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Columna
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Nubarrones de tormenta

En su informe de primavera sobre las perspectivas de la economía mundial para 2006 y 2007, el FMI pronostica que la economía mundial crecerá este año nada menos que un 4,9%, la zona euro un 2% y España y EE UU, un 3,3 y un 3,4% respectivamente. El incremento de nuestros precios al consumo sería del 3,4% frente al 2,2% del conjunto de los países del euro, aproximándose las tasas de desempleo -la nuestra se situaría sólo un 0,3% por encima de la media europea-; a cambio nuestro déficit exterior -el 8,1% de PIB- superaría espectacularmente a la media de los países de la eurozona -un 0,2%- y tendríamos el dudoso honor de sobrepasar en ese capítulo a EE UU.

Es precisamente ese problema, el de los desequilibrios globales, el que constituye la principal preocupación de los dirigentes del FMI, para lo cual aconsejan lo que recomendarían los libros de texto. A saber, 'reequilibrio de la demanda entre países, realineamiento de los tipos de cambio en el medio plazo, con el dólar necesitado de una depreciación significativa respecto a los actuales niveles y apreciación de las monedas de los países con superávit' -Asia y países productores de petróleo-. Aunque envuelto en infinitas cautelas y matizaciones, el mensaje básico del Fondo es idéntico al de la OCDE, si bien ésta lo manifestó más claramente en octubre del pasado año cuando afirmó que 'pocos otros países de la OCDE han logrado mantener desequilibrios de esa magnitud sin experimentar fuertes presiones bajistas sobre el valor de sus monedas (...). En algún momento los inversores globales exigirán rentabilidades esperadas más elevadas a medida que sus activos en dólares constituyan una proporción creciente en sus carteras'.

Habida cuenta que 'una posible corrección en el eufórico mercado inmobiliario supone también un riesgo para la expansión americana', la Organización recomendaba que el Gobierno propiciase un aumento en el ahorro nacional y redujese su déficit presupuestario. Más próximas a nosotros están las elucubraciones del BCE y, sobre todo, la fecha y la magnitud de sus próximas subidas de tipos de interés. La primera de ellas podría producirse en la reunión de Madrid, el próximo mes de junio, y ser, como mínimo, de un cuarto de punto. Y es que, aun cuando a algunos no les guste, los bancos centrales están para atajar la inflación cuanto antes. En abril la inflación en la eurozona subió hasta el 2,4% -bastante por encima del objetivo de 'cerca, pero por debajo del 2%' que es el objetivo para este año-, con lo cual estamos con tipos reales al borde de convertirse en negativos. Y por si ese dato no fuese suficientemente negativo, en marzo la cantidad de dinero se situó en el 8,6%.

¿Y cuál es la situación de la economía española? Pues semejante a la americana: fuerte crecimiento basado en la demanda interna -según el último informe trimestral del Banco de España durante el primer trimestre de 2006 creció un 4,7%- y en una levísima mejoría de la demanda exterior por un repunte en las exportaciones aunque también las importaciones se recuperan sin que los ingresos por turismo muestren unas perspectivas muy alentadoras. Se sigue creando empleo pero nuestra productividad continúa siendo baja, mientras que la inflación supera notablemente la media europea con una tasa de su componente subyacente por encima ya el 3%, y está por ver sin con mayor inflación se podrá mantener la contención en los costes laborales y en los márgenes empresariales en aquellos sectores al abrigo de la competencia exterior.

Es pues hora de empezar a preocuparse seriamente por las perspectivas a medio plazo ya que, al igual que EE UU, nuestros desequilibrios exteriores no pueden mantenerse durante mucho tiempo y el empuje de nuestra demanda interna podría tener los meses contados bajo la influencia conjunta de la persistente alza en el precio del petróleo, las previsibles subidas de los tipos de interés y las dudas que muchas empresas comienzan a manifestar sobre el cumplimiento de sus expectativas respecto a ventas, inversión y beneficios durante el ejercicio corriente; todo ello agravado por la ausencia de medidas decididas que permitan sentar las bases para reducir las notables rigideces que siguen caracterizando la mayoría de nuestros mercados de bienes y servicios. Desearía fervientemente equivocarme pero me temo que con el llamado Plan de Dinamización de la Economía poco vamos a avanzar.

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