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Tribuna
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Contando cuentos en los mercados

Ricitos de oro o Los tres cerditos? Parece como si los mercados no supieran qué cuento creerse. Un cuentacuentos quiere ver una ralentización del crecimiento económico, pues ello detendrá la mano de la Reserva Federal y dará margen a esa economía tan esquiva, 'ni demasiado caliente, ni demasiado fría', donde el crecimiento se sitúa ligeramente por debajo de la tendencia, la inflación se modera y el empleo permanece estable.

Por otra parte, el mercado parece estar encandilado con el cuento de Los tres cerditos, cuyo capital en vivienda se ve continuamente derribado por el aumento de los tipos y la disminución de los precios inmobiliarios. Estos cerditos se han apalancado hasta el cuello financiando sus casas de paja (mediante hipotecas a tipos ajustables) y, a medida que avance el cuento, pronto acabarán sin techo.

¿Con qué cuento nos quedamos, entonces? El mercado permanece volátil, y cada vez que se publican datos se produce un escrutinio de los mismos para intentar entender qué escenario tiene más probabilidades de producirse. Seamos claros: la vivienda residencial de EE UU se encuentra en un estado de riesgo. Todos los indicadores de actividad (ventas, índice de puesta en marcha, permisos) se han reducido en un 10% como mínimo con respecto a sus valores máximos. Actualmente, la inflación en el sector de la vivienda de EE UU se sitúa en sus valores más bajos desde 1993 y es probable que se debilite aún más. Las acciones de varias constructoras de viviendas del país han perdido un 30% desde sus recientes máximos.

Pero, ¿qué significa esto para la economía de EE UU (y, por tanto, para la mundial) y para los mercados de activos de riesgo? Obviamente, hay quien sale perdiendo con esta ralentización. Es muy probable que los trabajadores de la construcción, las entidades hipotecarias y los fabricantes de electrodomésticos se vean perjudicados. No obstante, más allá de estos sectores específicos las pruebas son mucho más inciertas.

La relación entre los precios de la vivienda y el crecimiento del PIB de EE UU es débil en el mejor de los casos (y en una correlación a 10 años corrientes resulta incluso negativa).

Mirando más allá de EE UU encontramos cierto margen de optimismo. Tanto Reino Unido como Australia han sufrido correcciones severas en sus mercados de vivienda. En el caso de Reino Unido, existían incluso más motivos de preocupación, pues la inmensa mayoría del mercado se encuentra en hipotecas a tipo de interés ajustable, mientras que en EE UU esta proporción se acerca al 25%.

Efectivamente, aun con la corrección en los mercados de vivienda, el gasto de los consumidores continuó a buen ritmo y no hubo una contracción generalizada de la actividad. ¿A qué se debe esto? La verdad, esto sucede porque la mayoría de la gente no negocia con su vivienda y el descenso de los precios no se produce más que en el papel hasta que la propiedad se pone en el mercado y se calcula su precio dentro de él.

Fuera del mercado de la vivienda, la economía estadounidense se está ralentizando pero no da muestras de un colapso. El ampliamente estudiado índice ISM se mantiene robusto y -algo importante para la Reserva Federal- tanto el empleo como las expectativas de inflación parecen estar estabilizándose. En consecuencia, las expectativas respecto a los tipos de interés se han rebajado y tanto la renta variable como la fija han repuntado con cada noticia económica que anunciaba resultados peores de lo esperado. Esto no suena como si el cielo se desplomara sobre nuestras cabezas.

En el ámbito mundial, la actividad económica se mantiene robusta (aunque se está frenando) y los bancos centrales se están viendo obligados a recortar el crecimiento, no a bajar los tipos. Aunque siempre hay margen para un error de política y la ralentización de la vivienda se pueda traducir en una huida de los consumidores, esto es poco probable.

Por último, las cifras de beneficios continúan sorprendiendo al alza y muchos mercados están siendo subevaluados. Esto hace que las valoraciones permanezcan razonables y debería prevenir un declive fuerte. Los rendimientos de los bonos pueden haber alcanzado un máximo y servirán de apoyo a la recalificación de las acciones (aunque será modesta).

Los cuentacuentos tienen que escribir algo (recuerden que no se les paga para que acierten, sino simplemente para que escriban) y estoy seguro de que el cuento del gran derrumbe del consumo estadounidense acabará otra vez como el del pastorcito mentiroso.

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