_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Se augura un declive

El diferencial de inflación con los socios europeos está acentuando el deterioro de la competitividad de la economía española. Según pronostica el autor, esta circunstancia, unida a la dependencia del sector de la construcción, hará declinar el ritmo de crecimiento en los próximos años

Se augura un declive de la expansión. Y ello por toda una serie de razones cuyos efectos premonitorios se van acentuando con el tiempo. Como en el pasado, la madre de casi todos los problemas de la economía española sigue siendo un aumento de los precios persistentemente mayor que el de sus socios, debido en parte a un mayor crecimiento pero también y fundamentalmente a causas estructurales.

No hay, en efecto, otra explicación para que en España los precios de los productos alimenticios no elaborados hayan subido más del doble que en la zona euro en los últimos cinco años, o que al mismo tiempo el componente vivienda del IPC tuviese un comportamiento similar. También se puede considerar un componente estructural de la inflación el práctico estancamiento de la productividad aparente, a pesar de que la inversión productiva haya crecido el 20% en volumen (más que el empleo) en el mismo periodo.

No parece plausible la notable aceleración de las exportaciones esperada este año en las previsiones oficiales

Estos componentes estructurales van a seguir presionando al alza la inflación en España, mientras nuestros competidores se benefician de las fuerzas desinflacionistas a escala global, acentuándose así el ya grave deterioro de nuestra competitividad. No parece, pues, plausible la notable aceleración de las exportaciones esperada este año en las previsiones oficiales y el ritmo de expansión entraría por tanto en franco declive de forma que el crecimiento en 2006 quedaría por debajo del 3%, pero lo que es más importante la economía entraría en 2007 a un ritmo aún menor.

Otro efecto pernicioso de una inflación mayor que la de nuestros competidores es que reducirá progresivamente el potencial de crecimiento. En épocas premastrichtianas el crecimiento tendencial estimaba aproximadamente ese potencial, pero el ritmo del 3,5% anual de los últimos 10 años ya no lo representa. Hoy sería muy inferior a esa cifra porque el paraguas del euro ha protegido el crecimiento del enorme desequilibrio exterior que ha generado y porque el principal motor de la expansión ha sido un sector, la construcción, inmune a la competencia exterior.

Como consecuencia la construcción ha sido el monocultivo de la cartera crediticia de cajas y bancos en los que según el Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España (número 12/2005) superaba el 60% de sus activos en 2005 frente al 40% cinco años antes, y sólo una pequeña parte de los que han sido titulizados está fuera de balance. Un peso de la construcción tan elevado parece excesivo y aunque el riesgo pueda estar dividido en miles de deudores por créditos hipotecarios, esa división es más aparente que real, pues en circunstancias adversas (por ejemplo, fuerte subida de tipos de interés o desaceleración económica) casi todos se verían afectados simultáneamente. Además, según el documento de trabajo del Banco de España 0531 Credit cycles, credit risk and prudential regulation, en fases de fuerte expansión del crédito como la actual se produce una relajación de la política crediticia.

Pero el riesgo principal es la imparable burbuja inmobiliaria que se viene formando los últimos nueve años, pues así se podría calificar una subida del precio de la vivienda que casi se triplica en términos reales. Y hay una clara posibilidad de implosión de esa burbuja bajo la presión de un fuerte aumento de los tipos, que podría producirse si EE UU se viese obligado a subir fuertemente los suyos para evitar un desplome del dólar.

Ya hace tiempo que se viene diciendo que el enorme y creciente déficit exterior de EE UU y el correspondiente y frenético endeudamiento con el resto del mundo no puede continuar indefinidamente. Siempre cabe pensar que una reducción gradual de este desequilibrio es posible, pero los mercados no son famosos por buscar soluciones graduales sino por la brusquedad de sus ajustes y 2006 tiene muchas papeletas para que el billete verde dé un violento traspié.

El inmenso iceberg de las reservas en dólares podría empezar a fundirse. Los mayores superávits exteriores corrientes ya no están en Asia sino en los países de la OPEP, que posiblemente no quieran tener la mayoría de sus reservas en una moneda en olor de devaluación. Estos países están más dispuestos a salirse del dólar que los asiáticos que no desean revaluar sus monedas frente al dólar.

Lo que se espera de unos responsables políticos avistados cuando sobre una economía aparecen nubarrones premonitorios de tormenta, como los que ahora se ciernen sobre la española, es que se tomen las medidas adecuadas para prevenir o reducir sus efectos, nunca para acentuarlos. Parece sin embargo que en determinadas circunstancias la clase política en general se deja llevar por una especie de autismo que sólo ve la coyuntura político-electoral y olvida la económica.

No de otra forma se puede explicar que en una economía que sufre de graves y crecientes desequilibrios internos y externos y está sometida a una política económica netamente laxista, tanto en lo monetario como en lo presupuestario (corregido el superávit público de los efectos coyunturales) se tomen medidas que van a echar leña al fuego de la inflación y del déficit corriente exterior, como son un recorte de impuestos y un aumento de gastos públicos, con la reforma del IRPF y la llamada Ley de la Dependencia, las dos necesarias pero hoy inoportunas.

Archivado En

_
_