La credibilidad del FMI está en juego
La sorprendente decisión de Rodrigo Rato de dejar su puesto como director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) el próximo otoño está generando dispares reacciones y polémicas. Este anuncio se produce al poco tiempo de la sustitución traumática de Paul Wolfowitz como presidente del Banco Mundial, que acaba de ser sustituido por el estadounidense Robert Zoellick.
Rato deja la institución tras haber conseguido el apoyo mayoritario de los miembros del consejo del Fondo para llevar a cabo una reforma del mandato internacional de supervisión del FMI, que incluye los tipos de cambio. Esta reforma está siendo muy contestada por China que teme sea usada para ejercer más presión sobre sus políticas monetarias. Al mismo tiempo, este anuncio se produce en un momento clave en que el FMI está discutiendo un nuevo modelo de financiación que podría llevarle a invertir o vender algunas de sus reservas de oro, y cuando se está negociando una nueva fórmula de distribución de derechos de voto y sobre el reparto de poder en el comité ejecutivo. Habrá que ver su impacto sobre estas reformas.
La decisión de Rato ha abierto una vieja herida sobre el procedimiento de selección del director del FMI, y ha llevado a muchos países a cuestionar el acuerdo tácito tradicional según el cual EE UU nombran al presidente del Banco Mundial y los europeos al director del FMI. Los estadounidenses, que acaban de conseguir la aprobación de Zoellick, no están cuestionando la prerrogativa de los europeos de nombrar al sucesor de Rato.
Francia reaccionó muy rápidamente al anuncio de Rato y ha propuesto a Dominique Strauss-Kahn como candidato, cogiendo por sorpresa a otros líderes europeos. A pesar de las protestas de Reino Unido, y las reservas de otros países como España o Polonia (que presentó a su propio candidato), el Consejo de Ministros de Finanzas de la UE (Ecofin) acordó el pasado martes promover esta candidatura. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se ha encargado de dirigir toda la operación que dejó sin tiempo de respuesta y reacción a los otros países de la UE, y se apunta un nuevo tanto que podría situar a Francia, que ya tiene una larga tradición en la gerencia ejecutiva del Fondo (ya lo han dirigido Schweitzer, Larosière y Camdessus) a la cabeza de cuatro organismos internacionales, porque ya controla tres: la OMC (Lamy), el BCE (Trichet) y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (Lemierre).
No se cuestionan las cualificaciones de Strauss-Khan (o DSK, como se le conoce en Francia). Fue ministro de Finanzas durante el Gobierno socialista de Lionel Jospin entre 1997 y 1999, y tiene una amplia trayectoria como diputado, líder local (es alcalde de Sarcelles) y como profesor de Economía. Como ministro de Finanzas estuvo a cargo del proceso de privatizaciones y fue el arquitecto de la recuperación económica de Francia de la última mitad de los noventa. Muchos le dan crédito como el artífice de la conversión del Gobierno socialista a los principios del mercado. Contribuyó también a preparar a Francia para la adopción del euro implementando políticas de consolidación fiscal y convenciendo a Jospin para que firmase el Pacto de Estabilidad. Al mismo tiempo, asumió y defendió leyes que desaprobaba, como la de la semana laboral de 35 horas. Está considerado como una persona afable y dialogante. Su elección significaría una reivindicación personal tras los problemas legales que le llevaron a dimitir como ministro de Finanzas (fue acusado de corrupción relacionado con su trabajo como abogado antes de ser ministro, cargos de los que fue absuelto), y su derrota en las primarias como candidato socialista ante Ségolène Royal.
Lo que se cuestiona es un modelo poco transparente y anacrónico de seleccionar al líder de una institución que en definitiva basa gran parte de su labor en su credibilidad. Los países emergentes han criticado esta componenda y exigen que el Fondo refleje la nueva realidad global y los cambios en la economía internacional. En definitiva, el Fondo ha pasado de ser una institución que se centraba fundamentalmente en otorgar crédito a países con problemas de liquidez, a una institución cuyo enfoque principal es en la gobernanza macroeconómica global.
En cualquier caso, no parece que una discusión rápida de ministros de Finanzas de unos pocos países miembros durante un desayuno de trabajo sea la mejor manera de elegir al líder de una de las instituciones claves de la arquitectura financiera internacional. La propuesta europea no es definitiva. La discusión pasa ahora al FMI y el consejo ejecutivo del Fondo ya ha expresado su apoyo a un proceso transparente. Es de esperar, por la credibilidad de la institución, que los países miembros se tomen la decisión muy seriamente y que sea quien sea el candidato elegido, que tenga el apoyo y la credibilidad que otorga un proceso transparente e inclusivo.
Sebastián Royo, Decano de la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard.