El fantasma del paro hace saltar las alarmas
El mercado laboral registra cada vez más síntomas de agotamiento
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa en marzo de 2004, el mercado laboral empezaba a recuperarse de una minicrisis que experimentó la economía española en 2003, contagiada por una desaceleración del entorno internacional. Sin embargo, en aquella ocasión la sangre no llegó al río, el empleo se estancó pero no hubo destrucción de puestos de trabajo. Desde entonces, la ocupación volvió a crecer en tasas superiores al 4%.
De hecho, la última crisis como tal que ha vivido el mercado de trabajo en España fue la de 1992. En aquel momento se destruyeron un millón de empleos en poco más de un año y la tasa de paro se elevó al 24,5% a principios de 1994.
Desde aquel año, el mercado laboral sólo ha experimentado aumentos de actividad y de empleo, aunque entre 2001 y 2003, sin destruirse empleo sí aumentó el paro registrado en cada uno de estos años. Esto ha vuelto a ocurrir en 2007, con 106.674 desempleados más que en 2006, lo que ha hecho saltar todas las alarmas.
Esta situación va unida a otra que, aunque no sea tan alarmante, sí abre la puerta a la incertidumbre. Desde que a finales de 1994 se iniciase la recuperación de la crisis de 1992, el empleo ha crecido más que la población activa (personas entre 16 y 64 años dispuestas a trabajar).
Esto significa que todos los nuevos activos encontraban empleo y, además, los empresarios tenían que contratar a otras personas que estaban en el paro. Con ello, se ha recortado el desempleo desde entonces.
Sin embargo, en el tercer trimestre de 2007 (últimos datos de la Encuesta de Población Activa disponibles), el número de activos creció lo mismo que el empleo, con lo que la ocupación se ha estancado; y, a tenor de los datos del último trimestre de afiliación a la Seguridad Social y paro registrado, esta tendencia podría haberse invertido entre octubre y diciembre, y que haya crecido menos el empleo que la población activa, algo que no ocurría desde 1994.
No obstante, parece poco probable que se repita la intensidad de la crisis de 1992, ya que para ello deberían destruirse 1,5 millones de puestos de trabajo.
La economía española es ahora más madura e inmersa en el ámbito internacional que hace quince años. Y el mercado laboral, tras varias reformas, es más flexible: con un amplio grupo de trabajadores menos costosos por el abaratamiento del despido y las subvenciones al empleo fijo y, sobre todo, por la llegada de tres millones de trabajadores extranjeros con salarios más bajos.
Si bien, una crisis ahora, aunque fuera menor, podría traer consecuencias sociales más graves por el elevado endeudamiento de las familias y la falta de redes de protección de los inmigrantes.