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Columna
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El BCE lo ve crudo

José Carlos Díez

En 2004, escuché por primera vez argumentos sólidos que anticipaban un barril de petróleo a 100 dólares. Era una conferencia de un excelente economista francés y versaba, cómo no, sobre el Dragón chino y el Elefante indio. Aunque los países de la OCDE seguimos consumiendo la mitad de la energía mundial, ya no somos determinantes para explicar la dinámica de precios de las materias primas. Asia ha explicado dos tercios del crecimiento de la demanda de energía desde el año 2000 y sólo China la mitad de la misma. Las previsiones de crecimiento del PIB para China en 2008 superan el 10%, por lo que debemos acostumbrarnos a precios elevados del crudo y del resto de materias primas.

Comienza el año con el precio del barril por encima de 100 dólares, sin duda un hecho histórico. No obstante, si actualizamos los precios a dólares de 2007, el petróleo ya cotizó por encima de esa mítica cifra en 1980. En aquel entonces, la subida del precio fue abrupta, como consecuencia de la revolución de los ayatolás en Irán, y provocó un fenómeno que los economistas rigurosos usan con cautela: la estanflación.

En 1980, EE UU sufrió una recesión de libro, con crecimiento negativo del PIB y una tasa de paro superior al 10%. El deflactor de precios del gasto personal, excluyendo energía y alimentos, registró tasas de dos dígitos, al igual que los bonos del Tesoro a largo plazo y los bonos corporativos con calificación AAA cotizaban próximos al 15%. 2008 comienza con un crecimiento de la economía americana próximo al 2,5% anual, la tasa de paro en el 5%, el deflactor central del consumo en el 2% anual, los bonos del Tesoro a diez años por debajo del 4% y los bonos corporativos AAA en el 5,5%. Por lo tanto, desconfíen de cualquiera que utilice esa palabra maldita para describir el mundo actual.

Si actualizamos el precio del petróleo a dólares de 2007, ya cotizó por encima de los míticos 100 dólares en 1980

En los ochenta, la economía mundial era crudodependiente. Hoy el crudo sólo supone un tercio de la demanda total de energía y para producir una unidad de PIB mundial necesitamos cuatro veces menos petróleo que en 1980. Esto ayuda a explicar por qué en los últimos cuatro años la economía mundial ha registrado el mayor crecimiento de las tres últimas décadas, con estabilidad de precios, a pesar de que el precio del crudo se ha multiplicado por cuatro.

No obstante, hay que destacar que la economía mundial de 2008 ya no es la misma que la de los años precedentes y que su capacidad para hacer frente a esta nueva perturbación que supone la subida de los precios del crudo y del resto de materias primas es muy inferior.

La eficiencia con la que los mercados financieros han canalizado los elevados desequilibrios globales y han posibilitado casi la totalidad de los proyectos de inversión se ha visto truncada por la crisis financiera del pasado verano y eso, por si sólo, reduce el crecimiento potencial de la economía mundial. Los primeros en sufrir las consecuencias han sido los ciclos inmobiliarios y el consumo privado de los países desarrollados. Los consumidores estadounidenses, británicos y españoles se unen al club de consumo débil de alemanes y japoneses y este club supone dos tercios del consumo privado mundial.

El crecimiento mundial dependerá del consumo en los países emergentes, algo lastrado por la subida de los precios de los alimentos, del ciclo de inversión de las empresas y del gasto público. Teniendo en cuenta que el FMI ha modificado la metodología de medición de la paridad de poder adquisitivo y que China e India han bajado su peso casi a la mitad, esto supondrá que el crecimiento del PIB mundial en 2008 estará próximo al 4%. Además, la apreciación del yuan contra el dólar ha forzado a las empresas chinas a incrementar sus precios de exportación y los bancos centrales pierden el aliado de la deflación importada.

Por lo tanto, el efecto contagio de la subida de los precios de las materias primas sobre las inflaciones subyacentes aumenta y dependerá, en último término, de la presión de demanda doméstica sobre los precios de los bienes no transables.

Este nuevo escenario supone una normalización con respecto al que registró la economía mundial en la década de los noventa y complica la gestión de la política monetaria. Los mercados siguen dependiendo de las inyecciones de liquidez pero el margen de los bancos centrales para bajar tipos de interés no es muy elevado. Hoy entra en escena el BCE y mantendrá un discurso similar al de meses anteriores. Los tipos interbancarios están próximos al PIB nominal de la eurozona por lo que los tipos oficiales están cerca de su nivel neutral. Sin duda, un nivel cómodo para afrontar el escenario descrito anteriormente. A corto plazo, las tensiones en los mercados financieros aumentan la probabilidad de ver bajadas de tipos del BCE y a medio plazo, si se va normalizando la situación en los mercados, hace que la probabilidad de ver subidas de tipos sea mayor.

Buenas noticias para la economía española, ya que contaremos con tipos expansivos en la actual fase de desaceleración cíclica. Teniendo en cuenta la intensidad del ajuste residencial y lo complicado que se ha puesto el escenario internacional, nuestra economía se está comportando francamente bien y comienza a hacer efecto el principal cambio estructural que se ha producido en la última década: el aumento de la flexibilidad.

El crecimiento del PIB se ha situado en el 0,7% trimestral y es previsible que siga desacelerando hasta 0,5% trimestral a lo largo del año. En 2006, el crecimiento promedio del PIB fue del 1% trimestral, por lo tanto la desaceleración del conjunto del PIB está siendo gradual.

La recesión sigue siendo el escenario de riesgo y la probabilidad de que se materialice también sigue siendo reducida.

José C. Díez. Economista jefe de Intermoney

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