Hacia un acuerdo que comprometa a todos los países
Cristina Narbona lucha contra el cambio climático. La reciente Cumbre del Clima celebrada en Bali ha marcado el inicio del proceso formal que culminará en un acuerdo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Entre las iniciativas para alcanzar estos objetivos está la utilización de energías renovables, como la solar
El año 2008 se presenta decisivo en la agenda internacional de lucha contra el cambio climático. Es un año de citas de trabajo impostergables, un año en el que arranca la cuenta atrás del próximo acuerdo multilateral que sustituya al Protocolo de Kioto, más allá de 2012. Y éste ha sido, justamente, el gran éxito de la Cumbre del Clima de Bali: se ha iniciado el proceso formal que tiene que culminar en un acuerdo que deberá incluir un objetivo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El plazo para la tarea concluye a finales de 2009.
Para la Unión Europea (UE), que ha venido liderando esta batalla a escala internacional, tiene muchísimo valor el que se ponga en marcha un proceso formal, que parte de la aceptación de todos los países desarrollados, incluyendo los que no han ratificado Kioto, de acometer acciones de mitigación medibles. El documento final de Bali establece, asimismo, obligaciones de información en el sistema multilateral y verificables, que incluyan limitaciones de emisiones cuantificadas, asegurando la posibilidad de comparar esfuerzos entre todos los países desarrollados y tomando en consideración las distintas circunstancias nacionales.
En la COP XIII de Bali logramos el mejor texto posible, teniendo en cuenta las posiciones discrepantes iniciales. El papel desempeñado por la Unión Europea fue determinante para la consecución de un acuerdo que nos va a permitir salir del impasse actual, en el que algunos países desarrollados que no han ratificado Kioto no están obligados a los esfuerzos de mitigación comparables a los que hacemos los países que sí hemos firmado Kioto.
Para la UE tiene mucho valor que se ponga en marcha un proceso formal que sustituya a Kioto
Otro de los temas clave para los representantes de la UE era que en Bali se reconociera la relevancia de los resultados del IV Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático y, efectivamente, el Informe de Valencia fue destacado en la hoja de ruta de Bali como la referencia científica común. Recordemos que este documento deja claro que el cambio climático es inequívoco y que cualquier retraso en disminuir significativamente las emisiones va a dificultar la estabilización de gases de efecto invernadero en la atmósfera y, por lo tanto, va a incrementar el riesgo de impactos severos en el clima.
Según lo acordado en Bali, en la próxima COP XV, que se desarrollará en Copenhague, en 2009, habrá que adoptar un acuerdo que establezca reducciones profundas de las emisiones globales para conseguir los objetivos de la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra el Cambio Climático y enfatiza que ello tiene que hacerse de forma urgente.
Es cierto que, lamentablemente, la hoja de ruta de Bali no refleja todas las aspiraciones de la UE, que pretendía se fijara explícitamente el rango de reducción del 25% al 40% para los países desarrollados en 2020. Esta cuestión, que supone hoy un gran conflicto para países como EE UU, Rusia, Japón o Canadá, conllevó un arduo debate y, en el documento, se resolvió finalmente con una nota al pie. No hay que olvidar que una negociación internacional y la construcción de consensos requieren de partes capaces de flexibilizar posiciones en busca de una meta ambiciosa y de largo plazo como la posibilidad de contar con una herramienta internacional común para frenar la emisión de gases de efecto invernadero.
Respecto de los países en vías de desarrollo, cabe destacar que tendrán que comprometerse en acciones de mitigación en el contexto del desarrollo sostenible, igualmente verificables, medibles y sujetas a la información a los órganos multilaterales. Estos órganos apoyarán, a su vez, a las economías emergentes, con transferencia de tecnología, construcción de capacidades e instrumentos financieros. Las acciones de mitigación, en este caso, comprenden un amplio abanico de políticas, que va desde las que tienden a evitar la deforestación o la degradación de los bosques a la extensión de las energías renovables.
Y, por último, una decisión especialmente valiosa para España es la que subraya que el futuro acuerdo tendrá que otorgar un papel reforzado a la adaptación, centrándose en la gestión y estrategias de reducción de riesgos y desastres frente a lo inevitable, y en el fomento de la diversificación económica para incrementar la protección frente al cambio climático y reducir las vulnerabilidades.
Cristina Narbona. Ministra de Medio Ambiente