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A fondo

Opa a Endesa, primer año triunfal

El 5 de septiembre de 2005, Gas Natural lanzó una opa hostil sobre Endesa que, un año después, sigue sin resolverse. La operación se convirtió en un largo culebrón en el que han intervenido empresas, políticos, abogados y jueces de toda condición y nacionalidad. Tras una primera fase de fuerte politización en la que Endesa reclamó la competencia de Bruselas para analizar la oferta, la operación derivó por la senda judicial con el consabido resultado de las dos suspensiones cautelares de la opa de la gasística: la dictada por un juzgado mercantil y la del Supremo.

Con todo, el hecho más destacable del proceso, tanto por el antecedente que crea, como por las consecuencias para el sector eléctrico español y europeo, fue la aparición, el 21 de febrero, de la opa competidora de un grupo alemán, Eon, de cuya existencia apenas se tenía conciencia en España. La oferta alemana mejoraba sustancialmente la de Gas Natural y puso en pie de guerra al Gobierno, que amplió por decreto las funciones de la Comisión de la Energía como baza para impedir que Eon se hiciese con Endesa o, al menos, con la totalidad de sus activos.

Tras casi cinco meses de análisis, el 27 de julio, el regulador energético resolvió autorizar la operación sometiéndola a 19 condiciones con las que intentaba salvaguardar los activos estratégicos de Endesa (centrales nucleares y de carbón nacional, entre otros) además de garantizar el abastecimiento del mercado español. Eon ha recurrido la resolución ante Industria, mientras la Comisión Europea ha remitido un análisis feroz acusándola de ilegal.

En las semanas anteriores a la publicación del dictamen y para frenar la beligerancia de Bruselas, el Gobierno negoció a través de emisarios externos un pacto con el presidente de Eon, Wulf Bernotat, en el que éste estuvo de acuerdo en renunciar a activos de Endesa equivalentes a un 15% de su potencia instalada. Las presiones reclamando el veto a la operación del ministro de Industria, José Montilla, y del asesor económico de Moncloa, Miguel Sebastián, impidieron la solución más blanda, aunque la CNE tampoco optó por el veto, sino por obligar a Eon a desinvertir el 30% de la potencia de Endesa.

Sin embargo, todo indica que el Gobierno está dispuesto ahora, una vez que Montilla ha abandonado el escenario de la opa, a suavizar las condiciones impuestas a Eon. El todavía titular de Industria, aunque ya volcado en su candidatura a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, se había implicado de lleno en la defensa de Gas Natural y la cesión de Endesa al caballero teutón podía perjudicar su imagen política. Por contra, el Gobierno quiere resolver el contencioso antes de la llegada de su sustituto, Joan Clos, que toma posesión en breve, para evitar que el caso le salpique.

Por tanto, esta semana podría ser clave en la búsqueda de una solución pilotada, al parecer, por Moncloa y Economía. De esta manera, en el encuentro que mantendrán el día 12 la canciller alemana, Ángela Merkel, y José Luis Rodríguez Zapatero, éste, muy preocupado por restablecer sus enturbiadas relaciones con la UE y Alemania, podría servir en bandeja de plata una solución a su homóloga germana. Pero a esta bucólica lectura, en la que están empeñados los medios de comunicación alemanes, le falta la letra pequeña de un pacto que, al tiempo, debe aplacar las iras de Bruselas y satisfacer a la opinión pública española.

El Gobierno debe medir todos estos factores e intentar obtener un precio que compense tan larga batalla. Si el Ejecutivo elimina en el recurso de alzada a Industria las condiciones de la CNE a cambio de nada, la pregunta sería: ¿y para qué el decreto de marzo que ampliaba sus poderes? O, ¿de qué ha servido el arduo trabajo del regulador? Tampoco el hecho de que Eon evite acudir a los tribunales si se suavizan en extremo las condiciones puede considerarse una victoria, pues nunca habría acudido sin la existencia de dicho decreto. Pero no hay que descartar que se recurra a la habilidad política de vender como triunfo lo que sólo es un fracaso.

Más allá de la intimidación alemana o de la que ha hecho gala la CE en su análisis preliminar de la resolución de la CNE, Eon es consciente del paso de gigante que da, incluso con las condiciones de ésta, al recibir autorización para comprar la eléctrica española. Porque, si su oferta triunfa se haría con el 70% del mercado español de Endesa y, sobre todo, con un negocio en monopolio como la distribución, que la CNE no toca. Además, se convertiría en la primera eléctrica chilena y pondría un pie en mercados cautivos como Francia e Italia.

En este sentido, sorprende que Bruselas en su carta al Gobierno considere que algunas de las condiciones de la CNE convierten en 'ilusorias' o 'reduzcan a la nada' la libre circulación de capitales en un mercado europeo como el eléctrico que, si por algo brilla, es por su total ausencia.

La experiencia demuestra que los procesos de liberalización y privatización perjudican a los países que más avanzan en ellos (como Gran Bretaña o España) en favor de los intervencionistas. Así, se da la paradoja de que en el sector eléctrico británico, tras ser liberalizado y troceado por entender su gobierno que con un mayor número de empresas aumenta la competencia, grandes grupos continentales con recursos generados por negocios regulados, han intentado reforzar su presencia comprando varias empresas. Este es el caso de la propia Eon, que en 2005 intentó comprar Scottish Power, eléctrica que quería sumar a la filial que ya tiene en Gran Bretaña, Powergen. Un acuerdo tácito entre el Gobierno y el sector, por el que nadie puede superar el 25% del mercado, impidió la incursión del coloso alemán.

Sea como fuere, a un año de la opa de Gas Natural, que no oculta su desazón por la falta de apoyo del Gobierno, el fin del proceso todavía se prevé largo. Eso sí, nadie confía en que la batalla energética, que ocupará un lugar destacado en los manuales universitarios, pueda volver a celebrar otro cumpleaños.

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