El 'chequeo médico' de la PAC
En los próximos días se espera una nueva comunicación de la Comisión Europea estableciendo las orientaciones para el denominado chequeo médico que debe revisar los resultados de la última reforma de la PAC (Política Agraria Común), iniciada en el año 2003, pero completada posteriormente con diversas normas complementarias y sectoriales en el contexto de un continuo proceso de destino cada día más incierto.
Por si no fuera suficiente con los cambios estrictamente agrarios, la nueva hoja de ruta para las energías renovables, aprobada por el Consejo Europeo en marzo de 2007, ha contribuido a agitar los mercados de muchos productos agrarios y alimentarios durante todo el año actual. La situación es tan caótica que parece recomendable que el chequeo médico incluya una prueba psiquiátrica que responda con claridad qué es la PAC y hacia dónde quiere dirigirse. Más que nuevos cambios precipitados lo que necesita la agricultura y el sector alimentario europeo es un nuevo escenario de medio y largo plazo al que adaptar sus estrategias empresariales con una mínima estabilidad.
La agricultura es una actividad económica con notables impactos territoriales y sociales. Cada día se enfrenta a unos mercados más abiertos y competitivos y, al mismo tiempo, se le impulsa a lograr una multiplicidad de objetivos en gran medida contradictorios, que definen un confuso modelo teórico que se ha denominado la agricultura multifuncional. Se conjugan y superponen el más rancio liberalismo comercial que persigue la desregulación y la apertura incondicional de mercados, el sometimiento acelerado a una estrategia medioambiental y conservacionista cada día más exigente, el respeto a una normativa de bienestar de los animales que ya desearían para sí mismos muchos humanos en este planeta, crecientes exigencias del consumidor en materia de calidad y seguridad en la alimentación, incluido un rechazo escrupuloso a casi todos los avances en materia de biotecnología aplicada al sector.
Todo ello en un mercado dominado por una dinámica de concentración empresarial, donde las grandes cadenas de distribución alimentaria rigen el mercado de productos de consumo, mientras otras grandes multinacionales controlan buena parte del de las materias primas que cada día transitan por el universo mundo. Se llega a decir que 'cualquier bocado que consume un estadounidense ha viajado unos 2.500 kilómetros, lo que significa que está marinado en petróleo'. La última novedad ha sido la incorporación de la agricultura como sector abastecedor de materias primas con fines energéticos, que ha devuelto la sonrisa a las empresas de fertilizantes y agroquímicos, ante lo que promete ser una nueva fase expansiva de las actividades agrarias más intensivas en el uso de todo tipo de inputs. Esquemáticamente, ésta es la situación actual a la que se enfrenta un sector que, además, gasta prácticamente la mitad del presupuesto de la Unión Europea, unos 55.000 millones de euros cada año.
En este escenario, el llamado chequeo médico planteará algunos remiendos a una política que avanza sin rumbo: porcentaje anual de incremento de cuotas lecheras que permita la liberalización del mercado dentro de otros siete años, desacoplamiento total de unos pagos únicos que tal vez se supriman dentro de cinco años, progresivo avance hacia un sistema de ayudas al territorio, por hectárea, que sustituya al actual de referencia histórica individual que supone una ayuda a la renta de los agricultores con mayores rentas, aumento de la modulación obligatoria que permita trasvasar fondos hacia el desarrollo rural para acelerar la renacionalización del gasto agrario Este es el lenguaje de los debates entre 27 países, que la sociedad europea contempla con incredulidad, incapaz de comprender nada, ante la ausencia de un modelo coherente y eficaz, al tiempo que suben de forma alarmante los precios de los alimentos.
Todos los objetivos deseables no pueden lograrse simultáneamente, aunque todos ellos sean razonables. Si perseguimos una agricultura competitiva a nivel internacional, que suministre alimentos y biocarburantes, tendremos que establecer una estrategia expansiva y guiada por la lógica empresarial pero, en este caso, deberíamos vigilar los impactos medioambientales. Si perseguimos una agricultura sostenible y respetuosa con el medio natural y la biodiversidad, serán las Administraciones y el presupuesto público quienes deban orientar el proceso. En este caso, habría que ser muy restrictivos en la apertura comercial exterior para evitar un acelerado abandono empresarial. Perseguir todo simultáneamente supone arriesgarse a perder casi todas las batallas, mantener o incrementar el gasto público y generar confusión generalizada.
Carlos Tió
Catedrático de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid