Síntomas de fatiga inmobiliaria
En los últimos nueve años, los precios de las casas han subido prácticamente un 200%. Estamos, sin duda, ante el boom inmobiliario más longevo conocido en España. El fuerte crecimiento de la población, la bajada estructural del coste de financiación y el continuo crecimiento de la renta real de los hogares han excitado el mercado inmobiliario de forma extraordinaria, y todavía hoy el sentimiento general es de vigoroso crecimiento de sus variables. No obstante, la euforia ha alcanzado valores irracionales en algunos mercados locales, que son ya víctimas de su propio éxito.
Como era de esperar, las almendras urbanas de las grandes ciudades, con precios al alcance de cada vez menos gente, y los mercados de segunda vivienda más exclusivos, algunos de ellos tocados del estigma de la corrupción, han sido los primeros en alcanzar techo. Los promotores admiten dificultades para vender promociones nuevas en la costa malagueña, alicantina y almeriense, donde las subidas en los últimos años han sido de una exuberancia de difícil explicación. Además, los intermediarios tardan cada vez más en vender casas, sobre todo las de dimensiones medias y grandes, en las ciudades más caras, como es el caso de Madrid, Barcelona o San Sebastián.
Ambas circunstancias son los primeros síntomas de fatiga de una actividad que ha acaparado los flujos de inversión y capacidad de endeudamiento de los particulares el último decenio, y que explica casi un tercio del crecimiento de la economía. Pero también puede ser el agorero anticipo de una caída que puede arrastrar el empleo. Para evitarlo, las fuerzas políticas, especialmente las municipales, deberían activar los instrumentos para que el mercado modere precios y actividad, y que, con un aterrizaje más suave que brusco, proporcione longevidad a un ciclo del que depende buena parte de la ocupación y el crecimiento.