Un modelo eléctrico diferente
La batalla abierta hace un año largo por el control de las eléctricas en España no ha terminado. Sin embargo, empieza a divisarse qué configuración tendrá el sector desde el punto de vista regulatorio y corporativo, a juzgar por los movimientos de las últimas semanas, salvo que los anuncios de reguladores y compañías queden en el limbo de las intenciones. La puja por Endesa, con la irrupción en el escenario de Eon, ha despertado un desconocido nacionalismo industrial en las fuerzas políticas, que alcanzó su máxima expresión en el Gobierno. Con una política de supuesta neutralidad primero y frentismo doctrinario después, el Ejecutivo ha dado muestras de una desorientación en este tema con la que escasamente ha alcanzado el 'aprobado justito' que el propio Solbes ha reconocido. Y cuando la sensatez había ganado la posición y la solución parecía servida, el nacionalismo político fue desplazado por el interés empresarial y todo parece estar de nuevo en cuestión.
Los movimientos de Acciona sobre Endesa, replicados por los alemanes con una subida de la apuesta, y de ACS sobre Iberdrola, han encontrado un lógico eco en los reguladores, que parecen dispuestos ahora a recomponer lo que debieron hacer hace un año para retener en manos nacionales buena parte del control de la energía española. Pase lo que pase con Endesa, donde parece que será el dinero quien decida, dado que Eon no ha venido por aquí para irse de vacío después de contar con el respaldo de Bruselas y superar las resistencias políticas españolas, en camino está la construcción de un gran grupo energético nacional en torno a Iberdrola. Un movimiento en el que, según algunos observadores, podría tener cabida Gas Natural, que abrió la veda y corre serios riesgos de quedarse sin pieza.
Pero tal operación precisa de cambios normativos profundos. La carrera de recados al regulador, que encadena mensajes explícitos y toma de posiciones industriales para muscular un campeón nacional de la energía, y que han capitaneado ACS, Iberdrola y Repsol, puede configurar un mapa más parecido a los modelos francés, italiano o alemán. Pero su efecto colateral sería poner en jaque la doctrina tradicional de la Comisión Nacional de la Energía y del Tribunal de Defensa de la Competencia.
Las modificaciones en cartera deberían ir acompañadas de la existencia de alguna garantía de que a renglón seguido desaparecen las fronteras energéticas que hasta ahora aíslan a la península Ibérica, pese a los empeños ideológicos de la Comisión Europea. Tal apertura es también obligada para una liberalización plena en la formación de los precios eléctricos. El temor a que la guerra financiera abierta por el control de las eléctricas en España, y que ha supuesto el pago de abultadas primas, se traslade a una subida de tarifas de la energía tiene fundamento.
Pero desde luego carece de él que los ciudadanos paguen con impuestos cerca de 6.000 millones en déficit de tarifa a unas empresas que abonan a sus accionistas como dividendo los mejores pay out del mercado. Tiene más sentido que los ciudadanos consumidores paguen el coste real de la energía y que los ciudadanos accionistas de las eléctricas perciban el dividendo que en libre competencia obtengan sus compañías.