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Tribuna
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La sucesión en el FMI

Durante este mes los miembros del Consejo Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) tomarán la decisión sobre el sustituto del español Rodrigo Rato, que dejará su cargo de director gerente en octubre. El pasado 31 de agosto se cerro el plazo para presentar candidaturas y se han confirmado las del ex ministro de Economía francés, Dominique Strauss-Khan, que cuenta con el apoyo de Europa, y la del ex primer ministro checo, Josef Tosovsky, que ha sido presentado por Rusia. Strauss-Khan es el claro favorito al contar con el apoyo de Europa y EE UU, que cuentan respectivamente con el 33% y el 17% de los votos.

El proceso de selección ha vuelto a reabrir la controversia sobre el reparto de poder entre EE UU y Europa en el Banco Mundial y el FMI. El G-24, que agrupa a los países en desarrollo, emitió un comunicado el pasado julio en el que se quejaba de la tradición que sitúa a un dirigente europeo al frente del FMI y solicitaba que al director gerente del FMI se le escogiese por sus méritos y no por su nacionalidad, en un proceso de selección 'abierto, transparente y multilateral' que diese más legitimidad a la institución. Desafortunadamente no parece que esto se haya producido. Los europeos, en una maniobra liderada por el presidente francés, que vio una oportunidad de oro de deshacerse de uno de sus principales opositores, anunciaron a su candidato inmediatamente, previniendo de esta forma que se abriese un proceso realmente abierto y transparente.

Este es un asunto importante ya que el Fondo está cambiando: de ser una institución que se dedicaba fundamentalmente a extender crédito a países con problemas de liquidez a otra cuyo papel principal es la gobernanza macroeconómica global. Muchos de los problemas a los que se enfrenta un mundo globalizado e integrado exigen respuestas multilaterales. Sin embargo, la rigidez institucional que otorga casi todo el poder a los países ricos, otorga la gestión de forma casi automática a un europeo y limita el papel de los países emergentes en un severo handicap para el desarrollo efectivo de esta misión ya que resta credibilidad y legitimidad a una institución que en definitiva tiene un mandato global. Si los países en desarrollo no creen en la imparcialidad de la institución y en la justicia de sus decisiones no participarán.

Es interesante observar cómo China e India han permanecido en silencio durante este proceso de selección. Es muy posible que no quieran darle más legitimidad y prefieran permanecer callados para así poder ser libres y criticar sus decisiones cuando llegue al cargo.

La sucesión llega en un momento muy importante para la institución. Hace justo un año se lanzó una agenda de trabajo para cambiar la estructura del FMI con el objetivo de dar una mayor presencia y peso político a los países en desarrollo, conmensurable con el papel que juegan en la economía internacional. Esta reforma debe llevar a una revisión de la distribución de las cuotas que determinan el número de votos, y en definitiva el poder dentro de la institución. Desafortunadamente, a un año del inicio el proceso los avances han sido reducidos por las divisiones entre los países en desarrollo y los ricos, y no terminan de cuajar propuestas concretas. Por tanto, una de las prioridades del nuevo director gerente será redefinir el papel de los países miembros dentro de la institución.

Al mismo tiempo, la globalización financiera obliga a redefinir las misiones del Fondo. Si quiere seguir siendo una institución relevante debe de jugar un papel de liderazgo en temas como la discusión de las políticas de cambio con países como China, un tema que en la actualidad se encuentra casi monopolizado por EE UU. El papel del Fondo en esta área dependerá de forma clave de su credibilidad e imparcialidad, y debe de tratar de forma similar a países emergentes (China) que a países industrializados (Japón) que manipulen sus tipos de cambio en beneficio de sus economías domésticas. Al mismo tiempo, en un momento en que se está produciendo un aumento de las barreras a la inversión entre países, el Fondo podría jugar también un papel importante en establecer reglas de juego negociadas en esta área.

El Fondo (y el Banco Mundial) se encuentra en una encrucijada ya que por vez primera tiene competencia seria de otros actores, como las instituciones financieras privadas, las fundaciones y los mismos países emergentes, que tienen procedimientos mucho más rápidos y transparentes a la hora de otorgar créditos y no están tan sujetos a criterios políticos y a pactos para proporcionar liquidez y financiar políticas de desarrollo. Si no agiliza sus procesos de decisiones, para hacerlos más inclusivos, y reorienta su misión corre el riesgo de quedar marginado.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard en Boston

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