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Columna
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Tendencias de la industria cultural

Los consumos culturales evolucionan, al tiempo que lo hacen los gustos y las posibilidades tecnológicas. La industria cultural debe, necesariamente, adaptarse a la realidad que, afortunadamente o desgraciadamente, le ha tocado vivir. Porque a unos les toca ganar y a otros perder. La competencia, los nuevos hábitos y, sobre todo, la piratería, han determinado profundos cambios.

Las representaciones en vivo están estabilizadas al alza. En la era digital, el contacto con los actores o cantantes reales, de carne y hueso, parece que resulta más atractivo que antaño. Esa realidad la conocen bien las discográficas, que intentan ganar con las ventas de entradas a los conciertos los ingresos que pierden debido a la piratería e internet. En 2005 se celebraron 58.111 representaciones de teatro, a las que asistieron 13,4 millones de espectadores. Asimismo, se realizaron 17.914 conciertos, con una cifra total de 24,9 millones de asistentes, lo que no está nada mal, sobre todo si lo comparamos con el cine o la venta de música.

El cine experimenta una gran caída en el número de espectadores. En 1975 fueron al cine 255,8 millones de espectadores. En 2005, treinta años después y con casi diez millones más de habitantes, el número de espectadores se redujo a 123,7 millones, menos de la mitad. Una de las posibles causas es el uso del DVD doméstico, que permite llevar el cine a casa. Otra, la bajada de películas de internet.

Pero, probablemente, ni la una ni la otra justifiquen el espectacular descenso del número de veces que los aficionados al cine acuden a las pantallas. De hecho, también la venta y alquiler de DVD ha experimentado una fuerte caída, que ya ha originado la quiebra de alguna conocida cadena internacional dedicada a estos menesteres. En tan sólo un año, de 2004 a 2005, la venta y alquiler de DVD cayó un 28%, al pasar de un importe de 501 millones de euros a 359 millones. ¿Es que han aparecido otras alternativas al ocio? ¿O es que la calidad media de las nuevas películas no logra encandilar a la audiencia? Doctores tiene la iglesia que deben responder a estas preguntas, pero la crisis es muy profunda. Y si estos datos son los referidos al cine en general, si nos ciñéramos al cine europeo o español, peor que peor. De ahí el interés del ministerio en aprobar la Ley del Cine.

Pero conocido lo que conocemos, nos parece más de lo mismo. Proteccionismo y más proteccionismo. Con estas recetas, el nivel medio del cine seguirá bajando, y su crisis profundizándose. No es cierto que el público no vea más películas españolas porque las salas no quieren proyectarlas. Es que, sencillamente, prefieren ir a ver otras. En otras expresiones artísticas, como la música o la literatura, los autores en español tienen un gran éxito y millones de seguidores. ¿Por qué no ocurre igual en el cine?

En la música es donde más claro tenemos las razones de su crisis. Es el pirateo -primero a través del top manta, y ahora a través de internet- el responsable de la espectacular caída de ventas de los formatos musicales tradicionales. Así, desde 2001 a 2005 ha bajado el consumo por persona desde dos discos a uno, con una caída del gasto de 17,3 euros hasta los actuales 9 euros, y la tendencia es que continúe este acusado descenso.

Hemos entrado en la era digital. El tiempo dedicado a ver la televisión se incrementa, mientras que la navegación por internet, los videojuegos y el uso del teléfono móvil adquieren una importancia creciente. La industria cultural del mañana tendrá que dar prioridad a estos soportes.

¿Y el libro? ¿Cómo le va al más tradicional y humilde de los soportes culturales? Pues, sorprendentemente, no demasiado mal. El consumo de libros está estabilizado, pero creemos que seguirá suavemente al alza. En la década de los ochenta, un 36% de los españoles leían. Veinticinco años después, este porcentaje se ha elevado al 57,1%, de los cuales el 41,1% son lectores frecuentes y un 16% lectores ocasionales. Y son las editoriales españolas las que han conseguido adquirir dimensión internacional. Pese a los augurios, la era Gutenberg no ha fenecido. Que así siga.

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