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Tribuna
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Sarkozy: ¿apuesta por el cambio?

Con la elección de Nicolas Sarkozy como presidente, los franceses se han decantado por la opción más rupturista con el sistema actual, según el autor, que examina qué cabe esperar del nuevo inquilino del palacio del Elíseo tanto en lo tocante a su política interna como con respecto a Europa

La elección de Nicolas Sarkozy como presidente de Francia con casi un 54% de los votos confirma los resultados de la primera vuelta. Al final los franceses se han decantado por la opción más rupturista con el sistema actual. Durante la campaña, Sarkozy ha repetido insistentemente que 'el riego no está en el cambio sino en resistir el cambio' y los franceses han confiado en que él sea capaz de traerlo.

Estas elecciones han sido excepcionales en muchos sentidos. En primer lugar, por vez primera en tres décadas ninguno de los 12 candidatos que se han presentado es o ha sido presidente o primer ministro de la República. Esto ha hecho que la campaña electoral haya sido más abierta y que nuevos líderes hayan podido presentar sus programas a los votantes.

En segundo lugar, era la primera vez que una candidata femenina tenía opciones reales de ganar la presidencia. Ségolène Royal, con su carisma, frescura, capacidad de conectar con la gente, y con su iniciativa de escuchar a los ciudadanos y su énfasis en la 'democracia participativa', ha atraído a la política a una nueva generación de franceses/as y ha conseguido un gran apoyo entre los jóvenes (un 62% de los votantes de entre 18 y 24 años han apoyado a Royal).

Por último, ha sido una campaña muy intensa en el debate en la que no ha dominado un tema exclusivamente. Royal y Sarkozy han roto con las rigideces ideológicas de sus partidos y han combatido en el terreno de las ideas presentando soluciones pragmáticas (y más o menos creíbles) a los problemas del país: desde la fractura social a la seguridad, pasando por la educación, la globalización o la sostenibilidad del modelo social francés.

Royal no ha podido sobreponerse a las debilidades de su campaña, y en particular a las dudas sobre su programa económico, la fiabilidad de sus posiciones y las divisiones dentro de su partido. Su acercamiento de las últimas semanas al centrista François Bayrou ha sido insuficiente y al final no ha podido superar el déficit de la primera vuelta en la que el voto a la izquierda (13,2 millones) fue claramente superado por el voto a partidos de derecha (16 millones). Curiosamente tampoco ha podido capturar el voto femenino que parece haberse decantado mayoritariamente por Sarkozy (según las encuestas en más de un 55%). Su gran problema, sin embargo, no ha sido su sexo, sino su incapacidad de articular una visión coherente para Francia (su visión era ella misma, de ahí su apodo como Egolene). Habrá que ver cómo evoluciona el Partido Socialista.

¿Qué se puede esperar de Sarkozy? Lo más probable será una mezcla de liberalismo e intervencionismo. Para él la solución a los problemas del país viene por 'trabajar más' y ha enfatizado la necesidad de dar más valor al trabajo e incentivarlo. Para ello quiere reformar la limitación de jornada de 35 horas semanales, y planea exonerar las cargas sociales para las empresas para promocionar las horas extras. También quiere establecer un límite en los beneficios sujetos a impuestos, eliminar las tasas sobre derechos de sucesión para el 95% los franceses, reformar los regímenes de pensiones de las compañías estatales, y para reducir el déficit, recortar el número de empleados públicos.

Al mismo tiempo se ha comprometido a enterrar la Constitución europea que rechazaron los votantes franceses y negociar un minitratado que sea ratificado por el Parlamento francés. Su sintonía ideológica y programática con otros líderes europeos a favor del liberalismo económico (particularmente con Angela Merkel, José Manuel Barroso y Tony Blair/Gordon Brown) posibilitará que se forme una relación estratégica y un eje de reformas y modernización dentro de la UE que se centre en resultados y reformas, en vez de en profundizar el proceso de integración europeo. Sin embargo, su defensa gaullista de los intereses franceses, así como sus críticas al BCE y su defensa de los campeones nacionales le llevarán a tener conflictos con Bruselas y con otros países miembros.

Para España su victoria puede ser una mala noticia ya que deja al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con Romano Prodi como principal aliado, lo que llevará posiblemente a una pérdida de poder dentro de la UE, dominada por el nuevo eje Berlín-Bruselas-París-Londres.

En cualquier caso, sus compromisos quedan a expensas de dos grandes incógnitas. Por un lado, qué sucederá en las elecciones legislativas del próximo mes de junio y si contará con una mayoría parlamentaria suficiente, y por el otro, cómo reaccionará la sociedad francesa a los cambios que propone. Mucho tendrá que consensuar y que convencer para evitar las revueltas y protestas que han paralizado intentos reformistas en el pasado. Es de esperar, por el bien de Francia y de Europa, que tenga éxito.

Sebastián Royo. Decano de la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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