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Inmobiliario

Una década en lucha contra una expropiación asfixiante

Alguien pensará que para el propietario de un terreno es toda una suerte que los planes urbanísticos de un organismo público pasen por encima del suelo que ocupa; que, sin quererlo ni beberlo, el Ayuntamiento de turno va a desembolsar una saca de millones al dueño de esos metros de tierra que sostienen toda una vida de trabajo y que por fin le van a jubilar a lo grande. Pero una expropiación en ocasiones se convierte en una noticia ruinosa.

En el madrileño barrio de Usera todos conocen la historia de Eduardo. Su familia fundó en los años cuarenta una empresa de servicios a camiones y en los años sesenta instaló un taller en una parcela que por entonces parecía situada muy a las afueras del centro de Madrid. Esos terrenos, una finca de 1.200 metros cuadrados, son ahora un dulce para cualquier inmobiliaria y las obras de la M-30 y la modernización del barrio convierten a la zona en otro punto céntrico de la capital. Ahí donde antes se encontraba la nave de Eduardo del Barrio, hoy hay un solar ocupado por automóviles: 'Mi padre se murió en 1999 diciendo que nos habían robado la empresa; yo le he visto sangrar por sacarla adelante', dice señalando con tristeza los restos de ladrillo de su antiguo taller transformado ahora en un parking ilegal.

Cambio de denominación

En las Navidades pasadas, el taller donde trabajaba fue derribado sin aviso

A mediados de los años noventa, la empresa de Eduardo registró numerosos robos. La familia Del Barrio se llevó la sorpresa de su vida cuando a raíz de las denuncias presentadas les comunicaron que esos terrenos no les pertenecían. 'En Urbanismo me dijeron que los terrenos aparecían como dotación existente', recuerda Eduardo. 'Fui varias veces al Registro y al final vi el cambalache: en el año 1975 habían cambiado la denominación de ese suelo para uso deportivo, pero nadie nos había informado de ello', dice.

A pesar de todo, el taller de la familia siguió con su actividad. Hasta el año 2001 cuando 'tuvimos que cerrar por los robos; en un año sufrimos 150 robos, incendios en el interior de la nave, destrozos...' y no cabía otra solución que la venta de los terrenos.

Con anterioridad a la determinación familiar de vender el terreno, Eduardo recibió propuestas de compra de particulares y empresas, pero las fue rechazando. Su abogado, José Eugenio Martín, explica que el Ayuntamiento reconoció su error y ofreció varias soluciones, entre ellas una permuta del terreno. Pero 'el Ayuntamiento volvió a equivocarse y los terrenos ofrecidos en permuta habían sido ya adquiridos por un concesionario de automóviles'.

Con la empresa cerrada y sin ingresos y los años transcurriendo de despacho en despacho, Eduardo decidió finalmente desprenderse de los terrenos como fuera para 'poder sustentar la economía familiar', recuerda.

Durante las Navidades del pasado año, el taller de la familia fue derribado, sin informarse de ello a los afectados. 'El 26 de diciembre me personé en nuestra propiedad para solicitar al encargado de obras la licencia de derribo, y resulta que no la tenían'; Del Barrio llamó a la policía, pero entre que acudió a la comisaría para presentar una denuncia, su taller había desaparecido.

Desde entonces, Eduardo se ha dirigido al Defensor del Pueblo en varias ocasiones exponiendo su caso y ha presentado numerosas denuncias. Asfixiado por las deudas y años de inactividad, Eduardo decidió vender una opción de compra por otros terrenos ofrecidos por el Ayuntamiento en permuta, por la que ha recibido, dice, algo más de 120.000 euros, que le han servido para cubrir deudas, básicamente.

Fuentes municipales de Urbanismo explican sobre este caso en concreto que no puede hablarse literalmente 'de una expropiación'. Las mismas fuentes admiten que las permutas ofrecidas por el Ayuntamiento eran 'inviables' pero que nunca fueron aceptadas firmemente. 'Normalmente se puede llegar a un justiprecio para compensar una expropiación; la operación de la permuta es un proceso más largo', añaden. Sobre el derribo del taller subrayan que se llevó a cabo 'por ruina inminente'.

Eduardo del Barrio sigue de despacho en despacho denunciando lo que considera una expropiación indebida. Y el tiempo va pasando, pero de distinta manera para la familia Del Barrio, que ha visto una década sin ingresos, que para Urbanismo.

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