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Tribuna
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Tecnología para el crecimiento y la convergencia

El elemento desencadenante de todo proceso de globalización es un avance tecnológico que se plasma en la reducción del coste del transporte y comunicaciones. Esto propicia una caída de las barreras al comercio y un aumento del ratio exportaciones más importaciones sobre el PIB. Así concebida la globalización, para desenvolverse en ella de forma exitosa es imprescindible prestarle una especial atención a la tecnología y a su incorporación al mundo de la empresa en forma de innovaciones. Esto es algo que toda la UE debería tener muy claro, y especialmente España, dada su creciente pérdida de competitividad y de peso relativo en las exportaciones mundiales.

En la historia moderna se pueden identificar tres olas de globalización. La primera ola (1400-1800) tuvo como hecho más relevante el descubrimiento de América y se vio impulsada por la mejora de las técnicas de navegación. Durante este periodo tuvo lugar el nacimiento de Europa como bloque. La segunda ola de globalización (siglo XIX) llegó con la Revolución Industrial y en ella se gestó Norteamérica como bloque. La tercera ola de globalización se inició a finales del siglo pasado y ha propiciado el nacimiento como bloque del anillo del Pacífico.

Los tres elementos impulsores de la presente ola de globalización han sido las multinacionales, la I+D+i y la inversión extranjera directa. Las multinacionales han impulsado la transferencia de progreso tecnológico y de las mejores técnicas de gestión empresarial. Su concepción global de las tareas a desarrollar ha determinado que cualquier actividad se puede realizar en cualquier sitio. La I+D+i, y en general el conocimiento, han generado externalidades especialmente fuertes en los megaparques industriales como el Valle del Silicio, el entorno del MIT-Universidad de Harvard o el área de Bangalore (India). La inversión extranjera directa ha facilitado la apertura de las economías, siendo de destacar el aumento de la internacionalización experimentado por las pymes durante los últimos años.

En el actual proceso de globalización, el papel desempeñado por las nuevas tecnologías es clave. Los denominados nuevos bienes, como por ejemplo los fax o los teléfonos móviles, han adquirido una importancia muy significativa. Su utilidad crece conforme aumenta el número de usuarios siguiendo una progresión geométrica, al generarse las economías de red. Además, el coste de fabricarlos cae con el nivel de producción de todas las empresas. Por otro lado, las nuevas tecnologías han permitido una mejora en las técnicas de producción y de gestión. Los réditos en forma de aumentos en la productividad y en la creación de valor son cuantificables sólo parcialmente, debido a las limitaciones para medir las mejoras en la calidad de los productos y servicios.

Internet, como paradigma de las nuevas tecnologías, se ha convertido en un potentísimo instrumento para desarrollar negocios y propagar y acelerar la innovación tecnológica. La multiplicidad de redes ha propiciado la convergencia de sectores como las telecomunicaciones, comunicación, ocio y electrónica, que está revolucionando la forma de hacer negocios.

Que la globalización estimula el crecimiento es algo generalmente aceptado, pero la pregunta clave es si el nivel de vida de los pobres tiende a mejorar más rápidamente que el de los ricos o si por el contrario las diferencias tienden a aumentar. Para tratar de resolver este interrogante se han llevado a cabo numerosos estudios. Estos vienen a demostrar que la convergencia entre países es una regularidad empírica, esto es que las diferencias entre países tienden a reducirse. En cualquier caso, estos estudios, al suponer que cada persona dentro de un determinado país tiene el mismo nivel de renta, pueden estar ignorando que las diferencias intrapaís estén aumentando.

Los trabajos sobre la pobreza y la desigualdad profundizan en esta dirección. En un reciente estudio publicado por el profesor Sala i Martín se evidencia que para el periodo 1970-2000 la pobreza y la desigualdad han disminuido en el mundo. El número de pobres se ha reducido en un número comprendido entre 212 millones y 428 millones de personas, según cual sea la línea de pobreza original utilizada para el cálculo (1 dólar al día, 1,5 dólares al día, 2 dólares al día o 3 dólares al día). Estos resultados se han alcanzado gracias a la evolución observada en China e India, pero no ocultan el serio problema existente en África subshariana, donde la pobreza se ha incrementado.

Francisco Mochón Morcillo Catedrático de Análisis Económico de la Uned

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