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Tribuna
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¿Hacia qué modelo de universidad?

Las universidades europeas se preparan para converger en un espacio común de educación superior para el año 2010, según lo establecido en la Declaración de Bolonia. A pesar de su paso firme en la consecución de este objetivo, según el autor, son muchos aún los interrogantes que suscita este proceso

Guy Neave, conocido experto internacional en temas de educación superior, proponía hace unos años, en un trabajo, actualmente clásico, una tipología de universidades que aún sigue siendo válida y esclarecedora para entender la situación de las universidades en Europa y en España.

La tipología se basa en el mayor o menor control de las admisiones en la universidad. Así, las universidades europeas pertenecen, según el autor citado, a uno de estos tres grandes tipos: el modelo demand-led, o determinado por la demanda; el modelo expenditure driven, o determinado por el coste, y, finalmente, el modelo intermedio entre los dos anteriores.

El modelo determinado por la demanda es el característico de los sistemas universitarios de los países mediterráneos y, en particular, de Francia, España, Italia y Grecia. El sistema procede de la universidad napoleónica, aunque, obviamente, ha experimentado cambios a lo largo del tiempo y según los países. En general, el principio de la enseñanza superior como derecho constitucional, instrumento de justicia social y de igualdad de oportunidades, se entiende y se practica como libertad de acceso a la enseñanza superior.

Las características principales del modelo determinado por la demanda son, según Neave, las siguientes: todo bachiller puede o debe tener acceso a la universidad si así lo desea; existe un débil control público sobre el acceso; las tasas académicas son bajas y, desde luego, muy inferiores al coste real de la enseñanza; es baja también la inversión por estudiante; son numerosos los estudiantes y los profesores a tiempo parcial, existiendo un gran número de profesores que no son profesionales de la enseñanza. Y, finalmente, añadimos una característica más: la movilidad de docentes y discentes es baja.

El modelo contrapuesto al anteriormente descrito es el determinado por los costes y prevalece en países como Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda y Suecia. En todos estos países se ejerce un fuerte control sobre el acceso, que tiene carácter público para las universidades públicas y es ejercido por las mismas universidades o por organismos de competencias más generales. Este control público de la admisión lleva asociadas las siguientes características: tasas académicas altas, extenso y eficaz sistema de becas, lo que propicia y fomenta la movilidad de los universitarios, alta inversión por estudiante, docencia y estudio considerados como dedicaciones exclusivas… Por lo mismo, los docentes son remunerados debidamente.

Según Guy Neave, los estudios superiores se reservan, en los países pertenecientes a este modelo, a una élite intelectual que, por diversos motivos, coincide en gran medida -aunque con una buena política de becas, sólo parcialmente- con una élite social. Además, el volumen del gasto público universitario involucrado determina un fuerte control por parte de la Administración pública, sea central, local o universitaria.

Entre estos dos sistemas contrapuestos se encuentra un tercer grupo de países como Alemania, Irlanda y Bélgica que responden a un modelo intermedio

En España ha sido sin duda el modelo determinado por la demanda (o demand-led) el que se ha seguido. Basta con analizar el proceso de implantación de nuevas universidades en nuestro país para constatarlo empíricamente. Actualmente existen en España 71 universidades, 48 de carácter público, que absorben el 91% de la actual demanda universitaria, y 23 de carácter privado, que compiten por el 9% restante, en un contexto de competencia entre universidades públicas y privadas, y teóricamente al menos, entre aquéllas entre sí y, lo que es más importante, de caída de la demanda por razones -fundamental aunque no exclusivamente- demográficas.

Las universidades europeas caminan hacia el 2010, año limite para nuestra plena incorporación al modelo europeo universitario de Bolonia, con paso firme y decidido. Sin embargo, la preguntas -no retóricas- que cabe hacerse son: ¿la inserción en el llamado espacio europeo de educación superior va a acarrear las mismas consecuencias para uno y otro tipo de modelo nacional de universidad?, ¿está el llamado modelo determinado por la demanda en las mismas condiciones que el determinado por los costes para hacer frente a los retos de Bolonia?, ¿qué cambios urgentes sería necesario introducir?, ¿se están considerando estos cambios en la reforma de la LOU?, ¿se han planteado las universidades el problema de la financiación -y, muy especialmente, el de las becas- en su justa dimensión?

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