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Tribuna
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¿El petróleo a 80 dólares?

La escalada del precio del crudo. El mercado del petróleo sufre un choque de demanda, no de oferta como ocurrió en las crisis de los años setenta. Los autores analizan las razones desencadenantes de esta situación, que conmociona el sector energético internacional, y examinan las posibilidades de nuevas fuentes de energía

Es una verdad cantada que el petróleo va a llegar a 80 dólares el barril. Esto nos plantea dos cuestiones básicas: si el precio va a seguir subiendo y qué tenemos que hacer para que el precio del petróleo no arruine nuestro crecimiento económico. La respuesta a la primera pregunta es que sí; que lo más probable es que, si no cambian mucho algunas cosas, el precio del barril de crudo va a seguir subiendo. La subida está causada por tres factores: la demanda de China, India y otros países emergentes más la de Estados Unidos; la inestabilidad política en países productores, y la especulación. Es probable que las tres cosas continúen presionando los mercados en los próximos años.

Comencemos por China. Allí, el consumo de petróleo por persona es la quinta parte que el de Estados Unidos. Pero China está creciendo a un 10 % anual (¡lo cual significa que cada 7 años duplica su PIB!) Su demanda de petróleo, como la de otras materias primas, va a seguir creciendo, por lo menos, al ritmo actual. De India se puede predecir algo semejante. Si a esto se añade la 'adicción al petróleo' (Bush dixit) de los norteamericanos, es fácil prever que la demanda total va a seguir aumentando. Estamos ante un choque petrolero de demanda, a diferencia de los choques de 1973 y 1979, que fueron de oferta. Además, la oferta no puede responder al aumento de la demanda por los problemas políticos que ahora mencionaré y porque la capacidad de refinado (para convertir el crudo en gasolina) está prácticamente estancada por diversas razones, la más visible fue el huracán Katrina. En resumen, estamos ante un exceso de demanda estructural que lleva necesariamente a la escalada de precios.

Por otro lado, la inestabilidad política en el Oriente Próximo, agravada por la democrática subida al poder de Hamás en Palestina y la carrera del uranio de Irán, y en algunos productores africanos, más la situación de Venezuela, que en Estados Unidos se interpreta como inestable, proyecta sombras sobre la capacidad de producción y venta de crudo por los principales productores del petróleo.

Mientras se ponen en producción masiva energías alternativas, no hay más remedio que racionalizar el consumo de gasolina

Hoy en día, el 65% de todas las reservas comprobadas del mundo se encuentran en Oriente Próximo, de manera que todo lo que pasa en esta región tiene alguna incidencia en un mercado tan sensible al miedo y a la especulación como es el del petróleo. æpermil;ste es un mercado, donde se compra y se vende a futuro, es decir para entregar a uno, tres o seis meses. Es, por lo tanto, un mercado que depende mucho de las percepciones que tengan los compradores y vendedores sobre el futuro.

Pero el futuro no se conoce, porque no existe, y no se puede más que tratar de adivinarlo, o especular con mayor o menor fundamento sobre el aspecto que tendrá. En este contexto, la especulación se ceba con las malas noticias, los temores y los recuerdos del pasado. Se crea así un ambiente ideal para las self-fulfilling prophecies, porque el comportamiento timorato de todos los compradores hace que se cumplan los temores de un alza imparable de precios. Total: que la oferta también se ve afectada por los acontecimientos políticos, y los comportamientos de los agentes en el mercado tienden a ser más especulativos.

¿Qué podemos hacer? Rodrigo Rato lo ha dicho muy bien: los consumidores de gasolina tenemos que sentir que su precio ha subido y responder racionalmente, es decir, consumiendo menos.

Cualquier medida que tienda a reducir el precio local de la gasolina (reducciones de impuestos o subvenciones) quita los incentivos naturales para reducir el consumo de petróleo que el alza de precio necesariamente produce. A corto plazo, y mientras se ponen en producción masiva energías alternativas, no nos queda más remedio que racionalizar el consumo de gasolina: en el uso de los automóviles privados (que suelen ir con un solo ocupante) y el recurso al transporte público; en la eficiencia energética de los motores de combustión; en la adopción de tecnologías apropiadas a los nuevos precios relativos de los factores. Y, desde luego, acelerando la búsqueda y el uso de energías alternativas, hasta que llegue el gran invento de la automoción, que reduzca la gasolina a un producto para quitar las manchas.

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