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Columna
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El desarrollo y sus enemigos

La reticencia a usar el enfoque económico es mayor en el campo del desarrollo económico que en cualquier otro. Se han aplicado una y otra vez políticas desacreditadas, como controles múltiples de cambios, monopolio del comercio exterior, proteccionismo a ultranza para la sustitución de importaciones y otras afines que tienen en común la prioridad a la intervención pública, a pesar de que los países que han conseguido salir del subdesarrollo -algunos en una sola generación- lo hicieron priorizando la promoción de exportaciones y la integración en el mercado mundial.

La vía que siguen China e India, Tailandia, Vietnam y los cinco que les acompañan, replica lo que hicieron Corea del Sur y Taiwán. El proceso de Estonia, Chequia, Eslovenia, Eslovaquia y otros tiene muchos puntos en común. Por una parte busca inversión extranjera directa, impulsa la exportación, forma a las personas, reduce normativa innecesaria, mantiene una presión fiscal baja y trata de controlar el gasto público y la inflación.

En las carencias hay deficiencias del metamercado (reglas e instituciones que marcan las pautas obligatorias, inspeccionan su cumplimiento y persiguen las transgresiones) en forma de sistemas de propiedad mejorables, insuficiencia de medios de la administración de justicia y otras.

Los países que han recibido más financiación persisten en no aplicar los ajustes y siguen sin iniciar su despegue económico

A pesar de los defectos, la opción, junto con la iniciativa privada y, en general, una competencia interna vigorosa, ha permitido la salida de la pobreza absoluta de cientos de millones de personas, a las que ha insertado en un proceso de mejora al que le queda mucho camino, pero que evidencia resultados tangibles.

Algunos de los países mencionados han superado problemas serios como la crisis financiera de finales de los noventa, otros tienen que adaptarse tras abandonar la economía planificada y cada uno es una historia diferente si bien todos pueden decir que abandonan la pobreza con su esfuerzo y por sus propios méritos. El apoyo recibido de las instituciones financieras internacionales ha sido ínfimo. Por el contrario los países que han recibido más financiación (y más condonaciones de deuda, la mayor parte de ellos en África y Latinoamérica) persisten en no aplicar los mecanismos de ajuste que se les sugieren y que dicen aceptar y siguen sin iniciar su proceso de despegue económico.

La causa del atraso no es pobreza inicial ni falta de financiación. De hecho todos fueron subdesarrollados en algún momento e iniciaron su crecimiento sin apoyo externo. Alguno de los más pobres, como India y China, no sólo no recibieron financiación sino que, a pesar de su estado incipiente, ellos financian al resto del mundo. Más aún, no se conforman con beneficiarse del diferencial de coste del trabajo sino que buscan estar en primera línea de la innovación en productos y en procesos de producción. Aplican la posibilidad de iniciar el desarrollo en el nivel en que están los más adelantados saltándose los estados intermedios. Así China crece en la fabricación de maquinaria electrónica e India en software avanzado. El PIB de China ha alcanzado el de la UE y en pocos años India también lo hará. Dada su población la renta per cápita tardará más en alcanzar el nivel de la UE.

La evolución que se está produciendo es la misma que llevó a Irlanda del penúltimo lugar de renta per cápita en la UE-15 al segundo puesto, sólo por detrás de Luxemburgo. La rebaja de la fiscalidad fue compatible con más ingresos públicos gracias al crecimiento de la actividad y del empleo y la mejora en la calificación permitió mayor productividad en cada persona. Nótese que el número de ingenieros o titulados superiores equivalente por cada cien mil habitantes es de 27 en Francia, 120 en EE UU, 525 en India y 800 en China (datos de Unesco para China e India, de Nacional Science Foundation para EE UU y Ministère de l'Education Nacional de Francia).

La inserción en la economía global permite a los pobres participar en la población y el comercio mundial mientras que el aislamiento confina en la pobreza sin esperanza.

Ante estas obviedades la persistencia en cuestionar la globalización hay que remitirla a la que en el siglo XIX había frente a la competencia económica cuestionada, según dijo Gabarrús, por el interés de los pocos y el desinterés de los muchos. Los pocos son los que en la UE y EE UU piden barreras proteccionistas en la producción agraria, los nostálgicos de la intervención pública, los Gobiernos totalitarios que perderían control en sus países, el desinterés de los muchos deriva del desconocimiento de intelectuales que denostan la globalización sin haber dedicado cinco minutos a enterarse de qué es la ventaja comparativa, de la confusión que crea la retórica conservadora y paternal de algunas confesiones religiosas y organizaciones activistas y, simplemente de la pereza, más o menos interesada, en contrastar informaciones.

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