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Columna
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Incertidumbre en América Latina

La situación política latinoamericana atraviesa un camino incierto a raíz de los procesos electorales que están abriendo la puerta al populismo. El autor advierte sobre los peligros que para el área supondría ahuyentar la inversión extranjera

José Carlos Díez

La situación coyuntural de las economías latinoamericanas es la más favorable de las últimas décadas. Los países del área se están beneficiando del fuerte crecimiento de la economía y del comercio mundial. En 2005 el crecimiento promedio de América Latina estuvo próximo al 4,5%, en un entorno de estabilidad macroeconómica, con la inflación contenida. La subida de los precios de las materias primas, los bajos tipos de interés mundiales y la debilidad del dólar explican la mayor parte de este crecimiento, pero los Gobiernos han aprovechado esta época de bonanza para sanear sus finanzas públicas y la región se aproxima al déficit cero por primera vez en muchos años.

Además, el superávit por cuenta corriente ha permitido reducir su deuda externa y, lo que es más importante, los países han reestructurado su endeudamiento ampliando la duración y reduciendo su porcentaje de deuda en moneda extranjera, lo cual les permite redimirse de su pecado original. Sin embargo, en los últimos meses, las expectativas de los inversores internacionales sobre las economías de la zona han empeorado. ¿A qué es debido?

La respuesta es que la situación política está derivando por unos derroteros inciertos y en 2006 hay numerosos e importantes procesos electorales que marcarán el futuro político de la región en el próximo lustro. Las claves están en las elecciones peruanas, en abril; las mexicanas, en julio, y las brasileñas, en octubre.

Este domingo, Evo Morales será investido Presidente en Bolivia y su caso se puede trasladar a Perú. Ollanta Humala, también gran admirador de Chávez, está aglutinando el descontento de las clases desfavorecidas y las encuestas le dan ganador en abril. En México, que supone el 25% del PIB regional, López Obrador, alcalde de México DF, también encabeza las encuestas. En la alcaldía de México capital se ha mostrado como un político populista y su ideario político está muy a la izquierda de Lula. En Brasil, que supone aproximadamente el 35% del PIB regional, Lula sufre los estragos de la corrupción que ha alcanzado a sus más estrechos colaboradores en el Gobierno y el Partido de los Trabajadores, lo cual pone en duda su reelección.

La victoria de Evo y la influencia mediática del eje del bien -Castro y Chaves- ha despertado los recelos de los inversores y la comunidad internacional, pero su efecto se está magnificando. El informe del Latinobarómetro de 2005 matiza estos temores.

La mayoría de la población latinoamericana afirma que la democracia es el sistema menos malo y el único compatible con el desarrollo económico. Asocian democracia a libertad individual y la tasa de participación en las elecciones ha sido del 70%.

Dos tercios de la población piensa que la economía de mercado es la mejor opción para garantizar el desarrollo económico, aunque la opinión mayoritaria es que las reformas emprendidas en los noventa han sido un estrepitoso fracaso. Baste un ejemplo, sólo el 30% de la población afirma que las privatizaciones fueron beneficiosas. Además, los malos de la película son EE UU y el FMI, a los que los ciudadanos asocian con el fracaso de las políticas económicas llevadas a cabo en la última década, que han incrementado la pobreza.

Sin embargo, la incertidumbre política este año es muy elevada. Para un pequeño inversor español, la mejor opción es tomar beneficios y reducir su exposición en la región. La Europa del Este y Asia ofrecen oportunidades igual de atractivas, pero menos arriesgadas.

Para las grandes empresas españolas, la situación es diferente. España es el segundo inversor en la región y podemos aprovechar la mala imagen de EE UU para situarnos como el inversor de referencia en un mercado, no nos olvidemos, de más de 500 millones de consumidores.

No obstante, nuestras empresas deben aplicar fielmente la teoría financiera. La política va a primar sobre la economía en los próximos años y el populismo está derivando en viejas formulas, como el proteccionismo, mayor intervencionismo, etcétera, y, por lo tanto, la prima de riesgo de las inversiones aumenta, por lo que la rentabilidad esperada de los proyectos también tiene que aumentar. Además, no se deben poner todos los huevos en la misma cesta y las empresas españolas deben reducir la exposición de sus balances en la región, como ya han hecho el SCH y Telefónica.

Las sociedades latinoamericanas son soberanas para elegir su destino político, pero tienen que asumir que los inversores son igual de soberanos para elegir el destino de sus inversiones. En un mundo, donde el ahorro es global, economías dependientes, con bajo nivel de capital por trabajador y escasez de ahorro interno, necesitan la inversión extranjera. Las preguntas que deben hacerse sus sociedades son muy sencillas: ¿Qué me exigen los inversores? y ¿por qué van elegir mi país para invertir, en vez del resto de economías emergentes?

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