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Debate abierto
Tribuna
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Tópicos y mitos de un gigante

En los últimos años Occidente se ha despertado hacia China. Hasta 2003, se consideraba a China otra economía emergente, plagada de riesgos, que viene y se irá como Brasil y México. En 2004 y 2005, de repente, se convirtió en una 'necesidad inmediata'. La prensa, la Bolsa y los políticos, todos empujan a las empresas europeas a introducirse en El Dorado chino. En menos de un año, la moda corporativa ha oscilado de un extremo al contrario

En los noventa, los proyectos de inversión española en China fueron mayoritariamente realizados por la mediana empresa catalana y vasca, con un volumen de inversión media por proyecto de cinco millones de euros, canalizada a través de empresas controladas en su totalidad por capital español. Menos del 30% de las inversiones era con empresas mixtas.

Este perfil ha variado con el boom de 2004-2005, cuando ha destacado la aparición de muchas inversiones, pero de muy poco volumen y canalizadas a través de empresas mixtas de muy elevado riesgo operativo.

Esta nueva ola de inversores de alto riesgo esta apostando por beneficiarse del milagro chino y muchas veces valora sus motivos bajo la luz de tópicos: China es la fabrica del mundo donde existe gran flexibilidad legislativa y fiscal y, sobre todo, donde se puede acceder a un mercado potencial de mil millones de consumidores.

Es cierto que ofrece un entorno productivo único. Los inversores extranjeros tienen a su alcance un activo mercado laboral de muy bajo coste (80 euros/mes trabajador de línea) y alta calidad (más de 500.000 ingenieros licenciados por año, superando el acumulado de EE UU y la UE); la existencia de clusters industriales especializados permite una importante reducción de inversiones en activos fijos, a través de subcontratación de procesos clave para alcanzar economías de escala más rápido. Estas y otras peculiaridades permiten reducciones de costes de más del 50%.

También es cierto que el consumo de productos de lujo en China es de los más activos, y hay más de cinco ciudades de primer nivel donde se desarrolla una incipiente clase media. El PIB de Shanghai superará el de todo Portugal en 2010, y se estima que un 20% de los productos de lujo del mundo sean consumidos en China en el 2020.

En medio de este entusiasmo muchas empresas ven en China la solución a sus problemas en Europa: mercados estancados, altos costos y bajos márgenes. Pero las empresas que invierten alegremente en China podrían lamentarlo en unos años.

Mientras que la oportunidad de China sigue tan viva como siempre, el entorno operativo no está mejorando rápidamente. A pesar de los compromisos con la Organización Mundial de Comercio (OMC), el entorno regulador sigue siendo complejo, con más barreras no arancelarias y con los fallos de las Administraciones locales en poner en práctica coherentemente las ordenanzas nacionales.

Desde el punto de vista productivo el empresario extranjero se enfrenta a un entorno de alta volatilidad del personal clave, de prácticas desleales por parte de la competencia local y de alto riesgo de propiedad intelectual.

Desde el punto de vista del mercado, la demanda real para un producto de gama media no supera los 80 millones de consumidores en 2005 (no existe ese mercado de los mil millones), siendo un mercado de muy difícil acceso y gestión. Es un país donde en muchos sectores el coste de un producto es mucho más importante que su calidad. Y, en muchas industrias, disponer de un producto competitivo (calidad-precio) no basta para garantizar el éxito, ya que las empresas extranjeras todavía tienen que suministrarlo y distribuirlo en China (algo a tener muy en cuenta).

Finalmente, las empresas chinas ya han entrado a pelearse por la tarta tradicionalmente reservada a las occidentales. La competencia se hace cada vez más feroz, con lo que los márgenes de beneficio se ven reducidos de manera significativa.

China es un país de importantes oportunidades y, para muchas empresas, un deber estratégico. Estar presente allí no sólo puede ser un factor de posicionamiento defensivo a corto, sino un elemento clave para la permanencia a largo de numerosas corporaciones con vocación global.

Sin embargo, es importante que cada empresa evite cegarse con el concepto de Potencial de China que tiende a difundirse últimamente entre los círculos empresariales, bien sea como panacea contra la competencia implacable o frente a la demanda estancada de los mercados nacionales. Después de todo, una vez que una empresa extranjera ha decidido introducirse en el mercado chino, es difícil dar un paso atrás sin sufrir las consiguientes consecuencias económicas o de mercado.

Consideramos que el mercado chino aún requerirá de un considerable esfuerzo, inversiones y tiempo para dar resultados. Los inversores extranjeros tienen que ser conscientes de las oportunidades que prevén, de sus propias ventajas competitivas y del modo en que estos pueden explotarse en China, así como la naturaleza a largo plazo de las inversiones allí. Para concluir: es más imprescindible que nunca una evaluación serena del proceso de acceso a este país y una preparación a fondo.

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