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Tribuna
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Un estímulo imparable

Hace tan sólo 10 años era impensable que inversores institucionales presionasen a favor de un acuerdo sobre el cambio climático. Sin embargo, en estos días, representantes de inversores de Europa y Australia, con un patrimonio de más de cuatro billones de euros, han enviado una carta dirigida a los jefes de Estado de las delegaciones presentes en la Conferencia de Bali, demandando que se avance en el Tratado Post-2012 para que puedan invertir en proyectos a largo plazo para reducir las emisiones de CO2 y contrarrestar el cambio climático.

¿Por qué? ¿Qué ha pasado para que ocurra esto? ¿Acaso los grandes inversores comparten hoy los mismos intereses que los activistas medioambientales?

Lo que realmente ha comenzado a ocurrir es que la globalización entendida como la internacionalización y liberalización de los mercados, sobre todo en los mercados financieros, está llevando a un proceso cada vez más intenso de flujos de capitales que viajan de un lado a otro y que tienen una capacidad de influencia directa sobre el desarrollo socioeconómico de la humanidad. Hay un capitalismo financiero que compra y vende con fines especulativos con una voracidad ilimitada. Lo sabemos bien y lo sufrimos en todo el mundo porque su poderío financiero es enorme y su conciencia social inexistente. Pero hay también, y afortunadamente cada vez más, una parte creciente de la inversión y de los flujos financieros que se mueve por motivaciones a largo plazo, que valoran parámetros no sólo financieros sino extrafinancieros, como la reputación, el buen gobierno de las empresas y su responsabilidad social y medioambiental.

De esta forma, los mercados financieros constituyen un plano esencial para la actividad responsable de las empresas y, a su vez, la inversión socialmente responsable se ha convertido en uno de los principales agentes dinamizadores de la responsabilidad social empresarial (RSE) a través de la aplicación de los criterios de inversión socialmente responsable (ISR).

La ISR, en su origen, tuvo una motivación básicamente moral, religiosa, ideológica o social. En un principio, se centró en el boicot o la exclusión de determinados sectores o empresas de las carteras de inversión y tuvo un alcance limitado. Sin embargo, la nueva corriente que se va imponiendo en los últimos años trata de incorporar de forma integrada criterios económicos, medioambientales y sociales en la gestión de las carteras de acciones de los inversores institucionales, seleccionando las mejores empresas de cada sector. También, bajo este enfoque amplio de la ISR, se incluyen hoy aquellas organizaciones que sin discriminar positiva o negativamente la cartera, tienen como fin mantener un diálogo con las compañías en las que invierten acerca de su impacto social y medioambiental, tratando de influir en su comportamiento, llegando incluso a ejercer un activismo accionarial haciendo uso de los derechos de voto en las juntas anuales de accionistas. En EE UU, cerca de un billón de dólares es controlado por inversores que son accionistas activos en responsabilidad social y las ISR representan cerca de un 10% de los activos invertidos en los mercados. En Europa, es el Reino Unido el país donde el mercado de la ISR se encuentra más maduro, con un crecimiento espectacular desde 1989. El volumen de ISR no llega al 1% de los fondos financieros que hoy se invierten en España.

¿En qué deberíamos avanzar en España? Desde Alternativa Responsable (www.alternativaresponsable.org) queremos responder a dos cuestiones claves:

¿Cómo puede colaborar la Administración pública?

l Contribuyendo a la dinamización del mercado de las ISR, contemplando criterios de responsabilidad social empresarial en la gestión de sus propias inversiones financieras (Fondo de Reserva de la Seguridad Social, fondos de pensiones de las empleados públicos, etcétera).

l Jugando un papel regulador, facilitador y promotor en el desarrollo de una normativa que exija transparencia a las entidades gestoras de fondos de inversión y planes de pensiones, indicando si incorporan o no criterios sociales, de buen gobierno y ambientales en la declaración de las política de inversiones de cada fondo. En esta línea, el artículo 69.6 del próximo reglamento de planes y fondos de pensiones puede ser muy relevante.

l Estimulando la inversión socialmente responsable, estableciendo políticas fiscales favorables, de forma que se incentive la inversión en sectores como, por ejemplo, energías renovables o viviendas sociales de alquiler.

¿Cómo puede colaborar el sector financiero (gestoras de fondos de inversión y de pensiones fundamentalmente)?

l Estimulando la creación de productos financieros de ISR que puedan canalizar la creciente demanda insatisfecha. Está demostrado que los ciudadanos, progresivamente, toman en mayor consideración los aspectos medioambientales, de salud y sociales a la hora de sus decisiones de consumo. Sería deseable que también pudieran hacer uso de esa misma sensibilidad a través de una gama de productos bancarios y de inversión que adoptasen criterios de ISR.

l Favoreciendo la mejora en la gestión ética de los productos de ISR, exigiendo estándares de calidad y transparencia en su gestión.

l Incrementando el esfuerzo de comunicación para aumentar la notoriedad acerca de este tipo de productos. En los últimos años existe un claro marketing social por parte de muchas entidades que transmite mensajes como el lado humano del dinero, la banca con corazón, las entidades financieras con vocación social. Con ser muy positivo, también subraya la carencia de un enfoque publicitario que olvida ofrecer a sus clientes productos de ISR como elemento diferenciador. Como señala Eurosif (el foro europeo de la ISR), el mercado podría además crecer con el lanzamiento de fondos inmobiliarios, centrados únicamente en criterios sociales, ahora que el Gobierno ha definido este producto como una prioridad. También sería aconsejable profesionalizar el sector, recurriendo a expertos en el análisis social y medioambiental de las carteras para evitar desconfianza y dar notoriedad a estos nuevos productos.

l Discriminando positiva o negativamente la cartera de inversiones, en función del análisis de riesgos reputacionales que pudieran derivar la adopción de buenas prácticas en materias conexas a la RSE.

Quedarán quienes se pregunten: ¿son rentables estos fondos? Diversos trabajos de investigación y sucesivos informes de consultoras, incluidos los elaborados por la ONU, aseguran que la rentabilidad de la inversión no se ve perjudicada porque sean ISR. Es decir, los fondos de inversión responsable sí son rentables.

Ramón Jáuregui (diputado PSOE); Juan José Almagro (director general de Comunicación y Responsabilidad Social de Mapfre); Marta de la Cuesta (profesora titular UNED); Javier Garilleti (director de Reputación y RSC de PricewaterhouseCoopers) y Jordi Jaumà (director de Ser Responsable.es)

www.alternativaresponsable.org

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