El gas, Namibia y el fondo Pirate
En poco más de un par de semanas la gente más o menos vinculada al mundillo financiero se ha topado con noticias que parecen sacadas de otra época. El fondo Amaranth perdió en un mes 6.500 millones de dólares sobre un patrimonio total de 9.200 millones. Las fallidas apuestas sobre el precio del gas natural provocaron el colapso, toda vez que esta entidad invertía hasta ocho o nueve veces el dinero del que realmente disponía en uno de los activos más volátiles del mundo.
Poco después los teletipos y las páginas financieras estadounidenses daban cuenta de la detención en Namibia de Jacob Alexander, consejero delegado de Comverse, empresa de software para teléfonos móviles implicada en el escándalo de las opciones sobre acciones investigado por el FBI. Este supuesto fraude, que afecta a más de un centenar de compañías cotizadas incluidas algunas de las más conocidas de Wall Street, consiste en asignar a los directivos opciones sobre acciones con efecto retroactivo, es decir, fijar los precios y las fechas cuando ya saben lo que ha pasado con las acciones para, así, maximizar el pago. Alexander, de hecho, había creado nombres ficticios para embolsarse él mismo las opciones.
El otro caso ha sido el del fondo Pirate Capital, que está bajo investigación de la SEC, supervisor de los mercados, y del que se han marchado la mitad de los empleados. La entidad está especializada en atacar el equipo gestor de compañías de las que, considera el fondo, no se saca el rendimiento posible en términos bursátiles. Se trata, a juzgar por las noticias de los medios estadounidenses, de un fondo muy agresivo en sus tácticas.
Con este panorama se encuentra el Dow Jones con los máximos históricos, por encima de los niveles registrados en 2000. Un momento en el que la euforia colectiva no sólo impidió ver las aberrantes valoraciones del mercado, sino también las no menos aberrantes prácticas que dicha efervescencia ocultó.