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Tribuna
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Valencia y la Copa del América

El gran reto de una ciudad es entrar en el selecto club de las urbes globales para, según el autor, hacer frente a la competencia derivada de la globalización. En su opinión, Valencia, donde hoy comienza la competición de la Copa del América, ya lo ha conseguido

Parece que no iba a llegar nunca y ya está aquí. Todavía tenemos en nuestras retinas la explosión de alegría de los valencianos en noviembre de 2003 cuando, después de varios meses de lucha contra otras ciudades candidatas, Valencia devolvió a Europa, después de siglo y medio, la regata de más solera y prestigio. Al fin, el evento está en puertas.

Uno de los grandes desafíos para las ciudades es conseguir integrarse en el selecto club de ciudades globales. Detrás de ello no hay solamente vanidad. Se trata de hacer frente con éxito a la creciente competencia interterritorial derivada del proceso de globalización que está teniendo en las ciudades su rompeolas.

La jerarquía ha muerto. Ser una capital nacional o un nodo regional no es ya una barrera infranqueable frente a la competencia de otras ciudades. Competencia que, por otra parte, se vuelve fiera en campos que van desde el turismo a las ferias y congresos pasando por la atracción de inversiones.

Hoy vivimos en un sistema basado en la red, no en la jerarquía. Un sistema que no tiene un solo centro dominante sino que es policéntrico. Se lucha por ser una puerta, un nodo de acceso a la economía global. Serlo o no serlo, ésa es la cuestión que marca la diferencia. Nunca la capacidad de la ciudad para estar conectada al mundo ha sido tan crítica para su prosperidad y supervivencia.

Para conseguirlo se han ensayado básicamente dos caminos: una transformación urbana de carácter icónico o un evento de impacto global. Guggenheim en Bilbao o Barcelona 92. Dos formas de proyectar la ciudad al mundo, de ponerla en el mapa.

Si se acierta, no tarda en percibirse. Es el efecto pulsar: se inicia una espiral de prosperidad y el objetivo pasa a ser gestionar el éxito y tratar de mantener la esencia.

En el caso de la ciudad de Valencia, este efecto pulsar está anticipando que la ciudad lo ha conseguido. El turismo es un excelente termómetro de esta situación: han comenzado a llegar al puerto cruceros como el Queen Elizabeth II, uno de los mayores del mundo, que ha convertido la ciudad en una de sus escalas casi obligatorias. Y el perfil de los visitantes se ha transformado vertiginosamente, evolucionando desde el netamente nacional a uno claramente más cosmopolita.

Valencia ha sido capaz de combinar las dos principales palancas de city marketing: una transformación urbana con carácter icónico con un evento que le está permitiendo proyectar esta Valencia reinventada.

Proyectar internacionalmente la imagen de una ciudad requiere mantener una coherencia exquisita entre tres elementos: identidad urbana, transformación física y evento de proyección. Un equilibrio difícil que Valencia ha manejado con maestría.

En primer lugar, la transformación urbana tiene que ser moderna y de alto impacto a nivel global. Pero, al mismo tiempo, debe ser consistente con su identidad, con la tradición y la historia: los ciudadanos deben reconocer en ella su futuro y sus raíces.

La ciudad de Valencia se ha dotado de un poderoso icono: la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Una nueva imagen tan atractiva que ya ha generado una impagable notoriedad gratuita.

Pero lo más interesante es que esta imagen del siglo XXI es impecablemente coherente con las raíces luminosas, mediterráneas y barrocas de la ciudad, hasta en la mano de su creador. Es auténtica y genuina: algo impagable en un mundo en que las ciudades tienden a convertirse en commodity. Bilbao también se proyectó con éxito mediante el Guggenheim pero en este caso no está tan conseguida la conexión con la identidad urbana.

En segundo lugar, de nada vale la transformación urbana si no se vende al mundo. Es fundamental que ese plan de medios urbano sea potente: la America's Cup lo es. Pero no sólo eso, guarda también una alineación perfecta con la transformación urbana que lleva aparejada y con la identidad valenciana. O dicho de otro modo: permite culminar urbanísticamente la apertura al mar de la ciudad y reafirma su vocación de liderazgo mediterráneo, excelencia y compromiso con la ciencia.

Chapeau, Valencia!

Gildo Seisdedos. Director del Foro de Gestión Urbana del Instituto de Empresa (IE)

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