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Columna
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¿Por qué nos equivocamos los economistas con España?

La firmeza de la economía española, que en el tercer trimestre creció un 3,8% anual, está rompiendo todas las previsiones de los expertos, incluso las más optimistas. El autor analiza las razones que llevan a ciertos economistas a cálculos erróneos que predicen el final de un ciclo expansivo que dura ya 13 años

José Carlos Díez

Nuevo récord de crecimiento de la economía española que, lejos de desacelerar, creció en el tercer trimestre un 3,8% anual y lleva 13 años -casi 55 trimestres- de ciclo expansivo. Yo debo reconocer que, siendo de los más optimistas, también nos equivocamos y esperábamos, a principios de año, un 3,4% de crecimiento el pasado trimestre. También es cierto que el INE no para de revisar la contabilidad nacional y siempre al alza. El consenso de economistas, que participan en el panel de Funcas, esperaba un crecimiento del 3,2%. Por defender a los economistas nacionales, aquellos que osaron predecir el comportamiento de nuestra economía desde Bruselas, Washington, París, Nueva York o Londres esperaban crecimientos próximos al 2,5% anual a final de año, por lo que podemos concluir que para entender lo que está pasando en la economía española es conveniente estar aquí.

Los errores de los economistas no suelen ser intencionados. Nuestra profesión no firma un juramento hipocrático, como los médicos, pero nuestra ética suele ser elevada y buscamos contar la realidad económica como es y no como nos gustaría que fuera. Entonces, ¿por qué nos estamos equivocando constantemente al predecir nuestro crecimiento? Sencillamente, porque pensamos que no es sostenible.

Con mucho retraso comenzamos a entender los innumerables choques de oferta y de demanda que ha sufrido nuestra economía: analizamos bastante bien los efectos que provocaría la entrada en el euro, pero no esperábamos que además los tipos de interés mundiales bajaran a mínimos históricos, que las primas de riesgo prácticamente desaparecieran y que no existirían restricciones de crédito para una economía como la nuestra. Pero lo que era imposible anticipar es que España se iba a convertir en el segundo país receptor de flujos migratorios mundiales, en un momento en el que estos movimientos son los más intensos desde la Segunda Guerra Mundial.

Pues bien, seguimos pensando que un ciclo expansivo de 13 años, en el que se acumula un elevado déficit por cuenta corriente, nunca ha sido sostenible en nuestro país y que la historia acabará mal. Primero, no hacemos bien los cálculos, España ya registró una onda larga de crecimiento entre 1960 y 1974 y también fue debido a choques de oferta y movimientos migratorios, aunque en aquella ocasión fue un éxodo rural. Segundo, nos preocupa el déficit por cuenta corriente, pero no decimos que nuestro ahorro en porcentaje del PIB es similar al de Francia y Alemania. Por lo tanto, sólo debería preocuparnos en qué estamos invirtiendo.

Nos preocupa que se inicien 700.000 viviendas, pero no decimos que según la EPA del tercer trimestre se están creando casi 600.000 nuevos hogares, para los que la vivienda es un bien de primera necesidad. El Gobierno alcanza un superávit superior al 1% del PIB y, los que eran cruzados de las bondades del déficit cero, le dicen ahora que no es suficiente, pero no dicen que si el Gobierno deja de invertir en infraestructuras y gasto social, la relación capital/trabajo disminuirá y eso sí llevará a un desplome de la productividad a medio plazo.

Nos asustan las implicaciones de una llegada masiva de inmigrantes, pero no contamos que la población española, en edad de trabajar, está estancada y que la alternativa a la llegada de inmigrantes sería un escenario desolador, como el de nuestros vecinos europeos, con la Seguridad Social camino de la quiebra técnica. Nos aterra el bajo crecimiento de la productividad, pero no denunciamos que nuestras estadísticas no están a la altura de las circunstancias y que el crecimiento de la productividad incluye los errores de estimación.

Reconozcamos cuanto antes que estamos en un ciclo largo y leamos de nuevo a los clásicos, como Kondratieff, Kuznets y Abramovitz, que explicaron este tipo de ciclos. La ecuación es muy sencilla: España se aprovecha del choque tecnológico global, principalmente vía importaciones, de tipos de interés bajos y de salarios sostenidos, gracias a la inmigración. Con estas circunstancias, nuestra economía está en condiciones inmejorables, para acumular el capital que requiere el aumento del empleo y el choque de demanda que lleva aparejado y conseguir que nuestra renta per cápita supere en breve a nuestros socios europeos, por lo que el siguiente objetivo son los países anglosajones.

Vigilemos la evolución de los salarios y los tipos de interés reales. Defendamos la estabilidad macroeconómica, para minimizar el desorden lógico que necesita una onda larga. Además, nuestra regulación es susceptible de innumerables mejoras, por ejemplo muchas empresas en España siguen teniendo excesivo poder de fijación de precios y el diferencial de inflación pone en riesgo el crecimiento a medio plazo.

Cuando el mercado no resuelva los problemas, auditemos que la intervención pública es eficiente. Sigue habiendo riesgos domésticos: el precio de la vivienda se ha alejado en exceso de la renta media y tiene que ajustar. Pero también tenemos que disfrutar del espectáculo que supone ver cómo nuestros agentes resuelven la asignación de recursos escasos. Las ondas largas, como los eclipses de sol, son más habituales de lo que pensamos, pero observarlos en tu país es una rareza apasionante. Carpe diem.

José C. Díez Economista jefe de Intermoney

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