Bioeconomía, bioenergía y... croquetas
Me gustan las croquetas. Y no sólo desde el punto de vista gastronómico, que también, sino por ser un perfecto ejemplo del sentido común aplicado a la economía doméstica. Su encomiable capacidad de poner en valor esas fracciones residuales de nuestras cocinas es algo que disfrutamos ya desde pequeños gracias a nuestras abuelas. Algo que debemos tener presente en el diseño de ese modelo económico más sostenible hacia el que todos nos queremos dirigir.
La evolución hacia un mayor uso de recursos renovables tiene uno de sus mayores potenciales en el campo de la energía. Todo parece indicar que la bioenergía está llamada a satisfacer una proporción cada vez mayor de nuestras necesidades energéticas, tanto en la automoción como de demanda térmica y eléctrica. La biomasa se presenta, pues, como una excelente oportunidad de futuro.
Al igual que en la lógica de las croquetas, la biomasa residual en general, y la forestal en particular, es un recurso hasta ahora desaprovechado y cuya utilización comporta evidentes ventajas ambientales, como la prevención de incendios, a la vez que contribuye al desarrollo rural. Asimismo, la puesta en valor de terrenos sin uso productivo mediante el establecimiento y gestión de cultivos energéticos establecidos a tal fin es una vía eficaz y positiva de generar más biomasa.
Siguiendo con el paralelismo de las croquetas, no me cabe duda que nuestras abuelas las hubieran hecho de solomillo y cogote de merluza si alguien les hubiera pagado por ello, pero eso evidentemente contraviene el sentido común de la economía doméstica.
Por lo mismo, no parece muy lógico que nuestras Administraciones lleguen a primar la generación de electricidad a partir de madera que es utilizada como materia prima para la fabricación de productos de mayor valor añadido, sean muebles, tableros o papel. Como ilustración indicar que la utilización de madera para fabricar papel genera cuatro veces más riqueza que su transformación en energía. Si miramos al empleo generado, seis empleos en la industria papelera por cada uno en la alternativa energética.
El gran potencial de la bioenergía reside precisamente en su capacidad de poner en valor aquellas fracciones residuales, tanto agrícolas como forestales, que de otra forma no lo tienen. Para ello es imprescindible que las Administraciones definan adecuadamente el necesario esquema de incentivos, destinándolo a posibilitar la puesta en valor de esas fracciones residuales y evitando cambiar el uso de lo que es ya materia prima para la fabricación de productos.
En estos momentos en los que el Ministerio de Industria ultima el nuevo marco legal y económico de las energías renovables en general y de la biomasa en particular, parece más necesario que nunca incidir en la necesidad de incluir definiciones precisas para los distintos tipos de biomasa y mecanismos que aseguren su correcta trazabilidad. De ello dependerá que los incentivos se destinen a movilizar verdadera biomasa residual y al establecimiento de nuevos cultivos producidos expresa y únicamente con fines energéticos.
Sólo así estaremos avanzando en el desarrollo de una bioenergía que juegue su papel dentro de una más amplia bioeconomía. Nuestras abuelas y sus croquetas lo sabían bien.
Carlos Reinoso. Director general de Aspapel (Asociación Española de Fabricantes de Pasta Papel y Cartón)