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Tribuna
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¿Qué más pueden hacer los bancos centrales?

En las últimas semanas los bancos centrales de las principales economías han revisado sus políticas, recurriendo a instrumentos alternativos para aliviar las tensiones en los mercados monetarios. El jueves 6 de septiembre el Banco Central Europeo aplazaba la subida de tipos de interés, a pesar de considerarla necesaria, porque la resolución de las tensiones en los mercados monetarios constituye un requisito indispensable para la instrumentación de su política económica a medio-largo plazo.

También el jueves 6 de septiembre el Banco de Inglaterra decidía no alterar los tipos de interés de referencia, y en un gesto poco común, lanzaba un comunicado señalando la necesidad de vigilar la evolución de los mercados de crédito.

Ese mismo día, ambos bancos centrales tomaban medidas destinadas a aumentar la liquidez en el mercado interbancario. El Banco Central Europeo inyectaba 42.000 millones de euros en un mercado que hasta ese mismo día se había caracterizado por un cierto exceso de liquidez (aunque sin efectos sobre el mercado interbancario a tres meses), y el Banco de Inglaterra, un día antes de que se reuniera el Comité de Política Monetaria, anunciaba su primera medida encaminada a aliviar las tensiones en su mercado interbancario: un incremento de la liquidez en 4.000 millones de libras a través de préstamos a una semana.

En Estados Unidos, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, anunció el 31 de agosto en Jackson Hole que tomaría todas las medidas necesarias para evitar que la crisis del crédito afectara a la economía real. Durante el resto de la semana, la Reserva Federal tomó una serie de medidas de gran alcance, a pesar de que pasaran prácticamente desapercibidas. Durante esta última semana, la Fed volvía a inyectar liquidez, otorgando 16.000 millones de dólares a un plazo de siete días, otorgaba excepciones de las denominadas 23A a Bank of America y a Citigroup para que pudieran incrementar el porcentaje de préstamos con sus sociedades filiales, y hacía un llamamiento a las agencias estatales hipotecarias para que revisaran favorablemente las condiciones de las hipotecas bajo su gestión. El martes 19 de septiembre la Fed bajó los tipos de referencia 50 puntos básicos en contra de la opinión de muchos economistas, alterando su política monetaria a medio-largo plazo.

El uso de tales medidas ha puesto de manifiesto una gestión muy activa de la crisis por parte de los bancos centrales, pero éstos no han agotado todavía el abanico de medidas a su alcance. Recientemente, Willen Buiter y Anne Siebert han sugerido que los bancos centrales debieran actuar como creadores de liquidez de último recurso, a través de subastas periódicas que proveyeran liquidez a las instituciones financieras a cambio de colaterales con poca liquidez y mínimas garantías de crédito, como los derivados de créditos. æpermil;sta es una propuesta equivocada y confusa. Primero, los bancos centrales desconocen el volumen y características de tales activos (son muy pocos los que tienen registros del volumen y características de los derivados de créditos). Segundo, al garantizar a quienes tomen riesgos excesivos que siempre habrá alguien dispuesto a dar un precio por su cartera, se estaría generando un problema de riesgo moral con consecuencias no despreciables en el medio-largo plazo.

No corresponde a los bancos centrales financiar la prima de liquidez de activos que surgieron con una prima nimia por circunstancias particulares de mercado (exceso de liquidez o autocomplacencia). Por último, algunas instituciones, como el BCE, tienen expresamente prohibido aceptar como colateral activos con una calidad crediticia inferior a A. Esta valoración, otorgada a un determinado grupo de activos ligados a la crisis, se ha puesto en entredicho al ponerse de manifiesto que las agencias de valoración (como Standard & Poor's o Fitch) habían inflado las calidades crediticias de algunos de los activos más afectados.

Otros han sugerido la creación de un fondo de garantía liderado por un conjunto de instituciones financieras, similar al constituido en la salvación de Long Term Capital Markets (LTCM). Esta propuesta es de escasa aplicabilidad porque no se sabe qué instituciones concentran la mayor parte del riesgo crediticio.

Entre las propuestas más sensatas, posiblemente las más adecuadas sean aquellas que amplían el periodo de préstamo de las operaciones de inyecciones de liquidez -las inyecciones recientes sólo han sido capaces de aliviar las tensiones del mercado interbancario a un día-. Este tipo de medidas han sido aplicadas por el BCE esta última semana, extendiendo el plazo de sus préstamos a 90 días. Probablemente, ampliando los plazos de los préstamos de los bancos centrales se puedan ir poco a poco corrigiendo las tensiones en aquellos vencimientos donde persisten grandes primas de liquidez y permitir así un flujo ordenado del crédito.

Juan Toro, Socio director de TransMarket Iberia y profesor del Instituto de Empresa

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