Bolivia no es tan complicada
La intención del presidente de Bolivia, Evo Morales, de renegociar los contratos con las empresas extranjeras que explotan su gas ha levantado temores en el sector, y más tras la orden de detención de directivos de Repsol. El autor sostiene que el escenario no es tan complicado, dada la anterior situación del sector en el país
Hace un par de meses que vengo leyendo historias sorprendentes sobre Bolivia: desde la existencia de un complot de la izquierda mundial para hacerse con Latinoamérica hasta una gran conspiración indígena para enterrar el sistema de libre mercado. Siendo boliviano, nacido y crecido en La Paz, mi madre de Cochabamba (donde creció políticamente Evo Morales) y mi padre de Santa Cruz (donde nació el espíritu autonomista), debo confesar que desde mi perspectiva veo las cosas mucho más sencillas, no me parece que Bolivia sea tan complicada.
Considero que la elección de Evo Morales se debe al deseo de cambio de la población, que quería cambiar un sistema de partidos políticos que habían sido dominantes durante las últimas décadas y que habían estado dirigidos por varios gobernantes corruptos que fueron denunciados pero en muy pocas ocasiones penalizados. Morales era la opción diferente en este contexto, estaba en el lugar adecuado en el momento preciso. Desde mi punto de vista, la elección del presidente Morales ha de ser vista como una demostración de la firmeza y desarrollo de la democracia en Bolivia.
Al nuevo Gobierno le toca ahora renegociar los contratos con varias de las empresas extranjeras que invirtieron en Bolivia, simplemente porque las condiciones de privatización y las negociaciones originales concedieron mayores beneficios de lo habitual en comparación con las condiciones en otros países en desarrollo, probablemente por falta de experiencia entre otras cosas. Ahora toca renegociar porque es el mandato que los votantes le han conferido a los nuevos políticos. Le hubiera tocado renegociar a Doria Medina o Quiroga, o a cualquier otro presidente electo.
En este contexto, considero que existe la posibilidad de lograr un acuerdo negociado con el Gobierno de Evo Morales sobre la explotación del gas. Bolivia necesita utilizar el gas para obtener recursos con los que reducir la pobreza. También necesita socios con suficiente dimensión, conocimientos y presencia en los mercados internacionales. Aún más, el Gobierno de Morales necesita cuidar la inversión extranjera en el país y mantener una buena reputación internacional si de verdad quiere reducir la pobreza como proclama. Bolivia no es Venezuela. Depende de la venta del gas a Brasil y Argentina, cuyo precio se fija en un proceso de negociación bilateral, y no se beneficia directamente del barril de petróleo a 60 dólares. No es evidente que el presidente Morales y su entorno se hayan dado cuenta de todo esto, pero espero que lo hagan pronto, a medida que descubran que es diferente gobernar que ser sindicalista y que Bolivia no es Venezuela.
Por otra parte, a las empresas del sector de hidrocarburos les interesa explotar el gas boliviano siempre que el negocio sea viable. En general, las empresas que operan en este sector se quedan con menos de la mitad de los ingresos y el resto se destina al Gobierno y los socios locales. En Bolivia la situación era exactamente inversa. Por tanto, hay un rango de negociación importante. De hecho el Gobierno boliviano ha decidido recientemente quedarse con el 50%, cosa que parece un punto intermedio. En efecto, la brasileña Petrobras ya ha dicho que está dispuesta a firmar en estas condiciones, que considera aún bastante favorables, y quedarse como socia, a medias, con el Estado boliviano. Si esto no fuera suficiente también existe la posibilidad de llegar a un buen acuerdo de salida. En efecto, si las operaciones no son rentables, se puede negociar para salir, vender a otro interesado o dejar una operación no viable y recibir una indemnización apropiada bajo los marcos jurídicos internacionales. Ambas opciones, quedarse o salir de Bolivia, parecen viables para las empresas que operan allí.
En cualquier negociación existen al menos cuatro elementos fundamentales. El primero, que existan intereses comunes, y parece que aquí los hay por ambas partes. Segundo, ha de haber un rango de negociación que permita un acuerdo, que también existe. Tercero, se han de identificar y negociar con los actores relevantes (aquí es donde las empresas tendrán que trabajar más). Finalmente, se trata de conseguir mejorar las opciones propias y debilitar la alternativa de la otra parte. Un buen ejemplo ha sido el anuncio de reducción de reservas de Repsol. De esta manera se ha anticipado al peor escenario posible y ha realizado un ajuste muy importante antes de sentarse a negociar. Ahora tiene menos que perder y mucho que ganar. Después de la limpieza realizada tanto de las reservas en Bolivia como en Argentina, en casi cualquier escenario un buen acuerdo incrementaría el valor de la empresa.
Estoy convencido de que habrá batallas y otras tácticas clásicas de una negociación. El desafío es evitar el error de entrar en una escalada de demostraciones de poder -como hemos visto con el allanamiento de las oficinas de Repsol en Bolivia- y convertir la negociación en un asunto de alto perfil y de opinión pública. Pero al final, quizás porque para un nativo las cosas son bastante más sencillas de lo que parecen, un acuerdo negociado con el Gobierno de Evo Morales es posible y sería bueno para todas las partes involucradas.