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Tribuna
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La gripe aviar y el caos

Es evidente que la gripe aviar representa para la humanidad una seria y real amenaza. No se trata únicamente del riesgo de la pandemia, posible aunque poco probable según los especialistas, que podría cobrarse millones de vidas humanas (la de 1918 provocó cerca de 30 millones de muertos). La cuestión es que aun sin llegar a la pandemia, la crisis va a dejar graves secuelas.

En el momento actual el balance ya es significativo, tanto en vidas humanas y animales como en consecuencias económicas. En efecto, en Asia han muerto ya decenas de personas y se han tenido que sacrificar millones de aves, lo que está afectando al modo de vida de muchos campesinos. Por su parte, la labor de prevención ha exigido y va a exigir un importante volumen de recursos. Como muestras, el Gobierno español ha adquirido ya dosis de vacuna por 14 millones de euros, el de Nueva Zelanda por 15, y según el comisario europeo de Sanidad se necesitan más de mil millones de euros para preparar la fabricación y distribución de medicamentos y vacunas.

En otro orden de cosas, la crisis está provocando cambios en las relaciones comerciales entre los países. Chile ha reforzado su sistema de vigilancia fitosanitaria en las importaciones, Ecuador ha intensificado los controles aduaneros con Colombia y Europa ha reducido su comercio con los países asiáticos.

La crisis está provocando cambios en las relaciones comerciales entre los países

Lógicamente, las coordenadas de la crisis y sus variantes de evolución han motivado la atención de los institutos y centros de análisis. Los escenarios que se contemplan son todos negativos. Aun sin producirse la mutación humana del virus, las consecuencias serán importantes y pueden llegar a ser graves. En los países asiáticos afectados han quedado dañadas sus relaciones comerciales exteriores, el modo de alimentación de poblaciones enteras y el medio de subsistencia de muchos productores avícolas. Tendrán que reconstruir sus rudimentarias infraestructuras de ganadería avícola, dotándolas de nuevos y mejores medios. Si la epidemia animal se extiende, otras regiones del planeta pueden sufrirla con inusitada dureza. A modo de ejemplo, la llegada de la gripe aviar a Brasil resultaría dramática para este país, toda vez que su sector de cría y exportación de aves constituye una de las bases de la economía brasileña.

Existen escenarios peores. Se contempla como posibilidad que la prolongación y extensión de la epidemia aviar genere un estado de alarma en la población, dando lugar a cambios radicales y bruscos en el actual estadio de la humanidad, y acabe por dañar seriamente al turismo internacional, al comercio mundial y a la libertad de circulación de las personas.

Claro que la peor de las opciones sería la mutación humana del virus y, con ello, la aparición de la temida y temible pandemia. Sin alcanzar las cifras de 1918, se estima que podría haber millones de muertos y una debacle económica de dimensiones inconmensurables. El secretario general de la ONU ha alertado sobre el panorama que seguiría a este hipotético desastre: 'Sabemos lo que ocurre cuando millones de personas mueren, muchas más están afectadas, el sistema de salud sobrepasado, las familias, comunidades y sociedades devastadas…'. Según los escenarios más pesimistas, los países recurrirían a medidas como el cierre de fronteras o el decreto de cuarentenas; la situación golpearía al sector servicios (comercio, hostelería, espectáculos públicos); afectaría de modo global gravemente a la actividad económica (hay estimaciones que cifran en un 60% la pérdida de la fuerza laboral durante meses); se cerrarían los centros educativos; desaparecería el transporte público. Con todo ello, las pérdidas de las empresas aseguradoras alcanzarían una magnitud espectacular. Los análisis de riesgo de la firma Standard and Poor's cifran en 200.000 millones de dólares las pérdidas en las que podría incurrir el sector asegurador.

Sin duda la probabilidad de llegar al peor de los escenarios es reducida, pero desgraciadamente la de alcanzar escenarios intermedios no lo es tanto y, en todo caso, se da como cierto el empeoramiento de la actual situación. Todas las opiniones coinciden en que una actuación rápida, decidida y eficaz en la prevención sería determinante para reducir el impacto de la crisis, tanto en vidas humanas como en daños económicos. Es por tanto la hora para que los líderes mundiales saquen a relucir la talla política que habitualmente nos ocultan y demuestren que el progreso de la humanidad es una realidad más allá del crecimiento de los respectivos PIB y de los avances tecnológicos.

En el sentido expuesto, el coordinador de la ONU para la crisis aviar ha manifestado que el mayor y mejor apoyo para la prevención está proviniendo del Gobierno norteamericano. Llama la atención que en España estas manifestaciones se hayan silenciado, lo que contrasta con el intenso eco que encuentran las actuaciones criticables de la Administración Bush. Sin duda y parafraseando a Lenin, se trata de un síntoma de la enfermedad infantil del antiamericanismo que padece la sociedad española.

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