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Columna
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Euro, petróleo y dólar

Josep Borrell

Estamos tan condicionados por el sistema métrico decimal que cada vez que el precio del crudo rebasa una decena de dólares, o el euro escala una décima frente al dólar, proclamamos nuevos récord históricos. Pero el alza del crudo y del euro frente al dólar es continua y obedece a causas estructurales que los últimos acontecimientos no han hecho sino agravar. Y cuando estas líneas se publiquen seguro que se habrán rebasado los hitos de 80 dólares por barril y 1,4 dólares por euro, en ruta hacia un nuevo récord, si no histórico, por lo menos decimal.

La incertidumbre generada por la crisis hipotecaria debilita al dólar ya cada vez crece más el temor de que la crisis financiera afecte al crecimiento económico americano. Síntomas no faltan: por primera en cuatro años el empleo ha bajado, el stock de casas sin vender está en máximos, y el consumo de las familias endeudadas se reduce. Y también la inversión en bienes duraderos de empresas y familias, que ha caído casi un 5 % en agosto.

Parece que lo peor de la crisis inmobiliaria americana está por venir. Los efectos retardados de las revisiones al alza de los tipos de interés hipotecarios pondrán en dificultades a más familias en 2008 que este año. Ante este escenario, la Fed ha jugado fuerte y bajado los tipos más de lo esperado y, como era de suponer, esa rebaja ha precipitado la caída del dólar. La crisis hipotecaria de este verano, aunque puramente local, puede provocar, como hace tiempo que se viene anunciando, que el resto del mundo deje de financiar el exceso de consumo americano y su déficit comercial (850.000 millones de dólares en 2006). Una cifra enorme, pero tres veces más pequeña que el volumen diario de transacciones en el mercado mundial de divisas (3,2 billones de dólares), según acaba de anunciar el BRI.

Hace tiempo, desde que E. Todd llamó a los EE UU el 'glorioso mendigo planetario', que se viene anunciando la insostenibilidad de su deuda exterior. Hasta ahora eso no ha ocurrido, entre otras cosas porque, debido a los muchos cambios inducidos por la globalización y por paradójico que parezca, su deuda neta ha disminuido desde 2004 a pesar de que sus déficit exteriores nunca han sido tan altos. El endeudamiento americano es sobre todo familiar. Los famosos déficit gemelos, el exterior y el presupuestario, en los EE UU hace tiempo que no lo son tanto. El exterior es consecuencia calcada de un endeudamiento doméstico que ha llegado a su límite. Por eso hay quien se pregunta si el problema no será encontrar los centenares de miles de millones necesarios para financiar la economía americana, sino qué hacer con ellos cuando los estadounidense no los necesiten.

Pero el euro también se aprecia por sus méritos propios. La economía europea sale de su letargo, tiene buenas bases macroeconómicas y el riesgo de cambio es menor. Otra cosa son los problemas de competitividad que plantea a las exportaciones europeas un euro que ha pasado de 0,8 a 1,4 dólares en lo que va de siglo. A ello se debe el debate sobre a quien corresponde dirigir la política cambiaria en Europa. Los distintos países y sectores responden de forma diferente según su exposición internacional. Para Airbus un euro en 1,45 dólares exige mil millones en ahorros de coste adicionales. Por primera vez se alzan voces alemanas expresando su preocupación. Por otra parte, la economía europea se ha hecho más independiente de la americana. Las exportaciones a ese país son solo el 3% del PIB de la eurozona, pero el relativo decoupling euro-americano no parece que nos libre del contagio de la crisis financiera.

La velocidad a la que puede bajar el dólar no depende solo del diferencial de tipos de interés entre ambos lados del Atlántico. Varias partes del mundo ofrecen oportunidades de inversión alternativas. Y hay países con grandes reservas de dólares, como China, que no verían con buenos ojos una depreciación del billete verde y hacen lo que está en su manos para mantener la paridad, aun a riesgo de aumentar sus problemas de cambio.

Y el petróleo, ajeno a los riesgos de recesión en EE UU, ha superado los 80 dólares. La razón coyuntural es la escasez de los reservas y los efectos en las refinerías de los últimos huracanes. Pero el fondo es el permanente desequilibrio entre una demanda empujada por el crecimiento asiático y una oferta estrangulada por la falta de inversión en nuevas capacidades de producción. La Agencia Internacional de la Energía presiona para que la OPEP produzca 32,4 millones de barriles/día y no los 30,4 actuales y el anunció del cartel de aumentar su producción en 0,5 millones desde noviembre sigue sin ser suficiente.

El petróleo es hoy un nuevo activo sobre el que especular y su preció está al alza. Y así, hasta que haya fuentes alternativas, o la demanda reaccione al precio y disminuya. A principios de este siglo el barril oscilaba entre 25 y 30 dólares y ahora alcanza los 80 y no parece que la alarma sea tan grande. Entre otras cosas porque hay elementos amortiguadores que evitan que las gasolinas suban al mismo ritmo, como la fiscalidad y, sobre todo, la revalorización del euro.

Entre las ventajas de nuestra divisa está, precisamente, su contribución a disminuir la factura energética dentro de las relaciones petróleo/dólar/euro.

José Borrell Fontelles. Eurodiputado

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