Claves para sacar partido a la madurez profesional
Gilbert K. Chesterton, que jamás tuvo necesidad de escribir un libro de recursos humanos, solía decir que uno de los secretos placeres de la vida consiste en jugar a ponerse límites a uno mismo. Lo cierto es que, se encuentre o no placer en esa actividad, jugar a ponerse límites no tiene nada que ver con padecer límites impuestos, sean los que sean y vengan de quien vengan. En ese universo de murallas, el trabajo no es ninguna excepción. 'Llega un momento en la vida de cada uno en que hay que hacer un balance entre las ambiciones de desarrollo profesional y la posibilidad de alcanzar esas ambiciones en unos plazos que coincidan con los propios', señala Marco Laveda, director ejecutivo de Page Personnel.
Laveda alude así a una de las etapas clásicas del ciclo laboral: la madurez profesional, o lo que es lo mismo, el momento en que un empleado debe plantearse aquello de renovarse o morir. 'Si se descubre que hay un desfase entre lo que uno quiere y lo que la empresa es capaz de ofrecer es probable que haya llegado el momento de meditar si vale la pena dar el salto a otra empresa y ahorrarse años de espera. Cuando se llega a la madurez profesional dar ese salto es aconsejable, sobre todo si la consecuencia de no hacerlo es la pérdida de la ilusión', aconseja Laveda.
Pero, ¿cómo reconocer que se ha llegado a ese punto crítico? Para Margarita García de la Calle, consejera delegada de la empresa de selección de talento Ábaco Siglo XXI, la clave está en dos tipos de sensaciones aparentemente contradictorias: la comodidad y el aburrimiento. 'Cuando llevas varios años trabajando en lo mismo llegas a una etapa laboral placentera, en la que dominas el trabajo, lo haces bien y sin esfuerzo. Pero muy pronto esa sensación da paso a otra: el aburrimiento. Es entonces cuando no se ve ninguna novedad en el trabajo, cuando se pierde la ilusión, cuando cuesta ir a trabajar los lunes', señala.
En las compañías muy competitivas no moverse equivale a estancarse
Más estabilidad
Las razones para llegar a esa encrucijada en la que se hace aconsejable el cambio son muy variadas e incluyen todo tipo de planteamientos. Un ejemplo clásico es el de los ejecutivos que en un determinado momento de sus carreras optan por bajar el ritmo y sustituir el estrés por la tranquilidad.
'Nosotros hemos asesorado a profesionales de multinacionales cansados de los trasladados y de los viajes continuos y que un buen día decidieron buscar una empresa más pequeña para tener más estabilidad', comenta Antonia Rodríguez, consultora de la firma Humanus Consulting.
Otro perfil común es el del empleado que tras una etapa de crecimiento alcanza una cierta estabilidad y se siente satisfecho con esa posición, pero que es observado con sospecha tanto por su empresa como por sus superiores. 'Hay compañías muy competitivas en las que el no moverse equivale a estancarse. En ese caso lo más razonable puede ser plantearse cambiar de empresa', señala Laveda.
Recuperar la ilusión es otro motivo poderoso para dar un giro en la madurez profesional. Los expertos en recursos humanos aseguran que un empleado debe reinventarse cada tres años para mantener la motivación y dar lo mejor de sí, aunque ello no tiene por qué implicar un cambio de compañía.
'Lo ideal es cambiar de puesto dentro de la misma empresa, pero eso no siempre es posible. En España todavía hay muchas organizaciones que prefieren dar oportunidades a los candidatos de fuera frente a los de dentro', subraya Margarita García de la Calle.
Para el director ejecutivo de Page Personnel, la llegada a la madurez en el ámbito laboral exige siempre un proceso de autorreflexión. 'Hay que realizar un viaje interno en el que cada uno se pregunte a sí mismo de foma sincera: ¿me gusta realmente la vida que llevo?'.
Atreverse a dar el primer paso
Cuando un profesional llega a la conclusión de que no hay futuro para él en su empresa el primer paso debe ser decirlo. 'No hay que tener miedo a plantearlo en la empresa. Se debe hablar con la compañía y averiguar qué posibilidades tiene uno si decide quedarse en la organización', señala Margarita García de la Calle, consejera delegada de Ábaco Siglo XXI. Hablar con los superiores es también aconsejable en el caso de aquellos profesionales que han alcanzado una cierta estabilidad en la compañía y no desean continuar ascendiendo.'Si la empresa no te fuerza a seguir compitiendo y es capaz de valorarte y hacerte sentir cómodo en esa situación el resultado será perfecto', explica Marco Laveda, director ejecutivo de Page Personnel.En caso de que la conversación no haya sido satisfactoria, la mejor solución es buscar nuevos horizontes. Y ahí los expertos aseguran que manejar una buena red de contactos juega un papel fundamental.'El 70% de las ofertas de trabajo no salen a la luz pública y se cubren a través de redes de contactos', recuerda Antonia Rodríguez, consultora de la firma Humanus Consulting.El consejo unánime, en cualquier caso, es la paciencia. 'Este tipo de cambios tienen la ventaja de que no hay prisa por marcharse y se pueden buscar oportunidades a fondo', concluye Margarita García de La Calle.