Lecciones para España del colapso de Amaranth
El pasado mes de septiembre vio caer a uno de los hedge funds de mayor prestigio del momento: un ángel caído que otrora fue un fondo de inversión libre, multiestrategia y bien gestionado desde el punto de vista del control de riesgo. Amaranth Advisors LLC quebró las reglas básicas de la gestión del riesgo, y tras dar excesivo poder a su trader estrella, Brian Hunter, sucumbió ante el descenso inesperado del spread sobre futuros de gas natural y la consiguiente trampa de liquidez en la que cayó y de la que no pudo salir tras perder un 65% de un patrimonio de aproximadamente 9.000 millones de dólares.
Las causas últimas de la debacle del hedge fund de Connecticut están directamente relacionadas con la falta de coherencia entre el enfoque multiestrategia que caracterizó al fondo desde un principio, y las apuestas especulativas que, sin una adecuada medición del riesgo, condujeron al colapso.
En sus orígenes, Amaranth se labró una reputación intachable en la industria financiera por su enfoque de contención del riesgo y maximización de la rentabilidad. Otorgar demasiada libertad a un trader con una historia reciente de beneficios elevados y demasiado confiado en sus posibilidades, y no diversificar en más estrategias tuvo un efecto devastador que se materializó en pérdidas sustanciosas.
No es la primera vez que un fondo de inversión libre cae estrepitosamente tras sufrir los vaivenes del mercado. En 1998 el Departamento del Tesoro de EE UU tuvo que rescatar del fiasco al fondo de inversión libre Long Term Capital Management, por temor a que su caída desencadenara una crisis económica mundial de consecuencias imprevisibles.
Las dos caídas responden a un patrón similar: un excesivo apalancamiento, posiciones demasiado amplias en una estrategia particular y la falta de diversificación, lo que conduce, en casos extremos, a una trampa de liquidez en la que el fondo de inversión libre es incapaz de atender las denominadas margin calls de la contrapartida en un contrato de futuros.
Reguladores a nivel estatal en EE UU están planteándose la revisión de la actual regulación que establece el modus operandi de los hedge funds. La preocupación es doble: por un lado, el caso de Amaranth ejemplifica a la perfección a un fondo que no obedece a sus propias estrategias de inversión, y el escenario actual involucra al pequeño inversor a través de las inversiones en hedge funds por parte de fondos de pensiones.
La regulación estadounidense limitaba inicialmente el acceso a la inversión en hedge funds a aquellos inversores con un capital invertido de al menos un millón de dólares. La cantidad mínima que ahora propone la nueva regulación en España (50.000 euros) puede resultar escasa para un inversor que según la nueva regulación, 'por su mayor experiencia o cultura financiera, precisa de menor protección' (preámbulo de la circular 1/2006). Un límite, el que separa al inversor con mayor experiencia o cultura financiera del que carece de ella, que resulta difícil de fijar y suscita reacciones contrapuestas.
Otro apartado de la nueva regulación comenta que 'se exige que el inversor suscriba una declaración escrita de consentimiento, que acredite que conoce las singularidades de fondos de inversión libre' (preámbulo) a la vez que ha sido informado de 'la política de inversión de la IIC' (norma 12).
El inversor queda desprotegido ante la mala conducta e incoherencia de un fondo como Amaranth, en el que se decidió apostar el 45% de los fondos a una estrategia de naturaleza especulativa que había proporcionado suculentos beneficios en meses anteriores.
¿Quién puede asegurar que en el actual panorama de fondos de inversión libre en España no va a haber una conducta similar a la de Amaranth, en la que el fondo dice lo que no hace y hace lo que no dice? Aquel inversor capaz de invertir 50.000 euros en un fondo de inversión libre tendrá que realizar un juicio de valor sobre si cree o no que los gestores del fondo se mantendrán fieles a las estrategias de inversión que han presentado en el documento informativo.
La actual regulación responde, sin duda, a un deseo a la vez que necesidad por parte de la industria financiera de comercializar un producto en auge y de moda. Sin embargo la regulación vigente debería contemplar un mínimo a invertir superior a 50.000 euros y poner en práctica un seguimiento del gestor de fondos de inversión libre, con el fin de corroborar la coherencia entre las estrategias de inversión que se anticipan y las que se terminan ejecutando.
Jaime Pozuelo-Monfort. Ingeniero de Telecomunicaciones, máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley