El sencillo artista de la hipérbole
Nicole es una joven artista afincada en San Francisco. Su abuelo le pagó los estudios, pero como muchos universitarios, tuvo que trabajar a la vez para financiar su vida de estudiante, algo que es muy caro en EE UU. El abuelo no se lo quiso poner fácil. Podía, más que cualquier otro en el mundo. Pero él, que empezó su vida laboral repartiendo el diario Washington Post, considera que el dinero se tiene que ganar, y no encontrar o heredar, y menos cuando las oportunidades para hacerlo son muchas. Así lo cree este abuelo, Warren Buffett, y así lo hizo él mismo para, entre otras cosas, acabar sentado en el consejo del periódico que repartía y ser uno de los mayores apoyos de su editora, ya fallecida, Katherine Graham.
A los 75 años, Buffett vive en el mundo de la hipérbole en el que están los pocos que cuentan los millones de sus fortunas personales de mil en mil. Tras Bill Gates, es el segundo que más puede contar en todo el mundo: hasta 44.000 millones de dólares. Pero lo hace de una forma distinta al resto, con un cierto desinterés personal, sin la pompa que suele acompañar a estos casos.
Buffett, presidente de Berkshire Hathaway, sigue viviendo en la misma casa que compró en 1956 con su esposa, Susan por 31.500 dólares (donde usaron como cuna un cajón, cuando nació su primera hija), comiendo filetes con patatas y bebiendo Coca Cola con sabor a cereza en el Gorat, un restaurante de Omaha (Nebraska). No es el golf sino los naipes lo que entretiene a este inversor de adscripción demócrata y que habla de progresividad en los impuestos para que la gente como él contribuya más. Su jet parece ser la única debilidad de rico.
Buffet no confía en el dinero fácil. Y admira a quienes, como él, sienten pasión por el trabajo
Warren Buffet dice que hacer dinero es fácil, más en Estados Unidos; que lo difícil es donarlo de forma inteligente. Y cree que él no sabría hacerlo. Por eso, se lo ha dado a su amigo Bill Gates
Esa rara frugalidad diaria en alguien con tanto, y la fidelidad a los principios que compartía con Susan, son las claves que lo han llevado a protagonizar el gesto más hiperbólico de los de su clase.
Lo hizo el pasado 25 de junio, cuando anunció que donaba el 85% de su fortuna a cinco fundaciones, entre ellas a la de su amigo y compañero de partidas de bridge, Gates, que recibió la mayor parte, unos 31.000 millones de dólares. Lo superlativo del caso ya no es sólo la cantidad, sino que dio el dinero a fundaciones que no llevan su nombre sino la del fundador de Microsoft y sus tres hijos y esposa. En una época en la que las placas y los nombres de los benefactores se multiplica, su gesto se ha caracterizado de egoless: carente de ego.
Aquello se venía fraguando desde hace tiempo. Buffett le dijo a Susan que iba a ser rico. 'Estaba predestinado desde el nacimiento a invertir capital', le dijo a la revista Fortune para admitir. 'Pero Susie no se quedó muy impresionada. O le dio igual, o no me creyó; igual las dos cosas'. No obstante, 'sabíamos lo que teníamos que hacer con ello: devolverlo a la sociedad', añadió.
El dinero no llegó desde el primer momento. Primero, el joven Warren hubo de pasar a final de los años 40 por la escuela de negocios de la Universidad de Columbia. En Harvard no le admitieron por ser demasiado joven. æpermil;l no quería ir, pero su padre, Howard, un congresista republicano enfrentado a los 'grandes planes del presidente Roosevelt', le convenció. De ir a la Universidad; de sus ideas políticas, no.
En Columbia recibió formación directa del inversor Benjamín Graham, quien en los años 20 cuando la Bolsa era un casino peligroso, buscaba acciones tan baratas como para eliminar el riesgo. Después del crash del 29, este profesor dio forma a la teoría del valor intrínseco de los negocios, que sostiene que el verdadero valor de una empresa es totalmente independiente de su cotización. Su libro, El inversor inteligente, es una Biblia para Buffett.
