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Columna
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¿Crisis más profunda?

En marzo estalló en EE UU la crisis de las hipotecas basura, algo que se veía venir pero que nadie quería reconocer. En el mundo globalizado en que vivimos, la crisis ha incidido en la UE, especialmente en Alemania, Inglaterra y Francia. En España la incidencia directa ha sido mínima, derivada de las inversiones que las instituciones de inversión colectiva españolas han realizado en instituciones extranjeras con suspensión temporal de suscripciones y reembolsos que forman parte de sus carteras. A juicio de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, de los 290.000 millones de euros invertidos, la crisis sólo ha afectado a 46,9 millones. Sin embargo, según se ha publicado, las pérdidas sufridas por la gran banca mundial ascienden hasta ahora a 42.000 millones de euros, y podrían alcanzar en tres años 275.000 millones, ya que posee medio billón de euros en activos de riesgo.

Aunque hasta ahora los efectos directos sobre la economía real prácticamente sólo han afectado a EE UU, sin embargo han originado una desconfianza entre los agentes financieros, tanto de EE UU como de Europa, trasladando la crisis al mundo financiero. El efecto más espectacular ha sido la paralización de los mercados crediticios, que se ha achacado a la falta de liquidez del sistema. La causa sin embargo ha sido la desconfianza que surgió entre los agentes financieros, pues nadie conocía quién estaba afectado por dicha crisis, que se había extendido por todo el mundo debido a la titulización. En el interbancario, los préstamos sólo se negociaban a un día, a pesar de que algunos agentes tenían exceso de liquidez.

La Reserva Federal de EE UU, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra inundaron los mercados de liquidez, abriendo la compuerta de los préstamos, y ésta ha serenado los mercados financieros al saber que en última instancia los bancos centrales estaban dispuestos a inyectar liquidez, evitando la crisis financiera. La inyección de liquidez por el BCE ha dado lugar a una fuerte subida de la inflación en la zona euro, lo que le sitúa en la alternativa de aumentar los tipos de interés para contener la inflación, aunque esto pueda influir negativamente en el crecimiento. Aunque la crisis se ha amortiguado, los nubarrones subsisten.

El endeudamiento de las empresas no financieras lleva aparejado un alto riesgo ante la subida de los tipos

Como consecuencia del aumento del paro, la morosidad empezará a subir fuertemente

¿Por qué pensamos que la crisis económica será en España más profunda que en los países de la UE? Por la distinta naturaleza de su origen. Desde que España ingresó en la Unión Monetaria, ante el fuerte descenso de los tipos de interés y el gran paro existente, incentivó la demanda de vivienda, que para la sociedad española había constituido un bien escaso por no existir un mercado de alquiler y ser muy elevados los tipos de interés. El fuerte empleo originado por la construcción de viviendas dio lugar a un aumento del consumo de las familias, consagrándose así un modelo de desarrollo basado en la demanda interna que ha durado nueve años.

En el citado periodo la inversión de la economía española fue aumentando paulatinamente: en 1999 fue del 24,6% del producto interior bruto (PIB) y en el pasado año alcanzó casi el 30%. Dado que, a pesar de que la economía española generó en cada año del periodo un fuerte ahorro, superior al 22% del PIB, hubo que recurrir al endeudamiento exterior para financiar el déficit de la economía, que pasó del -1,8% del PIB en 1999 al -8,2% en 2006.

En mi intervención del 14 de noviembre de 2006 en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (¿Es sostenible la financiación del déficit exterior español?), planteé la cuestión de 'qué pasaría si los inversores extranjeros cambiaran la dirección de sus flujos de inversión a España hacia otros países, bien porque empezaran a dudar de la calidad de los activos que se le ofrecen en garantía o porque tuvieran la percepción de un cambio en la sostenibilidad del modelo de crecimiento español'. La contestación a la pregunta fue que, 'en cualquier caso, una retirada de los flujos financieros del exterior tendría consecuencias muy graves, al no poder continuar financiando nuestro actual modelo de desarrollo, con una fuerte caída del hasta ahora crecimiento sostenido'. La crisis del mercado hipotecario originado en EE UU hace inestable la continuidad de la financiación del déficit exterior creciente español.

La crisis en España no tiene su origen en el mercado hipotecario español, ni siquiera en los efectos indirectos que ha podido tener la misma, ya que, como hemos dicho, las instituciones financieras españolas prácticamente no habían adquirido productos derivados de las hipotecas basura de EE UU. Su origen se encuentra en la desconfianza que se ha originado en los mercados financieros, pues los prestamistas dudan de la solvencia del prestatario. Y más en el caso español, con un fuerte endeudamiento exterior, que a finales de 2006 alcanzó 1,9 billones de euros, casi el 200% del PIB, en términos relativos el país más endeudado del mundo, y con un déficit en balanza de pagos corriente que para el presente año se estima en el 9% del PIB.

El endeudamiento creciente de las empresas no financieras, que a finales de 2006 alcanzó 3,4 billones de euros (el 539% del PIB), y que en 1999 era sólo del 249% del PIB, lleva aparejado un alto riesgo ante la subida de los tipos de interés que los prestamistas exigirán, con la consiguiente repercusión en los beneficios. Si a ello unimos el gran endeudamiento de las familias, que en 2006 fue de 0,8 billones de euros, con un aumento del 171% sobre 1996, que en relación con su renta disponible bruta representaba en 2006 el 133% y en 1996 el 76%, lo que pone en peligro su capacidad de reembolso de las hipotecas, tendremos el fuerte riesgo en que se encuentra inmersa nuestra economía, que hace que los inversores extranjeros empiecen a mirar con temor la continuidad de sus inversiones en España. De lo expuesto se desprende que pensemos que la crisis que empieza a incidir en España será más profunda que la de otros países.

Los organismos internacionales prevén un crecimiento de la economía española para el próximo año que va del 2,6% al 3% como máximo, y para 2009 la Comisión Europea lo estima en el 2,3%, lo que supone una baja de 1,5 puntos del crecimiento que prevé para el corriente año, lo que tendría una fuerte incidencia sobre el paro, haría desaparecer prácticamente el superávit de las Administraciones públicas y la construcción de viviendas experimentaría una caída del 3% y el deflactor del PIB sería del 2,9%.

Anivel mundial se ha producido un endurecimiento de la financiación crediticia que afectará fuertemente a España, ya que su financiación exterior es de las más altas del mundo en términos relativos. La no continuidad de los flujos financieros del exterior tendría consecuencias muy graves: paro y caída del consumo. La crisis y sus consecuencias están llamando a la puerta; la posibilidad de obtener crédito del exterior continuará disminuyendo, lo que afectará a todos los sectores productivos, y las previsiones de crecimiento de la economía española se han desplomado. ¿Qué va a pasar con las viviendas que están en construcción, si las instituciones financieras que vienen financiando a los promotores no pueden continuar concediendo créditos por falta de liquidez?

El aumento de la morosidad ha comenzado, y como consecuencia del aumento del paro, que hará caer la renta disponible de los que tienen préstamos hipotecarios, la morosidad empezará a subir fuertemente. La volatilidad se ha apoderado de las Bolsas y los mercados de renta variable del sector inmobiliario han empezado a caer fuertemente. La salida de la crisis de la economía española no será fácil ni de corta duración.

José Barea

Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid

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