr ganancias superiores al 10% ante situaciones de nerviosismo o pánico (a través de straddles o variance swaps). Esta nueva generación de fondos Ucits III, no son ni mucho menos activos sin riesgo, pero están diseñados para poder decir que son una alternativa con posibilidades reales de batir al euríbor en todo tipo de mercados.

Otra de las decepciones históricas que hemos vivido recientemente se ha generado cuando se nos ha ofrecido la posibilidad de 'participar del negocio de los bancos' pudiendo comprar sus préstamos a través de titulizaciones o fondos de ABS que, supuestamente, tenían como objetivo preservar el capital. No sólo no se ha preservado, sino que hemos visto como las pérdidas se descontrolaban hasta un punto que era imposible detener la sangría.

¿Cómo es posible que un instrumento tan sano y útil para redistribuir riesgos como el de la titulización, pueda convertirse en un arma tan destructiva? Esto ha provocado un cambio fundamental en la ingeniería de productos financieros que se reduce a: cuando queramos preservar, invirtamos en pura liquidez y con lo que nos podamos permitir, arriesguemos de verdad. Busquemos productos donde lo que haga el gestor tenga peso en la rentabilidad final y no sea tan dependiente de los movimientos del mercado.

Aquí es donde tienen cabida, aunque sea en menores porcentajes, los hedge funds (vehículos donde el gestor tiene libertad total a la hora de ver con que instrumentos invierte y si pide prestado dinero), las materias primas, los inmuebles o el private equity (financiando compañías que empiezan, equipos que deciden dejar multinacionales, proyectos de expansión o empresas que pasan por dificultades, conocidas todas estas estrategias por venture capital, LBO, mezaninne y distressed debt). De todas formas, no nos engañemos, no existen hedge funds con liquidez diaria y sin volatilidad. Claramente, o no son verdaderos hedge funds, o realmente no habrá liquidez si nos vuelve a caer otra tormenta.

El gran cambio de ambas alternativas reside en usar los derivados para evitar riesgos o comprar 'seguros baratos y rentables', por si pasa algo inimaginable o fallamos. Nada está garantizado con todo esto y tampoco que algún mes podamos tener algún susto pero sí que evitaremos pérdidas irrecuperables y tendremos opciones de batir a la últimamente peligrosa inflación y al temible euríbor.

Una vez me preguntaba un amigo si hablar inglés en el trabajo era imprescindible. Teniendo en cuenta que hay ejecutivos de éxito, que no lo hablan, uno puede prensar que imprescindible, lo que se dice imprescindible, no es. Ahora bien, sin hablarlo uno pierde oportunidades, su calidad de vida laboral cae y es muy probable que duerma regular más de una noche.

Pues bien, el inglés de hoy en el mundo financiero son los derivados. No como instrumento de riesgo desmedido, sino como un activo más y que nos permitirá arriesgar sólo dónde y cuándo queramos. Ignorémoslos y viviremos, pero seremos dependientes de nuestro entorno en lugar de decidir nuestro propio destino, aún cuando nos equivoquemos.

Juan Ramón Caridad. Socio de Atlas Capital y analista de inversiones alternativas

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