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Debate abierto
Tribuna
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Una economía con el petróleo a 100 dólares

Hay quien puede sentirse esperanzado por el hecho de que el precio del petróleo ha perdido casi 10 dólares en el curso de las últimas semanas. Que no se llamen a engaño: se trata de un movimiento estacional calcado al de los cinco años anteriores. El agravante es que, con cada ejercicio que pasa, el petróleo va escalando cotas cada vez más altas y ahora la marca psicológica de los 100 dólares por barril se perfila como el destino inmediato. Las cifras son de vértigo: entre 2001 y 2007, la revalorización del crudo Brent, el referente europeo, es del 350%. La última decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de mantener su oferta oficial en 27,25 millones de barriles añade más leña al fuego de la constante presión sobre el precio.

Los futuros del petróleo se intercambian por encima de 88 dólares hasta enero de 2010. Cuando el precio de los futuros es inferior al de contado, en el argot del mercado se denomina backwardation. Los niveles actuales indican dos cosas: una, que los inversores aceptan -ante la expectativa de inminentes repuntes- pagar un petróleo a 88 dólares, que es un 40% más caro que hace doce meses; la otra lectura es que si los precios no suben, las petroleras no tienen incentivos para acumular reservas. Es decir, al igual que en el caso de la oferta, el sesgo del mercado es alcista.

Por otra parte, la fuerza del consumo viene ahora de Asia y es imparable. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que, para atender sus necesidades energéticas, estos dos países invertirán al menos 3,4 billones de euros (más de tres veces el PIB de España) durante los próximos 20 años. Los dos gigantes asiáticos representarán en 2030 el 25% del consumo mundial de petróleo. 'Todos los esfuerzos que podamos hacer aquí son irrelevantes. Lo que está pasando en China e India es mucho más grande que cualquier cosa que pueda ocurrir en cualquier otro lugar', comentaba hace poco en una conferencia en Londres el jefe del equipo de materias primas de una gestora internacional. Los resultados están a la vista: seis años consecutivos de escalada del barril.

El crudo está presente hasta la última fibra del tejido de la vida moderna. Los derivados del llamado oro negro son indispensables para la elaboración de plásticos, fertilizantes, detergentes, fibras textiles, lentes de contacto, productos de belleza personal e incluso discos de DVD. Si la escalada del barril no se ha trasladado con toda su intensidad a la cadena de precios es por dos factores: en primer lugar, por la exportación masiva de manufacturas baratas desde Asia con un efecto defeccionista y, en segundo término, por el inmenso esfuerzo en eficiencia energética de las economías occidentales. A la hora de tratar de bosquejar el posible camino futuro del petróleo, la clave de bóveda es la siguiente: el crudo se acaba y eso es una tendencia sin remedio.

Los cálculos más recientes realizados por la petrolera británica BP y la AIE señalan que, en el caso imposible de que el ritmo de consumo se mantuviese invariable en el próximo medio siglo, habrá petróleo hasta 2050. Viendo lo que ha sucedido en la presente década, es fácil hacerse una idea de lo duros que pueden llegar a ser los últimos años de ese periodo. De hecho, la AIE ya ha advertido de una 'crisis global de suministro' en 2015 si las circunstancias de mercado no cambian.

El único lugar del mundo donde se puede bombear crudo de calidad, en abundancia y a buen precio es en Arabia Saudí, suelo de una cuarta parte de las reservas de petróleo conocidas. Pero los problemas de la industria también llegan hasta allí. Fuentes de la UE han revelado que los saudíes ya están recurriendo a la inyección de gas para la extracción de petróleo. ¿Qué significa esto? Dos cosas. La primera consecuencia es que el crudo saudí ya no es tan barato como antes, aunque siga siendo enormemente rentable; esto implica que el aliado estratégico de Occidente en el golfo Pérsico no estará tan interesado como lo ha estado siempre en contener el precio del barril; la segunda conclusión es que si el reino árabe ya tiene problemas para sacar su petróleo a la superficie, asusta pensar que estará sucediendo en otras partes del planeta donde bombear crudo es harto más complicado.

En resumidas cuentas, la trayectoria de la materia prima por excelencia está en las antípodas del promisorio panorama dibujado hace cuatros años y medio, tras la invasión de Irak. En mayo de aquel año, mientras el presidente de EE UU, George Bush, proclamaba -vestido de piloto para la ocasión- 'misión cumplida', su vicepresidente, Dick Cheney, calculaba que la exportación de crudo iraquí proporcionaría unos ingresos anuales de 20.000 millones de dólares. No hace falta recordar cómo está la situación, pero sí algunas omisiones que invalidan por completo la promesa oficial de un petróleo barato. Hace más de 30 años que no se descubre ningún yacimiento de importancia y el hundimiento de la cotización durante la década de los noventa ha desembocado en la carencia lacerante de inversiones en infraestructuras.

El panorama puede parecer dramático, pero no lo es tanto. La economía mundial marcha a paso firme hacia un proceso de extraordinaria eficiencia energética. Los datos recopilados por la AIE ponen de manifiesto que el consumo de petróleo por unidad de PIB se ha reducido en términos globales un 43% desde 1970; en EE UU, la mejora es la de 51% y en Europa un 53%. Las energías limpias, inexistentes hace varias décadas, están ahora en boga. China, el segundo país más contaminante del mundo y, presumiblemente, el primero en un plazo de cinco años, es uno de los grandes promotores de la energía eólica, como demuestra la presencia cada vez más importante de Gamesa en esta región. De hecho, los fuertes vientos que sacudieron la semana pasada la península ibérica provocaron que los molinos eólicos llegasen a satisfacer un tercio del consumo de energía durante el puente de la Constitución.

El vigente Código Técnico de la Edificación (CTE) obliga a instalar energía solar en todos los nuevos edificios. El debate sobre el uso de la energía nuclear se ha reabierto a escala global. El mundo, que ya aprendió de los grandes shocks del petróleo en los setenta y los ochenta, busca a gran velocidad fórmulas alternativas de la energía que ha engrasado la economía durante el último siglo y medio.

Desde 2001, el precio del barril va añadiendo una cifra a cada cierre anual. Un año después de que tractores y camiones bloquearan las carreteras de media Europa en protesta por la escalada del crudo, el Brent terminaba el ejercicio a 19,9 dólares. Al año siguiente ya eran más de 20 y en 2003, de 30; ¿en 2004?, de 40, por supuesto; en 2005, la marca superó los 50 dólares y el año pasado, los 60. Esta secuencia apuntaría a más de 70 dólares para este año, pero esta vez todo apunta a que se irá incluso más lejos; incluso quedarse en ochenta dólares supondría un alivio.

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