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Columna
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Tierras sin pan

La marea humana de inmigrantes africanos sólo ha comenzado, según el autor, quien analiza las razones profundas que la impulsan y destaca el importante crecimiento demográfico de los países emisores. En su opinión, urgen acciones internacionales para paliar el problema

Por escasos meses, Alfonso Rodríguez Castelao, en su destierro de 1934 en la Delegación de Estadística de Badajoz, no pudo encontrarse con Luis Buñuel cuando en 1933 rodó en Las Hurdes Tierra sin pan, pero el gran escritor y dibujante gallego incidió en la denuncia de la película cuando escribió: 'Hoy mismo, en la oficina de Estadística, se anotaron varios casos de muerte por inanición. Hambre cuando se vive en un mar de pan'. Ni la película pudo verse, por prohibición de la República, ni los datos estadísticos que nos han llegado permiten ver las muertes por hambre en Extremadura, pero sí sabemos, por ejemplo, que en esa región morían 141 menores de 1 año por cada 1.000 nacidos y que sus habitantes huían en aquel tiempo a América y, a partir de 1960, a Europa, hasta el punto de que, durante todo el siglo XX, mientras España multiplicaba su población por 2,2, Extremadura apenas crecía el 20%.

Ni España ni Extremadura son ya tierras sin pan y, en lugar de expulsar gente, ven llegar a quienes huyen del hambre, las enfermedades y las guerras, como ocurre con los africanos que llegan a las costas canarias. Se trata de flujos de personas que, a través de lo que ven en los televisores y de lo que les cuentan los familiares y amigos que les han precedido en la emigración, saben que España, el país europeo más cercano, les brinda la oportunidad de salir de la miseria y, por ello, como El Espartero, que justificaba su valor ante los toros porque 'más cornás da el hambre', no dudan en arriesgarse en frágiles embarcaciones para alcanzar lo que para ellos no es otra cosa que el paraíso.

Por esta razón hay que dudar de que la ofensiva diplomática emprendida por el Gobierno de España en Marruecos, Mauritania, Senegal, etcétera, o el blindaje de costas reclamado por el Gobierno de Canarias, sean capaces de frenar una corriente que tiene tan profundas razones para emigrar.

La realidad se va a quedar corta por el extraordinario potencial migratorio de países en los que casi la mitad de la población tiene menos de 15 años

A la espera de los datos oficiales de población de 2006, que seguramente registrarán aumentos espectaculares, en los cuatro años que separan los padrones de 1 de enero de 2001 y la misma fecha de 2005, los inmigrantes procedentes de África han aumentado desde los 298.899 de 2001 hasta los 663.156 empadronados en 2005. Los marroquíes, que son los más numerosos, han pasado de ser 216.470 a 468.797 y los argelinos, segundo grupo en importancia, desde los 19.856 hasta 46.232.

Como se aprecia, estas poblaciones han más que duplicado sus efectivos, lo que también ha ocurrido con los países que tienen más cerca las costas canarias. Así los mauritanos han pasado de ser 3.351 a 8.909, los senegaleses de 9.931 a 27.880, los de Gambia de 6.387 a 11.601, los procedentes de Nigeria de 7.417 a 25.611, los de Guinea Ecuatorial de 7.950 a 12.312, los de Angola de 2.247 a 3.253 y una serie de países del área, que por su escasa representación aparecían en 2001 englobados en el epígrafe de otros países africanos, ya van alcanzando una entidad notable, como Ghana, Guinea Bissau y Camerún, con 10.165, 4.513 y 3.254 inmigrantes contados en el Padrón de 2005 respectivamente, así como Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil y Congo, que han sobrepasado con creces la cifra de 1.000 inmigrantes.

Con datos de 2003 para poder comparar rentas de distintos países, mientras en España teníamos 20.424 dólares estadounidenses por habitante, en la República Democrática del Congo tenían 107, en Sierra Leona 197, en Guinea Bissau 208, en Ghana 354 o en Mauritania 381, poco más de 1 un dólar diario. Por sólo dar un indicador, el de mortalidad infantil, la práctica totalidad de estos países están por encima de 100 muertos menores de 1 año por cada 1.000 nacidos vivos y, por ejemplo, Sierra Leona, con 177, supera la citada tasa que tenía Extremadura en 1933.

Visto el problema bajo una perspectiva demográfica, se aprecia que, para afrontarlo, se requiere una acción internacional que opte por el desarrollo de los pueblos africanos.

Las soluciones urgen porque la realidad actual se va a quedar corta en países que, a diferencia de España, cuya población menor de 15 años es el 14% y creció entre 2000 y 2005 el 0,3%, tienen casi el 50% de sus poblaciones con menos de 15 años y han crecido en dicho periodo alrededor del 3%, como Angola, Chad, Guinea Ecuatorial, Guinea Bissau o Sierra Leona, lo que indica un extraordinario potencial de expansión demográfica y, por tanto, migratoria porque, con ese crecimiento, duplicarán sus poblaciones en el corto espacio de 24 años.

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