El comienzo del despegue
Fue el estudiante que sacó la mayor nota posible en su clase y pidió trabajar con él. En aquel momento, Graham sólo contrataba a judíos que no podían trabajar en empresas gentiles, por lo que el alumno volvió a Omaha, donde se casó y empezó a trabajar como inversor sin demasiado éxito, hasta que Graham le volvió a llamar. Trabajando juntos en Nueva York, el joven Buffett empezó a chocar con su maestro: estaba más interesado que él en los números, mientras él valoraba también la gestión de la compañía y la pasión que se le pone a esa tarea. Terminó volviendo a casa, animando a su familia, entre otros, a poner dinero y crear una empresa de la que terminó emergiendo en 1969 Berkshire Hathaway, que inicialmente era una compañía textil.
El valor intrínseco era la clave: compraba compañías bien establecidas pero baratas. En su cartera tiene a Coca Cola, American Express, Gillette, Wells Fargo, The Washington Post, Dairy Queen, Fruit of the Loom y Geico, la aseguradora en la que su mentor Graham era directivo.
Las acciones de Berkshire Hathaway valen hoy 90.600 dólares, un 185% más que hace 10 años. Durante todo el tiempo que ha estado al frente de esta compañía, se ha mantenido fiel a los principios de buscar buenas inversiones y no mover el dinero si no las encontraba, algo que ha lamentado en su carta a los accionistas en alguna ocasión últimamente. Buffett no participó en la carrera del dinero fácil de los 90 en tecnología. Dijo que no lo entendía y que además no podía predecir donde estarían esas compañías en 10 años. Los inversores entonces le declararon fuera de onda y el mercado, con su crisis, terminó dándole la razón. 'La tecnología está basada en cambios, y el cambio es el enemigo del inversor', les dijo a los alumnos del MBA de Tuck de la Universidad Dartmouth.
Buffett no participa de la sintonía del mundo empresarial en muchas otras cosas. Enemigo al máximo del micromanagement, este ejecutivo acostumbrado a delegar, se opone a los dividendos y a las stock options (que deben ser consideradas como salario, según él y contra el criterio de Silicon Valley). Considera terrible el gran déficit de EE UU y cree que debe haber más impuestos progresivos al consumo para los ricos como él, y afirma que él debe pagar más por su segunda casa en San Francisco (donde vivía hasta que falleció en 2004 su esposa) y por el combustible de su jet.
También considera que el impuesto de sucesiones es necesario para evitar una aristocracia del dinero. Su ideario y rectitud es seguido por muchos defensores de los accionistas y compañías, aunque ha sido criticado por mantener a muchos miembros de su familia en su empresa de más de 200.000 empleados.
Tampoco confía en el dinero fácil. Buffett admira a quienes, como él, sienten pasión por el trabajo. Aunque cree que no sólo se vive de pasiones sino que hay que coger el tren en la dirección adecuada. 'Voy bailando a la oficina', suele decir en un tono jocoso del que raramente se apea. 'No se puede crear más dinero de las empresas americanas de lo que ellas crean por sí mismas, por lo que la mayoría de los hedge funds no van a ser capaces de justificar sus desproporcionadas comisiones', opina. Este gusto por el trabajo es lo que le gusta de la gente que contrata y de los gestores de las empresas que compra.
Un hombre sencillo
Este hombre, que ha puesto a Omaha en el mapa y ha convertido a la junta de accionistas de su empresa en el Woodstock del capitalismo, tiene un gran sentido del humor que se puso a prueba en 1977, cuando su mujer decidió separarse de él. Susan se marchó, pero nunca se divorció. Siguieron hablando todos los días y se iban de vacaciones juntos. Susan insistió en que Warren conociera a otras mujeres y terminó presentándole a Astrid Menks, una camarera que es su actual pareja.
Warren dice que hacer dinero es fácil, más en EE UU; que lo difícil es darlo de una forma inteligente. Y cree que él no sabría hacerlo. Por eso, se lo ha dado a su amigo Gates. Opina que tenía que darlo porque cree que quien muere rico muere desgraciado, y porque el sistema capitalista que adora, tiene fallos y hay muchos desprotegidos.
Su familia, que se ha quedado sin el total de tan fabulosa herencia, parece estar de acuerdo con él. En la CNN, su nieta Nicole decía estar muy orgullosa de su abuelo.