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Columna
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La economía americana en 2007

Carlos Sebastián

Las magnitudes macroeconómicas suelen tener mucha inercia. En eso se basan las favorables perspectivas sobre el comportamiento de la economía española para 2007, pese a que muchos creemos que el modelo de crecimiento es insostenible a largo plazo y que el diferencial de crecimiento con el resto de Europa tampoco se podrá mantener por mucho tiempo.

Pero, y permítanme esta perogrullada navideña, las magnitudes macroeconómicas tienen mucha inercia, excepto cuando dejan de tenerla. En ocasiones se producen quiebras en su evolución que se concretan en saltos o escalones en sus niveles o en sus tasas de crecimiento. En España hubo uno claro en el segundo trimestre de 1992, momento en el que se puede fechar el comienzo de la recesión 1992-1993. Pero para que se produzcan esas quiebras en la evolución tienen que confluir una serie de circunstancias. Normalmente, una de ellas es el desequilibrio patrimonial de los agentes económicos, que les puede llevar a reaccionar de forma abrupta a cambios en el entorno.

Lo dicho en el párrafo anterior es relevante para la economía española, pero es aún de más actualidad para la evolución a corto plazo de la economía americana. Y lo que ocurra con esa economía acabará afectando a la economía europea.

El escenario de aterrizaje suave y de un crecimiento moderado de la economía de EE UU es el más probable

La economía de EE UU se está desacelerando de forma apreciable. Actualmente debe estar creciendo a un ritmo del 2% y no se espera que este ritmo se eleve de forma significativa en los próximos trimestres. Pero tampoco que disminuya. Al menos éste es el sentimiento mayoritario, que otorga una escasa probabilidad a que en 2007 aquella economía entre en recesión. Ni siquiera en una recesión suave como la de 2001. Y los últimos datos son coherentes con estas favorables expectativas.

Hace no muchas semanas las perspectivas eran más inciertas. El mercado inmobiliario se estaba hundiendo y tanto el volumen de transacciones como los precios estaban disminuyendo, y esto estaba produciendo una notable destrucción de empleo en la construcción. Por otra parte, el encarecimiento de los combustibles y los mayores tipos de interés estaban desacelerando el consumo, afectando a la industria, especialmente a la automovilística. El peligro era que la reducción patrimonial que estaban sufriendo las endeudadas familias americanas, por la menor valoración de sus inmuebles en un contexto de tipos de interés al alza, les llevara a reducir su tasa de consumo, con lo que la demanda interna quedaría afectada seriamente. La reducción del empleo que esto ocasionaría haría disminuir aún más la propensión a consumir (al empeorar las expectativas de las familias), con lo que se consolidaría el proceso recesivo. Si el aumento de la morosidad y la caída del valor de las viviendas afectara a los flujos de crédito los efectos podrían llegar a ser devastadores. Pero nada de esto está ocurriendo y parece ahora menos probable que lo era hace tres meses.

La mejor noticia está siendo que el empleo está aguantando. La tasa de paro sólo ha aumentado una décima hasta el 4,5% y el número de empleados sigue creciendo. Y, probablemente por eso, la confianza de los consumidores, lejos de seguir disminuyendo, se está recuperando. El dato de diciembre que acabamos de conocer está cerca del máximo de los últimos cuatro años. Pero, además, los últimos datos del mercado inmobiliario indican que lo peor podía haber pasado ya (en noviembre aumentó el número de transacciones tanto de viviendas nuevas como de segunda mano). Los precios de los inmuebles siguen cayendo, pero no se está acelerando su caída, con lo que se aleja (aunque no desaparece) el peligro de que la burbuja explote. Por último, la depreciación del dólar está ayudando a que la demanda de productos manufactureros se mantenga.

No es previsible que la Reserva Federal reduzca los tipos en los próximos meses, pues la aceleración salarial y el mantenimiento de las dudas sobre los precios del petróleo no les permitirá relajar la política monetaria. Aun con eso, todo apunta a que el dólar seguirá deslizándose, lo que es una buena noticia para la industria americana y para la inflación europea, pero una mala noticia para los exportadores de nuestro continente.

Con todo, el escenario de aterrizaje suave y de un crecimiento moderado de la economía americana en 2007 es el más probable. Menos probable es que se avance en la corrección de los desequilibrios del Gobierno federal y de las familias. El primero podría hacerse fácilmente, y de paso contribuir al medio ambiente y a la menor dependencia del petróleo, si se aumentara la fiscalidad sobre los combustibles. Pero esta racional decisión, tan contraria a la cultura americana de adicción al petróleo, tendría en estos momentos efectos contractivos sobre el gasto de los consumidores que, como hemos dicho, está creciendo sobre el filo de una navaja.

Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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