La UE que dibujan Merkel y Sarkozy
El cambio de guardia que ha experimentado Europa en los últimos años invita a pensar que la parálisis que sufre el proyecto de la Unión puede haber terminado. El eje franco-alemán, catalizador natural de las grandes decisiones comunitarias, cuenta con dos líderes políticos jóvenes que encarnan, cada uno a su manera, la ruptura con el marchamo paralizante de la política europea. Si al ánimo expresado en el primer acto del presidente francés, que se compromete ante Angela Merkel a sacar a la Unión del estancamiento político y económico en la que se encuentra, unimos la más que probable próxima llegada de Gordon Brown al Gobierno en el Reino Unido, se puede apostar que pasarán cosas en los próximos años.
Tanto Merkel como Sarkozy son partidarios de una UE con menos musculatura política que económica, en la que el proyecto Constitucional garantista, elaborado en su día por el ex presidente francés Giscard d'Estaing y rechazado por los franceses en primer lugar, debe reconducirse a un articulado de mínimos comunes. En ese proyecto comunitario tiene sentido hacer un esfuerzo por definir las dimensiones futuras de la UE, en la que no puede forzarse la entrada de socios que creen dificultades a los existentes, por conveniente que se estime la absorción en términos estratégicos.
La construcción europea que quieren Alemania y Francia, a juzgar por la gestión de Merkel y los discursos de Sarkozy, debe basarse más en el desarrollo económico para no perder el liderazgo del bienestar que siempre ha tenido el Viejo Continente. Por tanto, no deberían pasar muchos meses para empezar a ver cambios normativos y de comportamiento de los Gobiernos, encaminados a recuperar el auténtico mercado único en la generación, provisión y consumo de bienes y servicios. El proyecto europeo no puede disponer de una moneda única, con un magnífico desempeño interno y externo, sin que sean posibles un mercado financiero, energético, logístico o de telecomunicaciones integrados y armónicos.