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Tribuna
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El 'Tahuantinsuyu': primer Estado del bienestar

El Imperio Inca, llamado Tahuantinsuyu, palabra quechua que significa Los Cuatro Estados Unidos, era sin duda alguna uno de los primeros Estados del bienestar que se conocen en la historia de las civilizaciones, atribuido en gran medida al Inca Pachacutec (El Renovador).

Los incas habían conseguido desterrar la pobreza, al estar la población protegida por el Estado a través de un sistema de tributos que se materializaban en prestación de servicios. En la cultura andina se intercambiaba mano de obra por bienes, dentro de un esquema cultural y religioso. Esta práctica de intercambio de bienes y servicios se puede apreciar, incluso hoy día, en algunas comunidades campesinas de Perú.

En primer lugar, se hacía necesario un censo de la población, que el Inca Pachacutec, en su vasto imperio, realizó a través del khipu, o censo/registro mediante nudos, en el que las edades de los individuos no seguían un modelo cronológico, sino un modelo biológico, es decir, los individuos se clasificaban por sus condiciones físicas y su capacidad para el trabajo.

Se establecían ciclos biológicos, como los que podemos encontrar en la recién aprobada Ley de la Dependencia en España, sólo que los incaicos alcanzaban al total de la población, ya que el fin no sólo era el de proteger a la población débil, sino también establecer aquélla mejor dotada para la prestación de servicios, tanto para el mantenimiento del Estado (Hacienda Inca) como para el apoyo de los dependientes (Sistema de la Dependencia).

Así, el censo se dividía en rangos de ciclos vitales, que comenzaban por la edad de mayor y mejor facultad y energía para el trabajo (tanto hombres guerreros y agricultores como mujeres artesanas y engendradoras). El segundo estamento biológico lo constituían personas de mayor edad que el primero, que cumplían trabajos leves y tranquilos (porteros, tejedoras, etcétera). La, por nosotros, denominada cuarta edad era el siguiente ciclo, conformado por personas muy ancianas, que para los incas sólo comían y dormían.

Los dependientes discapacitados, en todas sus acepciones, tenían su clasificación, y por último aparecían las edades más tempranas, desde la juventud, los chavales, los niños y niñas, hasta la lactancia, que en nuestra Ley de Dependencia serían los menores de tres años y que los incas tildaban de población de nulo provecho.

El Estado del bienestar del Tahuantinsuyu, al no tener dinero, utilizaba las riquezas que suponían las tierras, la ganadería y el trabajo. El Estado estableció la mita o prestación de servicios y para el cumplimiento de las mismas poseía a través de sus contadores/censores unas perfectas estadísticas demográficas. El sujeto pasivo o requerido para la mita, que producía los ingresos estatales, es decir el contribuyente, se iniciaba en el momento del matrimonio (trabajador o hatun runa), y se le requería en ciertos periodos, a través de los grandes señores o hatun curaca y de los señores o curaca, para que realizase los trabajos para el Estado y la comunidad, tales como carreteras, depósitos de víveres, sistemas de riego, construcciones públicas, cultivo de tierras, etcétera.

La compensación que la ciudadanía recibía era de diferente índole:

l La convivencia en una estructura de Estado organizada.

l El Estado creaba grandes depósitos, que servían como reserva para las épocas de necesidad y hambruna, para el sustento de la población, así como para abastecer a los guerreros en los momentos de defensa del imperio o expansión del mismo.

l El recién casado tenía derecho a vivienda, que le proveía la comunidad con el esfuerzo de todos los hatun runa o trabajadores aptos.

l Los ancianos, discapacitados, viudas y otros colectivos dependientes estaban bajo la responsabilidad de su comunidad, que cultivaba de forma gratuita sus tierras y les facilitaba servicios.

l Cada unidad doméstica se consideraba autosuficiente, y en lo que no se cumplía esta regla, la comunidad daba acceso a sus bienes.

l El Estado mantenía un sistema de vigilancia para el cumplimiento de las contribuciones al propio Estado y a la población.

l La defensa del imperio por el Ejército inca.

l El desarrollo económico y de las fuerzas productivas.

l La creación de complejos sistemas de riego hidráulicos que alcanzaban grandes distancias, para mejorar la productividad agrícola y facilitar el suministro de agua.

El sistema de Estado del bienestar funcionaba, no había pobreza ni necesidad y ello constituía una gran lección para los Estados europeos de entonces, y ejemplo para muchos actuales.

Nos queda la vergüenza histórica de haber destruido un Estado del bienestar del que podríamos haber aprendido mucho para mejorar desde aquel momento la filosofía del Estado y encaminar nuestro gasto público hacia un mayor y mejor bienestar social, aumento de la calidad de vida, propiciar la erradicación de la pobreza y, en definitiva, alcanzar el mayor grado posible de felicidad.

Han tenido que transcurrir casi 500 años desde aquella conquista para que en el mundo desarrollado se hable de Estado del bienestar, pero olvidando que no puede ni debe ser un concepto único de un grupo de naciones ricas, sino de la comunidad mundial. Nuestro Tahuantinsuyu actual debe hablar del mundo del bienestar, como concepto de solidaridad y de paz, y mientras exista pobreza y falta de desarrollo sostenible, en cualquier pueblo, nadie podrá hablar de auténtico Estado del bienestar.

Alfonso de Pedro Alfaro. Economista

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